jueves, 26 de enero de 2012

¿Será pecado copiar versos?

Me han regalado muchos muy hermosos.
Uno, que copio, dice exactamente:
Para humillarme, mi memoria es buena.

Es de un soneto de don EGM
que se titula -¡oh!- Mala Memoria.
Empieza así el soneto -o lo que sea-:
De aquello que recuerdo, me arrepiento.

Yo doy gracias a Dios por sus olvidos
por sus lagunas amplias, limpias, llenas
de recuerdos amables, de indulgencias.

Amablemente, claro, para siempre
sabré quién soy cuando se ahogue
en la Buena Memoria Enamorada
mi calavera, que en la luz se esconde,
hundiéndose en la almohada.

lunes, 23 de enero de 2012

Casa propia.


Don EGM me ha regalado un ejemplar -precioso y dedicado- de Casa Propia.
Ya lo he leído todo, de rabo a cabo, comenzando por el principio que es donde acaba el libro y empieza la dedicatoria con una invitación a habitar en una casa que aún no tiene cimientos ni paredes ni tejado ni chimenea. ¡Que raro! Un humo amable -blanco y oloroso- permite deducir que allí habrá fuego. Te acercas y compruebas que ni eso está hecho, y que nada se hará si no te empeñas.
Luego viene una parte que se llama Estudio. No es una actividad. Es una habitación llena de gente sin techo -poetas, por ejemplo- que uno debe habitar antes de poner manos a la obra. Allí están Borges y Quevedo; Abel Feu, don EGM, Fidel Villegas, el lector, Lope de Vega sepultado -aunque aún vivito y coleando- bajo su soneto; una hermana del lector, Gonzalo de Berceo y la Señora que los congrega a todos.
Segunda parte Galerías. Hay que pasar por ellas sin demorarse demasiado en ellas. Allí se encuentra uno con uno y agradece al poeta que cumpla su promesa de no contar sus penas; contándonos las nuestras se retrata. Yo, que soy vanidoso, sé cuánto duele el verse retratado.
Y ahora Las ventanas. No son solo oquedades, son ventanas. ¿Qué sería de nosotros sin los otros? Sin amigos, sin música, sin libros... ¡Menos mal que hay ventanas!
La cuarta parte Y otro día, podría titularse panemnostrumquotidianum, pero no; se titula, como he dicho, Y otro día. Me dan envida los llamados poetas de lo cotidiano que ven alondras por todas partes y a todas horas. Pero aún más envidia me dan los que no viven entre laberintos de mirtos ni se despiertan con los rosados dedos de la Aurora. Pensar que hasta un poeta tiene horarios, la verdad, me reconforta mucho.
Al final Buenas noches. Empieza con Acto de defunción que me ha recordado -no sé por qué- un poema de Fernando Aramburu titulado Ayer. Y luego viene eso, un entrgarse al sueño débilmente... nos hemos dado al lujo de olvidar... dormida no te beso, y, otra vez, la muerte misteriosa por simple. Te Deum, Epitafio... y, al final, los cimientos De nuevo.

lunes, 9 de enero de 2012

A falta de Casa propia...

Yo diría que era un revólver lo que llevaba el individuo que me ha abordado hace un rato en El Corte Inglés y me ha preguntado:
-¿Buscas algo?
-¡Oh sí! -le he respondido-. Unos libros de García Máiquez.
-Lo mejor será que preguntes allí- ha dicho señalando un mostrador en el que se afanaban dos amables dependientas.
Una de ellas atendía a una señora filipina que deseaba adquirir una especie de juego electrónico. La dependienta le explicaba que, si no sabía qué "consola" tenía, se arriesgaba a llevarse un juego que no sirviera. Entonces la señora filipina le mostraba otro juego; la dependienta repetía la misma explicación, y así. 
Por fin ha llegado mi turno.
-¿Qué libros de García Máiquez tienen, oiga? 
-¿No será García Márquez?
-No, no. García Márquez es abuelo de don Enrique García Máiquez que es el poeta  por cuyos libros estoy interesado actualmente.
-La dependienta me ha mirado con interés.
-Es que soy filólogo -he aclarado señalando mi alzacuellos.
Se ha puesto a teclear frenéticamente -en un teclado claro- y me ha informado:
-Aquí aparecen: Con el tiempo y Casa Propia.
-Con el tiempo ya lo tengo -le he dicho-, Casa propia, no.
Se ha quedado mirándome en silencio.
-¿Donde podría encontrar Casa propia?
-No aquí. Según esto no queda ningún ejemplar en ninguno de los establecimientos de El Corte Inglés.
Muy apenado me he dirigido a la sección de música y he adquirido los Cuartetos para cuerda de Beethoven. Y, muy contento, he regresado a la casa de mi madre que me ha ofrecido una limonada con hierbabuena, me ha regalado los Cuartetos y, creo, me va a invitar a comer.