domingo, 27 de septiembre de 2020

Hijo, ve hoy a trabajar a mi viña

 domingo, 27 de septiembre de 2020

Domingo vigésimo sexto del Tiempo Ordinario


«Hijo, ve hoy a trabajar a mi viña»

La parábola nos habla de la vocación cristiana como llamada a trabajar en la viña del Señor; una llamada que el mismo Dios dirige a sus hijos. El «hoy» se refiere a esta vida. 

En las respuestas de los hijos podemos reconocernos nosotros mismos. 

Hay un «sí» respetuoso pero que se queda en palabras. Es el «sí» que hemos podido dar alegremente en alguna vez en la vida y que ha quedado en nada en el momento de la verdad, en el momento del sacrificio personal. 

Hay un «no» rebelde que, sin embargo, deja paso a la reflexión y al arrepentimiento. El «no» que hemos dado a veces, quizá por miedo al compromiso, hasta que hemos recapacitado.

Cada época de la vida tiene sus tentaciones. Hay una rebeldía propia del joven, del que empieza a caminar por sí solo y ve en la vocación una amenaza para su libertad, para sus propios planes y sus sueños. Pero hay también una rebeldía propia del hombre maduro o, incluso, del anciano que ya ha recorrido un largo trecho y, en el medio del camino de la vida, o al final, piensa que ya ha hecho bastante de modo que, aunque empezó dando un «sí» generoso a Dios, ahora deja de atender a su llamada.

Frente a esas rebeldías está el ejemplo de Jesús cuyo paso por este mundo resume y canta San Pablo como una vida de perfecta obediencia al Padre. El «sí» de Jesús se mantiene desde el principio hasta la muerte de Cruz. Él puede decir que su alimento es hacer la Voluntad del Padre que lo ha enviado y no dirá «todo está cumplido» hasta el momento de la muerte. Solamente entonces, después de haber apurado el cáliz, añadirá con perfecto abandono: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». 

A nosotros nos viene bien rezar como el salmista: «No te acuerdes de los pecados de mi juventud». Aunque nunca hubiéramos pecado y fuéramos ya ancianos llenos de méritos, haríamos bien en en decir: «Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad». 

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. 


Sunday, September 27th, 2020

Twenty-sixth Sunday in Ordinary Time


"Son, go to work in my vineyard today"

The parable tells us about the Christian vocation as a call to work in the Lord's vineyard, a call that God Himself addresses to His children. That "today" refers to this life.

In the children's responses we can recognize ourselves.

There is a respectful "yes" but it ends in empty words. It is the "yes" that we, perhaps, have given at some point in life and that has come to nothing at the moment of truth, at the moment of the personal sacrifice. 

There is a rebellious "no" that, however, gives way to reflection and repentance. The "no" that we have sometimes given, perhaps out of fear of commitment, until we have reconsidered.

Every season of life has its temptations. There is a rebellion of the young man, who begins to walk on his own and sees his vocation as a threat to his freedom, to his own plans and dreams. But there is also a rebellion typical of the mature man or, even, of the old man who has already come a long way and in the middle of the path of life, or at the end, decides that he has already done enough and, if he started by saying a generous «yes» to God, now stops responding to that call.

Faced with these rebellions is the example of Jesus whose Life Saint Paul summarizes and sings as a Life of perfect obedience to the Father. The "yes" of Jesus is maintained from the beginning until the death on the Cross. He can say that His Food is to do the Will of the Father who has sent Him and He will not say "everything is accomplished" until the moment of death. Only then, after having drained the chalice, will He add with perfect abandon: "Father, into your hands I entrust my spirit."

It would be good for us to pray like the psalmist: "Do not remember the sins of my youth." Even if we had never sinned and were already meritorious elders, we would do well to say: "Lord, teach me your ways, instruct me in your paths: make me walk with loyalty."

Holy Mary, Mother of God, pray for us sinners, now and at the hour of our death.

jueves, 24 de septiembre de 2020

Nuestra Señora de la Merced

 jueves, 24 de septiembre de 2020

Nuestra Señora de la Merced


En 1212 los reinos cristianos de Castilla, Aragón, Navarra, León y Portugal se unieron para impulsar la Reconquista y lograron una victoria decisiva en la batalla de Las Navas de Tolosa. 

Seis años después, el 1 de agosto de 1218 la Virgen María se apareció al rey de Aragón —Jaime I— a san Pedro Nolasco —un comerciante que dedicaba sus riquezas a redimir a los cristianos cautivos de los musulmanes— y a su confesor, san Raimundo de Peñafort. 

Por inspiración de Nuestra Señora y con el apoyo del rey, san Pedro Nolasco fundó una Orden de religiosos y caballeros que se comprometían a redimir a los cautivos. Veneraban a la Virgen María con el título de La Merced.

Hoy la invocamos todos con ese nombre «María de las Mercedes» y la contemplamos junto al Cruz del Redentor en el momento en que se nos dio como Madre para que, libres de la esclavitud del pecado, vivamos con la libertad de los hijos de Dios.



Thursday, September 24th, 2020

Our Lady of Mercy


In 1212 the Christian kingdoms of Castile, Aragon, Navarra, León and Portugal united to promote the Reconquest and achieved a decisive victory in the battle of Las Navas de Tolosa.

Six years later, on August 1, 1218, the Virgin Mary appeared to the King of Aragon - Jaime I - to Saint Pedro Nolasco - a merchant who dedicated his wealth to redeeming the captive Christians of the Muslims - and to his confessor, Saint Raimundo de Peñafort.

By inspiration of Our Lady and with the support of the king, Saint Pedro Nolasco founded an Order of religious and knights who undertook to redeem the captives. They venerated the Virgin Mary with the title of La Merced.

Today we all invoke her with that name "Maria de las Mercedes" and we contemplate Her next to the Cross of the Redeemer at the moment in which She was given to us as Mother so that, free from the slavery of sin, we may live with the freedom of the children of God.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

San Pío de Pietrelcina

 miércoles, 23 de septiembre de 2020

San Pío de Pietrelcina, presbítero


Nació en 1887 y fue bautizado con el nombre de Francisco. 

Hasta los dieciséis años vivió en su pueblo natal y, entonces, se trasladó a Beneveto para ingresar como en el convento de los capuchinos. Allí recibió el orden sacerdotal a la edad de veintitrés años. 

Sus problemas de salud aconsejaron a sus superiores mandarlo de regreso a Pietrelcina donde ejerció su ministerio durante seis años hasta que recibió la orden de volver a hacer vida en común y se trasladó al convento de los capuchinos de San Giovani Rotondo donde murió, habiendo cumplido los ochenta y un años, en 1968.

El Padre Pío recibió los estigmas de la Pasión de Cristo en 1918, el mismo año en que terminaba la Primera Guerra Mundial. 

Toda su vida procuró identificarse con Cristo Víctima en cuyas heridas encontramos la salvación. 

Hombre de oración y penitencia hizo de la Misa el centro de su vida y dedicaba muchas horas cada día a atender a las almas en el confesonario. Fundó más de setecientos grupos de oración y la casa hospital Alivio del Sufrimiento.

Entre los miles de peregrinos que acudieron a confesarse con él hubo un joven sacerdote llamado Carol Wojtyla. Siendo ya obispo, Wojtyla escribió al Padre Pío pidiendo la curación de una señora de cuarenta años, madre de cuatro hijos y enferma de cáncer. Ocho días después volvió a escribirle para anunciar que la señora se había curado instantáneamente antes de ser operada. 

Nuestra Señora lo favoreció con frecuentes apariciones y obró el milagro de su curación con ocasión de la vista de la imagen de la Virgen de Fátima a su convento. A ella encomendamos nuestro camino de fe.


Wednesday, September 23rd, 2020

Saint Pio of Pietrelcina, priest


He was born in 1887 and was baptized with the name of Francisco.

Until the age of sixteen he lived in his hometown and then he moved to Beneveto to enter as novice in the Capuchin convent. There he received the priestly order at the age of twenty-three.

His health problems caused his superiors to send him back to Pietrelcina where he exercised his ministry for six years until he received the order to return to life in common and he moved to the Capuchin convent of San Giovani Rotondo where he died, having reached eighty-one years old, in 1968.

Padre Pio received the stigmata of the Passion of Christ in 1918, the same year that the First World War ended.

All his life he tried to identify himself with Christ the Victim in whose wounds we find salvation.

A man of prayer and penance, he made Mass the center of his life and devoted many hours each day healing the souls in the confessional. He founded more than seven hundred prayer groups and the Suffering Relief Hospital home.

Among the thousands of pilgrims who came to confess to him was a young priest named Carol Wojtyla. Already a bishop, Wojtyla wrote to Padre Pio asking for the cure of a forty-year-old lady, mother of four children and suffering from cancer. Eight days later he wrote again to announce that the lady had been cured instantly before undergoing surgery.

Our Lady favored him with frequent appearances and worked the miracle of his healing on the occasion of the visit of the image of the Virgin of Fatima to his convent. To Her we entrust our journey of faith.

martes, 22 de septiembre de 2020

Fiesta sorpresa en Toledo



lunes, 21 de septiembre de 2020


De todos es sabido que ayer estuve en Toledo celebrando el funeral de dos amigos. 

Una semana antes, comiendo con don Paco —el rector de la vecina parroquia de Los Montesinos— le pedí que se encargase de celebrar la primeras comuniones del domingo en San Miguel de Salinas. Cuando me dijo, con sincero pesar, que no podría sustituirme yo no podía imaginar que ese contratiempo formaba parte de los planes del Buen Dios que había decidido organizarme una fiesta sorpresa.

Inmediatamente empecé a hacer gestiones en busca de un saerdote benévolo, católico y dispuesto a sustituirme el domingo. En el arciprestazgo de Torrevieja, nada; entre los amigos de la vecina diócesis de Murcia, nada; entre los venerables sacerdotes jubilados de por aquí, nada. 

Chateando con la tía Janusa de Valladolid le confié mis cuitas y prometió encomendar el asunto y hablar con doña Balbi de Sonseca (Toledo) por si ella conocía a algún sacerdote de allí que pudiera celebrar la Misa aquí. Como es natural doña Balbi, que conoce a todos los sacerdotes de allí, no conocía a ninguno que pudiera celebrar la Misa del domingo aquí —a cuatrocientos kilómetros de allí— y volverse allí como si nada. 

Así que nada. Y yo con mis cuitas y Dios, pacientemente, preparándome su fiesta sorpresa. 

Lo del sacerdote benévolo, católico y dispuesto a sustituirme se solucionó cuando, por consejo de don Paco, mandé un dramático wasap al rector del seminario de Orihuela. Muy conmovido por mis penas, el rector me contestó al día siguiente: que muy bien, que vendría a sustituirme don Marcos, el director espiritual. ¡Qué bien!

Hablé con la tía Janusa que se puso muy contenta y con Balbi que se puso aún más contenta. Balbi y yo quedamos en vernos para ver Toledo —y para vernos, claro— y me dijo que iba a buscar un guía. Yo le dije que ella y el guía estaban invitados a comer. Así quedamos. 

El sábado —antier celebré la Misa de 12:30, tiré a la basura, por error, con la basura mis pastillas de Famotidina —una caja entera que acababa de comprarme Wilder— hice las maletas y salí para Toledo con Wilder. 

El domingo estábamos citados a la 11:00 en la Plaza del Conde con Balbi y con el guía que resultó ser una guía. Wilder y yo dimos un largo paseo. Vimos la ermita del Cristo del la Luz, entramos en la catedral, callejeamos y nos detuvimos ante una hermosa casa del siglo XVI muy cercana a la Plaza del Conde. Nos llamó la atención el jazminero y las otras plantas maravillosas que cubrían la fachada. Nos llamó la atención también una caja de registros de luz que alguien había instalado ante una de las puertas de la casa de tal modo que, para entrar por ella, uno tenía que ponerse de costado. 

A las once menos cinco nos sentamos en la Plaza del Conde y llamé a Balbi: «¿Dónde estás Balbi?» Y Balbi —que estaba a nuestro lado aunque oculta— contestó: «Estoy aquí, a vuestro lado». Y —¡zas!— apareció, como suele, como por arte de magia, como aparecen las hadas de los cuentos en la realidad.

Poco después apareció nuestra guía. Nos presentamos: «Wilder es colombiano», dije. «¿De qué parte de Colombia» preguntó Pilar, nuestra guía. «De Medellín», contestó Wilder. «Mi madre es de Medellín», replicó la guía. Y Wilder muy contento, claro. 

Entonces empezó la fiesta sorpresa de verdad. Y es que nunca he conocido a un guía turístico tan competente, ameno, apasionado, elocuente y amable como Pilar. 

Allí mismo, frente al palacio de Fuensalida, rememoró la muerte de la emperatriz Isabel de Portugal, el luto sin consuelo del emperador Carlos, la procesión fúnebre que salió, un 1 de mayo, por aquellas puertas para llevar el cadáver hasta Granada y la célebre frase que el duque de Gandía pronunció después de reconocer los restos mortales: «nunca más servir a señor que se me pueda morir». 

La fiesta continuó en la iglesia de Santo Tomé. Balbi pagó las entradas sin hacer caso de mis protestas y Pilar siguió sorprendiéndonos con sabrosas historias sobre la reedificación del templo que costeó el señor de Orgaz y, sobre todo, con una brillantísima presentación del celebérrimo («celebérrimo» quiere decir «super famoso») cuadro conocido como «El entierro del Conde de Orgaz». 

Aún quedaban más sorpresas y más fiesta en la sinagoga del Tránsito donde la erudición de nuestra guía, lejos de abrumar, templaba la emoción con la que hablaba de Israel. 

Luego Balbi se fue a buscar una farmacia para comprar una caja de Famotidina y nosotros nos acercamos al monasterio de San Juan de los Reyes que ya estaba cerrado. Doña Balbi volvió con la Famotidina y, pese a mis protestas, me la dio de gratis. Entonces nuestra guía anunció que íbamos a comer en su casa y nos condujo a su casa. Sí, exacto, la casa maravillosa que Wilder y yo habíamos estado admirando tres horas antes. 

Pilar nos explicó que a esa caja de registros instalada frente a una de las puertas la llaman familiarmente «el burladero» y nos invitó a entrar por otra puerta en la que tiene su oficina. Nos abrió la puerta una de sus hijas que no se llama Teresa aunque llevaba un delantal en el que ponía «Teresa». Nos ofreció gel hidroalcohólico según la etiqueta de la nueva normalidad y se puso a charlar con Wilder como si lo conociera de toda la vida. Entonces apareció la más pequeña y a continuación Santiago, el marido de Pilar que nos invitó a bajar al antiquísimo aljibe que están transformando en bodega. Mientras explorábamos el aljibe Wilder recordó la historia del apóstol Santiago y de la Virgen del Pilar que yo le había contado durante el viaje. Santiago nos reveló el secreto de los jazmines que cubren la fachada de la casa y que atraen la atención de todos los turistas.

Ya en el comedor, donde nos esperaba una maravilosa crema de calabaza, conocimos a otros tres hijos de Pilar y Santiago y no dejó de llamarnos la atención que uno de ellos llevase el nombre de Agustín y otro el de Esteban, como el santo obispo y el santo diácono que enterraron al señor de Orgaz. 

Balbi, Wilder y yo, cautivados por la hospitalidad familiar de aquella casa, estábamos más que a gusto. Tanto que Wilder me confesó luego que hubo un momento en que tuvo la sensación de haber estado allí antes. 

En fin, cuando terminó la fiesta nos despedimos como se despiden los viejos amigos y empecé a atar cabos y a descubrir hasta qué punto había sido providencial el obstáculo que impidió a don Paco venir a sustituirme.

Hoy, al regresar a San Miguel, he sabido que mientras nosotros disfrutábamos de Toledo y hacíamos nuevas y estupendas amistades, don Marcos fascinaba a los feligreses con su simpatía durante la más emocionante tanda de primeras comuniones que se han celebrado en la parroquia este año del coronavirus. 

Bendito sea Dios.  

sábado, 19 de septiembre de 2020

San Jenaro

sábado, 19 de septiembre de 2020

San Jenaro


Fue obispo de Nápoles en el siglo IV. Durante la persecución de Diocleciano no dejó de visitar a los cristianos encancelados para confortarlos hasta que él mismo fue detenido y ejecutado. 

En la catedral de Nápoles se venera como reliquia una ampolla con la sangre del mártir que se licúa tres veces al año. 

Llamamos a María «Reina de los mártires» porque sufrió en su corazón de madre el dolor de la Cruz de su Hijo. A la intercesión de esa Virgen Dolorosa y Fuerte nos confiamos. 



Saturday, September 19th, 2020

San Jenaro


He was bishop of Naples in the 4th century. During Diocletian's persecution he did not stop visiting imprisoned Christians to comfort them until he himself was arrested and executed.

In the cathedral of Naples a vial with the martyr's blood is venerated as a relic, which is liquefied three times a year.

We call Mary "Queen of martyrs" because She suffered in Her motherly heart the pain of Her Son's Cross. We entrust ourselves to the intercession of that Sorrowful and Strong Virgin.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Las mujeres que acompañaban a Jesús

viernes, 18 de septiembre de 2020

Viernes de la vigésima cuarta semana del Tiempo Ordinario


Benedicto XVI comentó este pasaje del Evangelio en una de sus catequesis de los miércoles.

Jesús escogió doce apóstoles, columnas de la Iglesia, pero también eligió a muchas mujeres como discípulas. 

En primer lugar a la Virgen María «que por su fe y su colaboración maternal coopera de manera única a la redención hasta el punto que Isabel pudo proclamarla bendita entre todas las mujeres». 

San Lucas menciona a María de Magdala, a Juana y Susana pero añade «y otras muchas que le ayudaban con sus bienes». 

A diferencia de los apóstoles, esas mujeres no abandonaron a Jesús durante la Pasión y una de ellas, María Magdalena, fue la primera en dar testimonio de la resurrección. A ella le dio santo Tomás de Aquino el título de «apóstol de apóstoles». 

Encomendamos nuestro apostolado a la intercesión de la Virgen María, la primera y la más fiel discípula del Señor.



Friday, September 18th, 2020

Friday of the Twenty-fourth week in Ordinary Time


Benedict XVI commented on this passage of the Gospel in one of his Wednesday catechesis.

Jesus chose twelve apostles, columns of the Church, but He also chose many women as disciples.

First of all, to the Virgin Mary "who by Her faith and Her maternal collaboration cooperates in a unique way for redemption to the point that Elizabeth could proclaim Her blessed among all women."

Saint Luke mentions Maria de Magdala, Juana and Susana but adds "and many others who helped Him with their goods."

Unlike the apostles, these women did not abandon Jesus during the Passion and one of them, Mary Magdalene, was the first to bear witness to the resurrection. She was given the title of "Apostle of Apostles" by St. Thomas Aquinas.

We entrust our apostolate to the intercession of the Virgin Mary, the first and most faithful disciple of the Lord.

martes, 15 de septiembre de 2020

Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores

 martes, 15 de septiembre de 2020

Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores


Ayer celebramos la Exaltación de la Santa Cruz, instrumento de la pasión redentora de Cristo. Hoy contemplamos la compasión corredentora de la Virgen Dolorosa.

Cristo es el único Redentor pero, asociada a Él de un modo singular, la Virgen María, con su perfecta obediencia de fe desde la Anunciación hasta la Cruz, «se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano». El título de “corredentora” significa esa unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación. 

De otra manera también nosotros podemos ser corredentores cuando ofrecemos nuestros sufrimientos por la Iglesia. 

A esta Madre compasiva acudimos especialmente cuando llega para nosotros la prueba del dolor: Madre Dolorosa, ruega pir nosotros. 



Tuesday, September 15th, 2020

Our Lady, the Virgin of Sorrows


Yesterday we celebrated the Exaltation of the Holy Cross, instrument of the redemptive passion of Christ. Today we contemplate the co-redemptive compassion of the Virgin of Sorrows.

Christ is the only Redeemer but, associated with Him in a unique way, the Virgin Mary, with her perfect obedience of faith from the Annunciation to the Cross, "became the cause of salvation for Herself and for the whole human race." The title of "co-redemptrix" signifies that union of the Mother with the Son in the work of salvation.

In another way we too can be co-redeemers when we offer our sufferings for the Church.

We turn to this compassionate Mother especially when the test of pain comes for us: Sorrowful Mother, pray for us.

domingo, 13 de septiembre de 2020

El perdón de las ofensas

domingo, 13 de septiembre de 2020
Domingo vigésimo cuarto del Tiempo ordinario

El verdadero discípulo de Cristo lleva siempre en el corazón la memoria del amor de Dios. El apóstol san Juan repetía cuando ya era un anciano: «Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios pues ¡los somos!». El recuerdo constante de ese amor es el secreto de la alegría del cristiano y de la confianza con la que acude una y otra vez a la misericordia infinita de Dios no diciendo «ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo» sino «ten misericordia de mí, que soy un pecador». 
Esta memoria del amor de Dios que nos ha hecho hijos suyos es el verdadero tesoro del cristiano pero el diablo trata de arrebatarlo procurando traer al corazón el recuerdo de las ofensas que hemos recibido para quitarnos la alegría y llenarnos de rencor. 
Por eso las ofensas que recibimos pueden ser la ocasión de purificar la memoria si nos llevan a recordar nuestras propias faltas y el amor de Dios que tantas veces nos ha perdonado.
Cuentan que unos ladrones llamaron a la puerta del convento de san Francisco pidiendo pan. El portero los reconoció y los despidió con mal humor. Cuando llegó san Francisco y se lo contaron mandó al portero que saliera a buscarlos, que les llevara alimentos, les pidiera perdón y los exhortara a cambiar de vida. Mientras el portero cumplía su encargo san Francisco rezaba por todos ellos y así consiguió que entraran en la Orden e hicieran penitencia. 
San Juan de la Cruz sufrió maltratos de sus propios hermanos religiosos que llegaron a encerrarlo durante casi nueve meses. Jamás se quejó ni habló mal de ellos. A una religiosa que le escribió lamentándose por esa crueldad le contestó que Dios dispone todo para nuestro bien: «No piense en otra cosa sino que todo lo ordena Dios. Y donde no hay amor ponga amor y sacará amor». 
En fin, siguiendo el ejemplo de Jesús, que murió perdonando, los santos han escrito con sus vidas los mejores comentarios a este mandato que Él nos dio: que perdonemos de corazón al hermano. 
A la Madre de la Misericordia pedimos la gracia de traer siempre en el corazón el recuerdo de la Misericordia de Dios. 


Sunday, September 13th, 2020
Twenty-fourth Sunday in Ordinary Time

The true disciple of Christ always carries in his heart the memory of God's love. The apostle Saint John used to repeat when he was already an old man: "See what love the Father has had for us to call us children of God, because we are!" The constant remembrance of that love is the secret of the Christian's joy and the confidence with which he turns again and again to the infinite mercy of God, not to say "be patient with me and I will pay you everything" but rather "have mercy on me, that I am a sinner."
This memory of the love of God that has made us his children is the true treasure of the Christian but the devil works to snatch it, trying to bring to our hearts the memory of the offenses we have received in order to take away our joy and fill us with resentment.
For this reason, the offenses we receive can be the occasion to purify our memory if they lead us to remember our own faults and the love of God that has so many times forgiven us.
They say that some thieves knocked on the door of the convent of San Francisco asking for bread. The doorman recognized them and dismissed them in a bad mood. When Saint Francis arrived and knew it, he sent the doorman to go out and look for them, to bring them food, ask for their forgiveness and exhort them to change their lives. While the porter fulfilled his commission, Saint Francis prayed for all of them and thus got them to enter the Order and do penance.
San Juan de la Cruz suffered mistreatment from his own religious brothers who even locked him up for almost nine months. He never complained or spoke ill of them. To a nun who wrote to him lamenting over this cruelty, he replied that God arranges everything for our good: "Don't think of anything else but that God orders everything. And where there is no love put love and you will get love."
Finally, following the example of Jesus who died forgiving, the saints have written with their lives the best comments on this command of Jesus: that we forgive our brother from our hearts.
We ask the Mother of Mercy for the grace to bring always in our hearts the memory of God's Mercy.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

San Pedro Claver

miércoles, 9 de septiembre de 2020
San Pedro Claver

San Pedro Claver nació en Verdú, Lérida, a fines del siglo XVI. Ingresó en la Compañía de Jesús y conoció al humilde portero del Colegio Montesione de Palma de Mallorca, el hermano lego san Alfonso Rodriguez, que fue para él un verdadero maestro. 
En 1610 partió para Cartagena de Indias, en la actual Colombia, donde murió cuarenta y cuatro años después. 
Es conocida su heroica labor en auxilio de los miles de esclavos negros que cada año llegaban a aquel puerto desde África. Su compañero, el jesuita Alonso de Sandoval, describió las condiciones inhumanas a los que eran sometidos aquellos hombres. San Pedro Claver los recibía en el puerto, los abrazaba, hacía todo lo posible por atender a los enfermos, por remediar su situación y por hablarles del amor de Dios. Bautizó a decenas de miles de ellos. 
Murió el día de la fiesta de la Natividad de la Virgen con fama de santidad. Hoy es patrono de Cartagena. 
Por intercesión de Nuestra Señora pedimos la gracia de un corazón compasivo y misericordioso como el de Cristo. 

martes, 8 de septiembre de 2020

La Natividad de la Virgen en Torremendo

martes, 8 de septiembre de 2020
La Natividad de la Virgen María

Hoy, a las doce, en Orihuela y en todas su pedanías ha habido volteo de campanas para celebrar el nacimiento de la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. Ese volteo ha sido como un eco de los cantos que, en el Cielo, le dedican los ángeles y los santos. A todos ellos nos unimos ahora para ofrecer la Santa Misa en su honor y en su alabanza y, hasta que podamos cantar con ellos en el Cielo, nos consagramos a nuestra Madre con la seguridad de que siendo suyos Ella nos guardará para la vida eterna.
¡Oh Señora mía, oh Madre mía!,
yo me ofrezco enteramente a Vos y,
en prueba de mi filial afecto,
os consagro en este día mis ojos,
mis oídos, mi lengua, mi corazón.
En una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo vuestro,
Madre de bondad,
guardadme y defendedme
como cosa y posesión vuestra.
Amén.

domingo, 6 de septiembre de 2020

Corrección fraterna

domingo, 6 de septiembre de 2020
Domingo vigésimo tercero del Tiempo Ordinario

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna». Así, la corrección fraterna que Jesús nos manda practicar entre nosotros, se pone en relación con la caridad y con ese fruto de la caridad que es la misericordia. 
Primero, entonces, es el amor fraterno que busca el bien de los demás. No un amor ciego que lleva a justificar las faltas de los hijos, de los hermanos o de los amigos; tampoco un celo amargo que se escandaliza y se indigna y se desahoga con reproches, sino un amor que ve el defecto del prójimo y siente compasión. 
Entre nosotros debe haber un pacto de lealtad de tal modo que, si cualquiera de nosotros obra mal, pueda estar seguro no solo de que los demás ni murmurarán de él, ni andarán publicando sus defectos sino que, después de orar por él lo buscarán como se busca al hermano, para corregirlo con humildad y con cariño. 
Entre nosotros debe haber un pacto de lealtad también para que cualquier hermano sepa que puede hablarnos con franqueza cuando hemos obrado mal y que, aunque la corrección nos duela, agradeceremos su caridad. 
Que la Virgen María esté siempre presente en nuestras casas, en nuestras parroquias y en nuestros corazones para que, los que la llamamos “Madre”, vivamos esa fraternidad leal y sincera. 


Sunday, September 6th, 2020
Twenty-third Sunday in Ordinary Time

The Catechism of the Catholic Church says: “The fruits of charity are joy, peace, and mercy; charity demands beneficence and fraternal correction." Thus, the fraternal correction that Jesus commands us to practice among ourselves is related to charity and to that fruit of charity that is mercy.
First, then, it is that brotherly love that seeks the good of others. Not a blind love that leads to justify the faults of children, brothers or friends; nor is it a bitter jealousy that is scandalized and indignant and ends with reproaches, but rather a love that sees the defects of its neighbor and feels compassion.
There must be a pact of loyalty between us in such a way that if any one of us does wrong, he can be sure not only that others will not murmur about him, nor will they go about publishing his defects, but that, after praying for him, they will look for him, as one  looks for the brother, to correct him with humility and affection.
Between us there must be a pact of loyalty also so that any brother knows that he can speak frankly to us when we have done wrong and that, even if correction hurts us, we will appreciate his charity.
May the Virgin Mary always be present in our homes, in our parishes and in our hearts so that those of us who call her "Mother" may live that loyal and sincere brotherhood.