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martes, 2 de junio de 2020

Parroquia en fase 2 (1)

domingo, 31 de mayo de 2020
Pentecostés

A las 9:15 había quedado con un penitente. Ambos hemos llegado tarde. Con un minuto de retraso el penitente y yo —por mis pecados— con cinco. Así que he tenido que empezar el día pidiendo perdón a un penitente. 
Cuando nos hemos despedido he oído una voz que no venía del Cielo sino de la sacristía: «¿Hay alguien aquí?». Mi espiritu científico me ha urgido a salir del confesonario para investigar el fenómeno. 
La voz procedía de una señora. Edad aproximada 45 años. Estatura aproximada 2 metros (unos centímetros más alta que yo). La he sometido a la preguntas formularias de rigor. Nuestro diálogo, formulario, ha sido más o menos este:
—¿Que desea?
—Oír Misa.
—¿Qué la inquieta?
—Que pensaba que la Misa era a las 10 y no veo a nadie por aquí.
—¿Dónde nació usted?
—En Suecia.
Entonces llega su marido. Les explico que hay Misa en Torremendo a las once y les doy instrucciones para llegar a Torremendo. Se alegran y se van a Torremendo. Pero antes me dan su tarjeta. Tienen una empresa de traducción que se llama Babelia. Muy apropiado para Pentecostés.

Después de las Misas he quedado a comer con Javier. Nos vamos a los Montesinos. Me cuenta su vida desde su nacimiento en Montevideo hace veintiocho años hasta su llegada a España hace unos meses. Ya somos amigos. 

Dejo a Javier en Los Montesinos y vuelvo a San Miguel. 

martes, 2 de junio de 2020
Santos Marcelino y Pedro

Cita con Newman. Hoy habla de la corrección de los errores. Otro sermón magistral —cortito— para el que toma pie del amable Juan Bautista y de su amistad con Herodes. 
La sexta parte del Ceremonial de los obispos —dedicada a los sacramentales— acaba con el capítulo XXIII que habla de las bendiciones de los obispos. Dice que pueden ser 1) ordinarias 2) apostólicas 3) otras. Y dice que los obispos pueden dar en sus diócesis tres bendiciones apostólicas al año. 

10:30
Me siento en el confesonario de Torremendo. No hay colas. 
11:00
Misa en Torremendo.
12:30
Misa en San Miguel: TeresaJoanCarmenEncarnitaGloria y Rosario
Durante la Misa entra en la iglesia un vencejo. Sé, por experiencia, que le va a costar horrores salir. 
Después de la Misa empiezo a explicar a Teresa cómo desentrañar la epacta y estamos en esas cuando llega don Rafael. Como hemos quedado a comer con don Paco en los Montesinos a las dos, nos vamos a Los Montesinos. El vencejo sigue dando vueltas y vueltas: del coro a la cúpula y de allí al coro y vuelta. 
Don Paco nos cuenta sus aventuras y desventuras con la compra de un nuevo coche y luego paga la cuenta. 

Al volver de Los Montesinos abro las puertas de la iglesia para que el vencejo se vaya. Sigue dando vueltas. 

Aprovecho la tarde para iniciar una investigación. ¿Qué es la tristeza? No sé cuánto tiempo me llevará. Quizá un mes. Empiezo por Santo Tomás de Aquino. 

Cuando llevo dos horas a vueltas con la tristeza me acuerdo del vencejo. Voy a rezar Vísperas y allí sigue. 

Una hora después vuelvo y allí sigue, incansable. «Lo siento, vencejo, —pienso para mí— pero tengo que cerrar la iglesia». Y allí queda el vencejo, triste, mientras sus compañeros vuelan en libertad por la plaza. 

Mal que bien
Lo primero que pienso, no sé por qué, es lo bien que se olvida la poesía y lo bien que se recuerda. 
Lo segundo que pienso —creo que es porque he estado a vueltas con la tristeza— es que la nostalgia que asoma en algunos versos de García-Máiquez no es la peor tristeza de la acedia, ni esa otra —culpable— de la envidia, sino una en la que yo no había reparado hasta hoy. Leyendo a santo Tomás he descubierto que hay una noble tristeza en la misericordia. La compasión duele, ya lo creo, pero no amarga y, lo mejor de todo, propicia la amistad y consuela y no se exhibe. 
Y lo tercero que pienso es que se me están ocurriendo algunos versos. Y  voy y los escribo —mal que bien— en el reverso de un papel muy importante que me ha llegado en un sobre de Iberdrola. 

viernes, 29 de mayo de 2020

Parroquia en fase 1 (18)

viernes, 29 de mayo de 2020
San Pablo VI

Anoche murió Aurelia. La enterraremos maña en Torremendo. D.E.P.

He quedado a las once con Concepción. El hermano coronavirus interrumpió nuestras catequesis en su casa pero no nos rendimos. Vamos a hacer una lista de difusión de wasap y enviaré las catequesis en audio. 

12:30
Misa de doce y media. No he contado cuántos hemos sido y no recuerdo quienes han venido. Joan, Teresa y Jeanette sí que estaban. 

17:00
Después Teresa me ayuda a preparar el funeral.

18:00
Funeral de Aurelia. Asisten su marido, José, sus hijos, Jose María y Marisol, su yerno Emilio y unas veinte personas más. Teóricamente solo podríamos admitir a quince personas. A lo mejor solo eran quince. 

18:30
Teresa se queda recogiéndolo todo mientras voy al cementerio de Torremendo. Bendigo la sepultura, rezamos un responso y nos despedimos.

19:15
Vuelvo a San Miguel. Simon me está esperando. Necesita la añrgadera para cortar las baldosas que va a poner en el umbral del planchero y del comedor de Cáritas. Me enseña la ventana de la sacristía que estaba echa una pena y está como nueva. Propone pintarla color café con leche por fuera —a juego con las puertas del planchero, del garaje y del comedor— y de blanco por dentro, a juego con toda la sacristía. Me parece estupendo. 

19:30
Pongo la homilía en el blog y chateo con Mim que, amablemente, ha corregido la traducción. 
Javier me ha dejado un mensaje. Al parecer un joven uruguayo ha venido a trabajar a Españita pero la persona que lo iba a alojar le ha fallado. Quieren saber si puede alojarse en la parroquia. Le llamo y no contesta. Le dejo un wasap. 

20:00
Me preparo una infusión de manzanilla y anís y me pongo a escribir esto. 
Me llama Javier. Quedamos en vernos dentro de una hora para llevar a su amigo a Torremendo. 

20:30
Leo el artículo sobre Newman que Jack Valero publicó hace un año en La Vanguardia y que ayer me mandó PDG. Se titula Amor de hombre, es estupendo y acaba así: «San John Henry Newman pasará a la historia como un gigante intelectual con un legado que tardaremos décadas en entender con la profundidad debida. Pero cuando sea canonizado, el nuevo santo también nos recordará uno de los frutos más valiosos del celibato sacerdotal bien vivido: el poder amar a muchas personas –una a una– muy intensamente, con un amor casto, desinteresado, de amistad, de servicio, de entrega total de sí». 
Pues ya está canonizado. 
20:42
Me llaman Javier y Michelle y nos vamos a Torremendo. Me presentan al amigo uruguayo que también se llama Javier. Lo acomodamos en la casa parroquial de Nuestra Señora de Monserrate. 

21:40
Vuelvo a casa y me preparo una cena ligera. 
La tercera parte de Dignidad se titula En la esfera pública. Y empieza con una errata monumental así: «El primer apartado de este libro presentó la amistad como una cualidad del individuo que le hace acreedor de un respeto universal». Y a mí me da que donde dice «amistad» debería decir «dignidad». 
El primer capítulo de esta parte propone adoptar la amistad —ahora sí—como modelo de ciudadanía que concierta personas de igual dignidad. 
Precisamente el artículo Amor de hombre trata de la amistad que san Juan Enrique Newman supo trabar con muchas personas. 
Para los clásicos «la amistad representa el ápice de la sociabilidad humana». 

Twardowsky
Y aquí, otra vez, esta preciosa oración:
¡Oh Dios, a Quien hoy no veo,
pero a quien veré algún día!
Me acerco a Ti como un parado,
me pongo en la cola
y Te pido amor como si Te pidiera un pesado trabajo.

jueves, 28 de mayo de 2020

Parroquia en fase 1 (17)

jueves, 28 de mayo de 2020

8:30
Voy hacia la iglesia y un señor viene hacia mí. Me saluda cortésmente, le devuelvo el saludo y me pregunta que si puedo celebrar la Misa por sus padres. Le digo que sí y tomo nota de sus nombres. ¿Cuánto debo? Le digo que no debe nada y que, si quiere dar algo, que Dios se lo pague. Insiste. Le digo que el estipendio está fijado en diez —10— euros. ¿Por cada uno? No, es el estipendio máximo que un sacerdote puede cobrar cada día por la Misa. Saca treinta euros de la cartera y me ruega que celebre tres Misas por sus padres. Digo lo que decimos siempre los mendigos: «Que Dios se lo pague». 

10:00 / 10:30
Viene María José. Enterramos a su madre, Josefa, el domingo pasado. Hablamos de Josefa —que fue cartera— y de su marido que fue salinero, sindicalista y concejal de San Miguel. Celebraremos la Misa por ella el domingo.

10:30 
Oficio de Lecturas y Laudes.

11:00

Preparo y traduzco la homilía. Envío la traducción a Sidmouth. 

11:30
Llegan Teresa y Joan. Teresa se va al despacho de Cáritas, Joan a la sacristía y yo a leer a Newman.
Las quince páginas del sermón de la Santísima Trinidad de 1834 habría que leerlas, releerlas, subrayarlas, resumirlas, ampliarlas, analizarlas comentarlas y editarlas en un libro de oro para regalarle un ejemplar a cada obispo, sacerdote y diácono. 
La idea fundamental es que la fe se nos da en depósito para que la transmitamos íntegramente y que no es algo vago sino algo perfectamente definido. Por ella «debe luchar hasta el más humilde miembro de la Iglesia». 
Algunos dirán que todo «puede reducirse a una sola proposición: Dios es amor. Las demás noticias de su gloria insondable (…) no son más que modificaciones de esta expresión. Esto les lleva a negar, primero, la doctrina del castigo eterno porque no casa con esa idea del Amor Infinito. Luego, transformando expresiones como «la ira de Dios» en figuras retóricas, niegan la idea de Expiación como la verdadera reconciliación con sus criaturas de un Dios al que se ha ofendido. También sostienen que la verdadera finalidad de la revelación del Evangelio es meramente práctica y por tanto las doctrinas teológicas son enteramente innecesarias, puras especulaciones, un estorbo para la religión. (…) O dicen que el fin principal del Evangelio es la unión de los corazones en el amor de Cristo y de unos con otros y que, por tanto, los credos no son más que trabas para las almas que han recibido el espíritu de adopción. (…) Otros, en cambio, hacen descansar todo el peso del Evangelio en la doctrina de la Expiación y la Santificación. Y otros hacen de la Justificación por Fe el único punto cardinal que abre y cierra las puertas de la vida». 
Newman dedica el resto del sermón a insistir en la importancia de guardar íntegro el depósito de la fe con sus fórmulas y a recordar que todo lo revelado se nos ha dado como alimento y luz. 
Magistral. 

12:30
Misa. Somos diez.
Han venido: Gloria y su hermana Rita, Carmela y Encarnita, Teresa y Joan, Carmen, Rosario y Jeanette
Ofrezco la Misa por Soledad y Alfonso. Encomiendo a PDG que me ha mandado esta mañana un wasap desde Montevideo. 

13:00
Me despido de las feligresas en la puerta. Le digo a Encarnita que la hemos echado de menos y me cuenta que su nieto, que nació hace tres meses, lleva dos —media vida— sin verla, por el coronavirus, y que ahora se lo dejan todos los días para recuperar el tiempo perdido. 
En la sacristía Joan me dice señalándose la lengua: «Tú has olvidado mí», expresión inglesa que significa: «No me has dado la comunión». Reparo mi olvido. 
Llega un penitente y me pide que escuche su confesión. 

13:45
Las correcciones de Mim desde Sidmouth llegan justo a tiempo para que yo pueda poner la homilía en el blog antes de…

14:00
…ir a recoger la comida a casa de doña Nati. Como Simon no ha dado señales de vida hoy y no me abre la puerta, se queda sin comida. 

14:30
Un viento impetuoso detiene el vuelo de las aves, agita las palmeras de la plaza y la bandera de España que tiene Corrina en su azotea, se cuela por mi ventana, levanta las cortinas y cierra con estrépito la puerta del pasillo. Las cortinas, en su exaltación, tiran al suelo varios libros de la estantería y el cielo se cubre de nubes oscuras. 
Salgo de la cocina para cerrar la ventana y observo que los pájaros se han zampado todo el grano que les puse ayer y que no era poco. Pongo más grano, cierro la ventana y sigo limpiando la cocina mientras oigo The Rose, cantado por The Kings Singers en un video que me ha mandado Mim desde Sidmouth. 
Luego pongo a hervir el agua, saco dos bolsitas de té y me acomodo para reposar trasteando en mis RRSS. 
15:30
Misterios de luz. 

15:50
Voy a la iglesia para visitar al Santísimo y hacer la oración de la tarde. Pero, antes, paso por casa de doña Nati para devolverle sus corotos. 

17:00
Decenario al Espíritu Santo: el fruto de la Fidelidad.

18:00
Exposición del Santísimo.

18:10
Nona y Vísperas.

18:30
Bendición con el Santísimo.

19:00
Twiter arde con el espectáculo de la llamada «Comisión para la reconstrucción» o algo así. Patxi López, el presidente, reconce por la tarde que no estuvo a la altura por la mañana y ruega a los comisionados que dejen de insultarse y se ponga a trabajar. 
Tiendo la ropa.
Me perparo una merienda-cena.

Fracasología
Roca Barea le da un repaso al indigenismo: «Los indios no se sintieron en general ni representados ni incluidos en las nuevas repúblicas. Mientras las poblaciones indígenas, que viven en su mayoría en condiciones de marginalidad, estén entretenidas clamando contra Colón y los conquistadores no mirarán con ojos críticos a sus gobernantes de aquí y ahora». 
Luego le da un repaso al victimismo criollo: A los que lloriquean porque los botánicos no respetaron los nombres indígenas de las plantas «y aplicaron el sistema de Linneo» los consuela recordándoles que en su pueblo —que es El Borge (Málaga)— hicieron lo mismo y empezaron a llamar Forficula auricularia a la tijereta de toda la vida. Y a los que lloriquean porque en México se ordenó arrancar vides y olivos los consuela diciéndoles que en 1985 «media España estaba arrancando viñas. Era la política agraria de la CEE». Y los anima a replantar las viñas como hicieron en su comarca —la Axarquía— que ahora produce más y mejor vino que nunca. En fin que viene a decirles que menos lloriqueos. Ella lo dice mejor. «Si apetecía y apetece tener vino mexicano, ha habido doscientos años para plantar viñas». 

Dignidad
«Podría ocurrir que elevar la literatura no sea al final un quehacer meramente literario y necesite la contribución de un impulso exterior de naturaleza moral». 
Aquí cita Javier Gomá al retórico griego Longino para quien «no es posible que aquellos que han tenido toda su vida hábitos y pensamientos bajos y propios de esclavos realicen algo digno de admiración y de la estima de la posteridad». 
Aquí andamos —concluye— «a la espera de un maestro retórico que devuelva a nuestra lengua la dignidad de gran estilo que un día tuvo y luego perdió». 

Busco a Twardowski y no lo hallo. Recuerdo que ayer lo dejé en mi mesilla de noche. Nada. ¿En la cocina? Nada. ¡Mira! ¡Debajo del teléfono! 
Tengo poco de franciscano y, aunque me agrada —porque es poética y agradable— esa ¿ingenua? simpatía hacia los animales y las plantas que exhibe Twardowsky, lo que me desarma y me rinde es su Ciencia poética y teológica o como se diga. Por ejemplo en Ovejas entre lobos empieza con unos versos que harían las delicias de los animalistas:
¡Vaca, que permites que te ordeñe tantas veces!
¡Todos vosotros, conejos, martirizados para que enfermemos según las normas!
Y sigue así, doliéndose de todo bicho viviente, hasta que alumbra el verso clave:
¡Verdaderos cristianos, bautizados con sangre y no con agua del grifo,
que andáis como ovejas entre lobos!
Y, abierto ya el torrente con la clave de la Ciencia poética y teológica que es la de los humanistas y, sobre todo, la de los santos, me desarma y me rinde su confesión:
Siento vergüenza ante vosotros cuando corro de mí mismo a mí mismo
cuando pongo mala cara ante el sufrimiento inocente,
cuando, frívolamente serio, 
pido cita hasta con tres médicos para escapar de la muerte, 
cuando no quiero ser pan molido en manos de Dios.