domingo, 31 de mayo de 2020
Pentecostés
A las 9:15 había quedado con un penitente. Ambos hemos llegado tarde. Con un minuto de retraso el penitente y yo —por mis pecados— con cinco. Así que he tenido que empezar el día pidiendo perdón a un penitente.
Cuando nos hemos despedido he oído una voz que no venía del Cielo sino de la sacristía: «¿Hay alguien aquí?». Mi espiritu científico me ha urgido a salir del confesonario para investigar el fenómeno.
La voz procedía de una señora. Edad aproximada 45 años. Estatura aproximada 2 metros (unos centímetros más alta que yo). La he sometido a la preguntas formularias de rigor. Nuestro diálogo, formulario, ha sido más o menos este:
—¿Que desea?
—Oír Misa.
—¿Qué la inquieta?
—Que pensaba que la Misa era a las 10 y no veo a nadie por aquí.
—¿Dónde nació usted?
—En Suecia.
Entonces llega su marido. Les explico que hay Misa en Torremendo a las once y les doy instrucciones para llegar a Torremendo. Se alegran y se van a Torremendo. Pero antes me dan su tarjeta. Tienen una empresa de traducción que se llama Babelia. Muy apropiado para Pentecostés.
Después de las Misas he quedado a comer con Javier. Nos vamos a los Montesinos. Me cuenta su vida desde su nacimiento en Montevideo —hace veintiocho años— hasta su llegada a España hace unos meses. Ya somos amigos.
Dejo a Javier en Los Montesinos y vuelvo a San Miguel.
martes, 2 de junio de 2020
Santos Marcelino y Pedro
Cita con Newman. Hoy habla de la corrección de los errores. Otro sermón magistral —cortito— para el que toma pie del amable Juan Bautista y de su amistad con Herodes.
La sexta parte del Ceremonial de los obispos —dedicada a los sacramentales— acaba con el capítulo XXIII que habla de las bendiciones de los obispos. Dice que pueden ser 1) ordinarias 2) apostólicas 3) otras. Y dice que los obispos pueden dar en sus diócesis tres bendiciones apostólicas al año.
10:30
Me siento en el confesonario de Torremendo. No hay colas.
11:00
Misa en Torremendo.
12:30
Misa en San Miguel: Teresa, Joan, Carmen, Encarnita, Gloria y Rosario.
Durante la Misa entra en la iglesia un vencejo. Sé, por experiencia, que le va a costar horrores salir.
Después de la Misa empiezo a explicar a Teresa cómo desentrañar la epacta y estamos en esas cuando llega don Rafael. Como hemos quedado a comer con don Paco en los Montesinos a las dos, nos vamos a Los Montesinos. El vencejo sigue dando vueltas y vueltas: del coro a la cúpula y de allí al coro y vuelta.
Don Paco nos cuenta sus aventuras y desventuras con la compra de un nuevo coche y luego paga la cuenta.
Al volver de Los Montesinos abro las puertas de la iglesia para que el vencejo se vaya. Sigue dando vueltas.
Aprovecho la tarde para iniciar una investigación. ¿Qué es la tristeza? No sé cuánto tiempo me llevará. Quizá un mes. Empiezo por Santo Tomás de Aquino.
Cuando llevo dos horas a vueltas con la tristeza me acuerdo del vencejo. Voy a rezar Vísperas y allí sigue.
Una hora después vuelvo y allí sigue, incansable. «Lo siento, vencejo, —pienso para mí— pero tengo que cerrar la iglesia». Y allí queda el vencejo, triste, mientras sus compañeros vuelan en libertad por la plaza.
Mal que bien
Lo primero que pienso, no sé por qué, es lo bien que se olvida la poesía y lo bien que se recuerda.
Lo segundo que pienso —creo que es porque he estado a vueltas con la tristeza— es que la nostalgia que asoma en algunos versos de García-Máiquez no es la peor tristeza de la acedia, ni esa otra —culpable— de la envidia, sino una en la que yo no había reparado hasta hoy. Leyendo a santo Tomás he descubierto que hay una noble tristeza en la misericordia. La compasión duele, ya lo creo, pero no amarga y, lo mejor de todo, propicia la amistad y consuela y no se exhibe.
Y lo tercero que pienso es que se me están ocurriendo algunos versos. Y voy y los escribo —mal que bien— en el reverso de un papel muy importante que me ha llegado en un sobre de Iberdrola.
Pater, si un obispo es sucesor de los Apóstoles,¿no serán todas sus bendiciones apostólicas? imagino que la 2 sea por la indulgencia plenaria aparejada, tres parecen pocas viendo como algunos ruiseñores y otros pajarillos hemos aprendido a ganar mirando fijamente al Sagrario 1/2 hora. Recitando, cantando, rezando el Veni Creator el pasado Pentecostés también. ¡Qué suerte la del vencejo al pasar la noche junto al Creador! Abrazos fraternos.
ResponderEliminarOrdinarias, Apostólicas y Otras. Échele un galgo. :-)
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