sábado, 28 de octubre de 2023
7:15
Los pajarillos aún duermen. Los grillos han debido de morirse o, por otra causa, no cantan.
Abro la iglesia y enciendo las luces.
En verano, a estas horas, hay que abrir de par en par las puertas de la iglesia, recalentada, para que entre el fresquito de la mañana. Ahora, en cambio, se agradece esa tibieza, ese calorcillo que se siente al entrar.
Oficio de lectura y laudes.
Evangelio de san Juan.
Registro los libros para la misa de los santos apóstoles Simón y Judas.
8:15
Ya hay luz solar y se han apagado las farolas de la calle. Joaquín está preparando las mesas de la terraza. Nos saludamos. ¿Cantan los pajarillos? ¡Oh, sí!
Vuelvo a la casa abadía.
Mando a Emma y Ángel la décima cuarta catequesis matrimonial. Preparo otras dos.
Entonces encuentro un wasap con el saludo de Aurora, desde Villena. También ella es un pájaro madrugador.
El archidiácono me manda una noticia publicada en el Información de Alicante. Al parecer, el ayuntamiento de Orihuela quiere comprar o alquilar el edifcio de la antigua guardería de Torremendo, propiedad de la diócesis. El periódico atribuye, por error, la propiedad a la parroquia.
Juan me saluda desde Sella.
Tercia.
9:00
Empiezo a leer La revolución española vista por una republicana, de Clara Campoamor.
10:00
Vuelvo a la iglesia.
Me pongo la sotana y voy al maravilloso confesonario, diseñado por una magnífica arquitecta alicantina y en el que trabajaron los dos mejores carpinteros del mundo. ¡Dios los bendiga a todos!
Lectura del profeta Miqueas. En el capítulo 4 se encuentra esta promesa de paz: En los días futuros estará firme | el monte de la casa del Señor; | en la cumbre de las montañas, | más elevado que las colinas. | Hacia él confluirán todas las naciones, caminarán pueblos numerosos y dirán: | «Venid, subamos al monte del Señor, | a la casa del Dios de Jacob. | Él nos instruirá en sus caminos | y marcharemos por sus sendas; | pues de Sión saldrá la ley, | la palabra del Señor, de Jerusalén». Juzgará entre muchas naciones, | será árbitro de pueblos poderosos y lejanos. | De las espadas forjarán arados, | de las lanzas, podaderas. | No alzará la espada pueblo contra pueblo, | no se adiestrarán para la guerra. Cada cual habitará bajo su parra y su higuera, | sin sentirse molestado por nadie. | ¡Lo ha dicho el Señor del universo!
Me entran ganas de volver a leer Los coros de la piedra. Tomo nota.
Viene Bernardo a pedir la bendición. Se la doy. Lo agradece. Nos estrechamos las manos.
10:25
Suena el primer toque avisando a misa. Colijo que ha llegado Joan.
Misterios gozosos. Por la paz en Tierra Santa.
11:01
Dan las once en el reloj del campanario y comprendo que ya vamos con un minuto de retraso para la misa. Vuelo a revestirme.
Cabe la pila bautismal, Teresa conversa con un defensor del libre mercado —joven, alto, bien vestido, con una barba muy cuidada— que vende calcetines y acaba de venderle algunos pares. Saludo a los dos y el comerciante liberal me ofrece su mercancía.
«Perdón—le digo— voy a celebrar la misa».
Entro en la sacristía y el comerciante me sigue. Mientras me pongo el amito, elogia con admirable fluidez verbal los artículos que lleva en una bolsa y me recuerda que hace ya cuatro años que no nos vemos. Yo recuerdo perfectamente que nos vemos, cada seis meses desde hace doce años, pero ya me estoy poniendo el alba.
Dejando a un lado las doctrinas de la Escuela de Viena, apela a mi corazón:
«Yo sé que no necesitas calcetines, pero podrías ayudarme», dice mientras me pongo el cíngulo.
«Ahora voy a celebrar la misa», respondo con una sonrisa.
Deja, entonces, de lado los modales exquisitos de la Escuela de Viena y estalla con furia jacobina. Dirigiéndose a Teresa y señalándome comienza su discurso:
«Míralo. ¡Qué falta de respeto! Al menos podría mrarme a los ojos. Pero se burla de mí con esa sonrisita».
Ya me he puesto la casulla. Mientras sale, sigue con su discurso. Yo entro al presbiterio, con cinco minutos de retraso, cantando:
«¡Vayamos jubilosos al altar de Dios!».
Misa de la fiesta de los santos apóstoles Simón y Judas. Plegaria eucarísitica I.
11:45
Me despido de Teresa después de agradecerle, de nuevo, la maravillosa velada de anoche.
Pastilla rosada.
Recojo el teléfono, el ordenador y las llaves que había dejado en el confesonario, y voy a la casa abadía.
Dejo el ordenador y voy a la farmacia. Compro una caja de pastillas rosadas.
Voy a cerrar la iglesia por si acaso hay en San Miguel un congreso de comerciantes liberales.
Sentada en las gradas del presbiterio hay una joven con un bebé lindo en los brazos. Me dice con una voz cantarina: «¡Ay, padrecito, estamos aquí acompañando al Señor».
Le pregunto que si es de Ecuador y me dice que sí. Le pregunto que si lleva mucho tiempo en San Miguel y se pone a llorar. Vaya.
Le pregunto que si está bien y, secándose las lágrimas dice que lleva tres semanas en San Miguel y que no le van muy bien las cosas. Que tiene familia aquí, pero que tampoco les va muy bien. Charlamos.
Antes de despedirnos le digo que, si quiere, podemos hablar más despacio después de la misa de seis.
Nos despedimos. Se va y cierro la iglesia.
12:30
Salgo para la urbanización Mil Palmeras para ayudar en una celebración penitencial.
12:50
Llego al hotel donde debe estar reunidos los que van a participar en la celebración. No están.
Llamo a Miguel Sánchiz y me dice que están en Guardamar. Miro el wasap que me mandó Miguel hace unos días y allí veo que, en efecto, su mensaje, muy claro, decía que la celebración NO sería en las Mil Palmeras sino en Guardamar.
Salgo para Guardamar.
13:30
Llego a Guardamar. Las confesiones aún no han empezado. Un sacerdote a quien no conozco está predicando. A su lado, sentado, está don José María Galant. Me revisto con alba y estola y me siento en un rincón.
Empiezan las confesiones. Doce penitentes en mi rincón. Muy bien.
14:40
Termina todo y llamo a doña Nati para decirle que aún estoy en Guardamar. Me dice que no importa, que me han guardado un plato de algo.
Salgo para San Miguel.
15:15
Llego a casa de doña Nati y voy comiendo mientras ella hace punto.
15:45
Me despido de doña Nati y entro en la iglesia por el garaje.
Visita al Santísimo.
Abro la iglesia.
Imitación de Cristo.
16:30
En la casa abadía, leo el comentario del cardenal Vanhoye a las lecturas del domingo.
17:08
Estoy preparándome para ir a la iglesia cuando me llama Juan P. Que está en Jacarilla y que viene a verme.
Voy a la iglesia y preparo los libros para la misa.
Llega Teresa y nos saludamos.
Llega Juan y nos sentamos en el rincón de San Miguel para charlar. Charlamos largamente. Se queda a Misa.
18:00
Misa.
18:45
Me despido de Juan y de Teresa y me quedo haciendo tiempo por si viene la joven de la voz cantarina. No viene.
19:00
Vísperas.
Voy a la casa abadía y apunto algunos ingresos y gastos de la parroquia.
19:40
La revolución española vista por una republicana.
20:26
Salgo para ir a Más y Más.
En la plaza hay una multitud de niños. Cuento treinta. Puede haber más. Pregunto a una niña: «¿Qué celebráis?».
Responde: «Nada».
Pero interviene otra: «Celebramos el cumpleaños de Yanira».
Pregunto: «¿Cuántos cumple?».
Contesta: «Diez».
En mi calidad de autoridad, le ordeno: «Felicítala de mi parte».
Y ella: «Vale».
Me estoy yendo y oigo un grito a mis espaldas: «Yaniraaa, Yaniraaa. Felicidades del cura».
Me felicito por mi autoridad.
20:46
Vuelvo a la iglesia.
Completas.
Apago las luces y cierro la iglesia.
En la plaza, los niños siguen correteando, alegres e incansables.
Madre mía: los calcetines.
ResponderEliminarEran buenos?.
ResponderEliminarSe lo preguntaré a Teresa.
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