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domingo, 18 de abril de 2021

«Las suplicantes» de Esquilo. De refugiados y de reyes.

 

Las hijas de Dánao han rechazado casarse con sus primos, los hijos de Egipto, razón por la cual han tenido que huir al exilio con su padre. Así han llegado al reino de los argivos. Muy bien. 

¡Que la semilla de mi augusta madre / del lecho del varón, oh, oh / pueda escapar sin bodas y sin yugo. 

Dánao les pide prudencia y les aconseja que se refugien en el templo —más fuerte que una torre es una altar, escudo indestructible— y que suban a él sosteniendo piadosamente con la mano izquierda / las blancas ramas, signo suplicante. 

Cuando se encuentren con sus huéspedes han de hablar y proceder con toda humildad. Dánao lo dice así:

Dirigid, cual conviene a vuestro huésped

palabras reverentes, suplicantes,

llenas de angustia y le informáis al punto

que este destierro vuestro no es por sangre.

No acompañe la audacia a las palabras 

ante todo; que vanidad ninguna

en vuestros rostros de modesta frente,

en vuestros calmos ojos, se refleje.

Debes saber ceder: que eres extraña

y fugitiva y necesitas de ellos.

Que lengua audaz al débil no le cuadra. 

¡Excelentes consejos! ¿No?

Descubren que el templo está dedicado a Poseidon y a Hermes. Justo entonces aparece Pelasgo, el rey de los argivos, en su carro con una escolta armada.  Muy bien. 

Cuando las danaides, cuyo aspecto es más bien descuidado, le dicen que son argivas, a Pelasgo le cuesta creerlo. Ellas, para demostrar que lo son, someten al rey a un cuestionario que es como un juego de adivinanzas que se extiende a lo largo de tres paginas con este ritmo:

DANAIDES: ¿No dicen que fue Ido, en esta tierra, sacerdotisa de Hera?

REY: Lo fue, y la tradición se ha difundido. 

D: ¿Y que, siendo mortal, la poseyó el gran Zeus?

R: Y que Hera lo supo y se afligió no poco.

D: ¿Como acabó la divinal porfía?

Así tres paginas deliciosas hasta que convencen al rey de que son argivas precisamente porque son hijas de Dánao. Y, cuando el rey les pregunta qué quieren, responden ellas: De los Egipcios nunca ser esclavas. 

Aquí está el drama. ¿qué hará el rey? ¿Qué harías tú, amable lector? ¿Te harías defensor las Danaides enfrentando a tu pueblo a la ira de Egipto? ¿Qué has dicho? ¿Que debe hacerse un referendum porque es asunto que interesa al pueblo? Pues ¡eso mismo dice el rey de los argivos! No haré promesa alguna sin consultar los hechos con mi pueblo. 

Pero ¿qué harías si las Danaides suplicaran?

El estado eres tú, tú eres el pueblo;

Señor no sometido a juez alguno.

Tú eres rey del altar, del hogar de esta tierra.

Sólo con el sufragio de tu frente

y sólo con el cetro de tu trono

tú lo decides todo. ¡Evita el sacrilegio!

No, no voy a copiar aquí las treinta y pico páginas que quedan. Solamente dire que teme el rey que digan de él: Honrando a extraños la ciudad perdiste. Aunque bien sabe el rey que esas suplicantes de aspecto descuidado son argivas. 

Por eso replican las suplicantes:

Si todo está con equidad pesado

¿para qué ese temor de hacer justicia?

Y aquí lo dejo.

—¡Don Javier, don Javier! ¡Díganos cómo acaba!

—No.

Palabras oigo nada hospitalarias.

Sí. Nada en exceso, incluso con los dioses. Honra la castidad más que tu vida. 

lunes, 15 de junio de 2020

Parroquia en fase 3 (1)

lunes, 15 de junio de 2020
Santa María Micaela

Cita con Newman:
En la fiesta de san Mateo de 1835 Newman advertía contra el peligro de las riquezas, y no solo contra el amor a las riquezas sino contra el peligro que supone su posesión. 
A Israel no se le ha dado «imagen alguna de Dios que no sea este mundo creado». Sabe que ha de ganar el pan con el sudor de su frente y, después del esfuerzo, recibe esta bendición: «anda y come tu pan con alegría, y bebe tu vino con buen corazón, que Dios ya se ha complacido en tus obras». Los mismos apóstoles habían sido educados en la idea «de que las riquezas eran una de las principales recompensas que Dios otorgaba a quienes amaba». 
Jesús en cambio se lamenta por los ricos «porque ya habéis recibido vuestro consuelo». Y ese consuelo se opone al consuelo que ofrece el Espíritu Santo que cancela la maldición original. No es que trabajar ya no cueste sino que el discípulo puede vivir sin preocuparse por el qué comerá o qué beberá si busca ante todo el Reino de Dios y su justicia porque se le ha prometido que lo demás se le dará por añadidura mientras el rico, atareado por la compra del campo o del la nueva yunta de bienes, rechaza la invitación al banquete. 

Ceremonial de los obispos:
Otro momento destacado en la vida del obispo es el de su recepción en la catedral (7.IV). Si lo recibe el metropolitano, sale a la puerta de la iglesia y allí lo presenta a la primera dignidad del cabildo y luego preside la procesión de entrada y ocupa la sede para pedir que se lean las Letras Apóstolicas. Una vez leídas invita al obispo a ocupar su cátedra.
Si no lo recibe el metropolitano ha de hacerlo la primera dignidad del Cabildo o, si no hay Cabildo, el rector de la iglesia. Después de rezar ante el Santísimo, se revisten en la sacristía. Al comenzar la Misa se leen la Letras Apostólicas y, omitido el cato penitencial, se recita o canta el Gloria.
A partir de ese momento en todas las misas que se celebren en la diócesis se nombra al obispo. 

A las once llega Teresa con una bolsa de fruta para Wilder y Javier. A las once y media me voy a Torremendo para buscar a Wilder y Javier. Dejamos a Javier en San Miguel y Wilder se va a comprar pegamento para arreglar un ventilador. 

A las doce y media, cuando empieza la misa, somos diez. A la una menos cuarto somos trece. Ha venido David. Después de misa me dice que quiere hablar conmigo un día de esta semana. Ya se ha leído la mitad del Catecismo de la Iglesia Católica. Tiene alguna duda que desea aclarar. Quedamos para el jueves. 

Después de misa, mientras Wilder arregla el ventilador, escribo la homilía y mando la traducción a Joan para que la corrija. Luego me voy a comer con Wilder. Después dejamos el coche en el taller para que le cambien las ruedas de atrás. Volviendo del taller nos encontramos con Inma que nos invita a entrar en su flamante gestoría. Está muy bien. Wilder va a la iglesia para hacer arreglos y yo voy al despacho para preparar dos expedientes matrimoniales. 

Mensajes:
De Juana María. Que espera respuesta sobre el día de la boda. 
Del taller. Que ya está listo el coche y que son 160 dólares.
De un ser humano que necesita superurgentísimamente una partida de bautismo de su churumbel. 
Del Banco de Sabadell. ¿Que me regalan mil dólares? No que me han cargado cincuenta y un dólares con cincuenta centavos por la gasolina que he puesto en Global Oil. 
Llamo a Wilder. Que Javier Molina (me he aprendido el apellido) ya ha llegado. Nos vamos a recoger el coche. En el taller no puedo pagar con tarjeta. Me toca ir al banco y volver al taller. Llevo a Wilder y a Javier a Torremendo. Wilder está contento porque le han ofrecido un empleo y puede empezara trabajar la semana que viene. Me enseña el trabajo que ha hecho pintando el patio, el despacho y la escalera de la casa parroquial de Torremendo. Muy bien.
Vuelvo a San Miguel para meditar con Llamados a la vida de Jacques Philippe. 
Vísperas. Inmense caeli conditor de san Gregorio Magno. 

Ya está, ya estoy en casa. Ahora un poco de Dignidad.
Javier Gomá cita a Lewis: La amistad «no tiene valor de supervivencia; más bien es una de esas cosas que le dan valor a la supervivencia». Para proponer su ideal de una amistad universal o de una república de amigos, Gomá sigue a Aristóteles para quien «la concordia parece ser una amisyad civil». Si esa concordia se extiende, y en la medida en que se extiendia, no hará falta la imposición de otra ley. 
Estudia Javier Gomá el acceso de Occidente a la modernidad y la variante española que resume así: «tarde pero bien». Y sonrío al pensar que por cada pala de cal de Roca Barea, Javier Gomá va a echar una de arena. 
Solo con la Transición de los años setenta y la consolidación de la democracia entró España en «la mayoría de edad como país moderno». Aunque no cita a Ortega advierte con él de un peligro: sin educación tendemos a pensar que los frutos de la civilización son, en realidad, frutos naturales y que basta con alargar el brazo para apropiárselos porque, sin educación, no somos conscientes del esfuerzo y del sacrificio con el que se ha levantado el edificio de esa civilización. 

Y un poco de Fracasología:
Sobre el colonialismo inglés y el libre mercado escribe Roca Barea: «La expansión colonial inglesa del siglo XIX se sostiene sobre dos pilares básicos: el control maltusiano de la población y la promoción teórica del libre mercado. La primera (sic) dio como resultado tantos millones de muertos que jamás acabarán de contarse, y a segunda (sic), un gigantesco empobrecimiento de todos aquellos que, leyendo libros, se creyeron la teoría y no tuvieron la precaución de contrastarla con la práctica económica de aquellos que la crearon». 
Luego explica la diferencia entre el Imperio español, que protegía su comercio en bloque y propició la creación de riqueza en América, y el Imperio Británico que protegía el comercio de Inglaterra a costa de sus colonias. Hasta que las elites criollas y españolas se creyeron lo que escribían y no hacían los teóricos ingleses sobre el libre mercado. Inglaterra dedicó sus esfuerzos durante el siglo XVIII acabar con el gran mercado hispanoamericano y, durante el siglo XIX, a defender su monopolio. 
El apartado termina con la denuncia que hizo Edmund Burke en el Parlamento británico sobre la situación en la India: «La invasión tártara fue dañina, pero es nuestra protección lo que destruye la India». 

Y hay que terminar Los Persas de Esquilo. 
Después de llorar por las noticias del mensajero, la reina se retira para hacer una ofrenda a los dioses. Queda el coro lamentándose:
El Asia entera gime,
privada de sus hombres.
¡Jerjes se los llevó, ay, ay!
¡Jerjes los ha perdido, ay, ay, ay! 
Vuelve la reina y pide al coro que conjure el alma de Darío. El coro obedece y, a sus conjuros, aparece la sombra de Darío y pregunta:
¿Qué nuevo mal gravita sobre Persia? 
Cuando la reina le dice que el imperio persa ha sido aniquilado, la sombra sigue preguntando: 
¿Fulminado de peste o por guerra intestina? 
Sigue el diálogo y la reina pide consejo. Darío dice que los persas no deben tratar de invadir el suelo de Grecia porque la misma tierra protege a los griegos y matará de hambre a los soldados. Aconseja a la reina que se prepare para recibir a Jerjes, se despide de los ancianos y vuelve a la región de las sombras. 
Entonces llega Jerjes. Lo que sigue, hasta el final de la tragedia, es un diálogo entre el rey persa y el coro. 
Las primeras palabras de Jerjes son:
¡Io!
¡Ay de mí, qué destino,
que imprevisto destino
me ha tocado!
Y las primeras del coro:
¡Ototototoi!
¡Mi rey, mi pobre hueste!
Y sigue el coro lamentándose por la juventud que el rey ha amontonado en el Hades. 
Han muerto, sí, sin gloria.
Las últimas palabras del coro a Jerjes:
Te escoltaré con lúgubres gemidos. 
Lentamente van abandonando todos la orquestra y acaba la tragedia de Los persas. Muy bien.

En Libertad bajo palabra, viajo con Octavio Paz a la India y me quedo prendido a esta imagen de Mutra:
…las buganvilias rojas negras a fuerza de encarnadas, moradas de tanto azul acumulado… (p. 211)
¡Es verdad!

sábado, 6 de junio de 2020

Parroquia en fase 2 (4)

sábado, 6 de junio de 2020
San Norberto

Cita con Newman:
En la fiesta de Santiago, apóstol, de 1830 Newman predicó un sermón difícil porque hablaba de un tema difícil: la predestinación. 
Empezó sentando que, para los primeros cristianos no había duda: siendo la gracia de Dios absolutamente necesaria de principio a fin hasta el punto que ni palabra, ni obra, ni pensamiento pueden agradar a Dios sin ella, no obstante, el alma humana tiene también de principio a fin la facultad de resistir a la gracia y, por tanto, la determinación última de su propio destino. 
Sin nombrar a san Agustín, se refirió luego a él así de anglicana y elegantemente: «Sin embargo, a principios del siglo V, cuando caían algunas sombras sobre la Iglesia, surgió un famoso doctor, cuyo nombre siempre hemos de honrar por sus innumerables dones, su diligencia y la amplitud de su enseñanza, con independencia del juicio que merezcan algunas de sus opiniones». Y, a continuación le atribuyó la paternidad de una doctrina de la predestinación que excluiría la cooperación de la libertad humana. 
Ceremonial de los obispos:
Hablando de los Días señalados en la vida del obispo (Parte VII) el Ceremonial se refiere al día de su elección (Cap 1) y luego al de su ordenación (Cap 2). Debe preceder a la toma de posesión del oficio y, en la medida de lo posible, ha de realizarse en los tres meses siguientes a la recepción de las letras apostólicas. Muy bien. Conviene que se celebre en su catedral y, en ese caso, la ceremonia incluye la toma de posesión. Siguiendo una antigua tradición deben ser al menos tres los obispos ordenantes aunque cabe dispensa. Normalmente será el Metropolitano quien ordene al sufragáneo y el ordinario del lugar al obispo auxiliar. Muy bien. 

A las once y cuarto me voy a Torremendo para buscar a Wilder. Mientras él hace algunas compras yo me voy al confesonario. Número de penitentes: 1. 

A las 12:37 empieza la Misa. Memoria de san Norberto. Empiezo pidiendo perdón por el retraso. Creo que todos me perdonan. Recuerdo que han venido: Concepción y Antonio, Rosario, Carmen, Teresa, Joan, Wilder, Encarnita, Gloria, Carmela… Me faltan dos porque éramos trece. Jeanette no ha venido y Rita tampoco. 

Cantada la Salve, porque es sábado, voy a la puerta para despedirme de los amables feligreses. Luego me voy a comer a Casa Antonio con Wilder y a las cinco lo devuelvo a Torremendo. 

Esquilo:
Habíamos dejado al coro de los ancianos rectores de Persia cantando su preocupación por Jerjes que ha partido contra Grecia. Llega la viuda de Darío y madre de Jerjes y cuenta que ha tenido un sueño. Dos mujeres estaban enfrentadas. Una de ellas vestía a lo persa (Asia) y la otra a la moda griega (Europa). Darío puso sobre ellas un yugo y, mientras la persa lo recibía dócilmente, la griega lo rompía. Al despertar, la reina fue a ofrecer un sacrificio para alejar los malos presagios pero la vigilia fue peor que el sueño porque vio un águila junto al altar de Febo y cómo caía sobre ella un milano. 
El Coro le aconseja que haga algunos ritos y libaciones para atraer las bendiciones de los dioses. Luego ella pide que le den noticias de la guerra. Pregunta, por ejemplo, qué caudillo dirige a lo griegos:
No se llaman esclavos ni vasallos de nadie.
—Y, ¿cómo, pues, resisten el ataque enemigo?
—¡Incluso destruyeron las huestes de Darío!
Entonces llega un mensajero anunciando la derrota de los persas. Llora el coro; narra el mensajero la desgracia interrumpiendo el relato con sollozos; llora la reina y pregunta quién no ha muerto. Entonces, una buena noticia del mensajero:
Jerjes vive y la luz del sol contempla. 
—Inmensa luz para mi casa has dicho,
fúlgido día tras infausta noche. 
El mensajero pasa revista a los caídos entre los persas y sus aliados. Luego cuenta cómo la armada persa superaba en mucho a la griega y cómo Jerjes cayó en una trampa. Porque un griego vino a decirle que los suyos se preparaban para huir en cuanto anocheciera. Jerjes lo creyó y mandó vigilar durante toda la noche para impedir la huida de los griegos: 
Y es que ignoraba el futuro 
que le reservaba el númen. 
Entre tanto los Helenos
sin perder la disciplina
preparaban su cena. 
En vez de huir, los griegos se preparan para atacar a la flota persa al amanecer. Tras el desastre:
Viendo Jerjes la hondura 
de sus males lanza un grito 
—se sentaba sobre un trono,
en la cima de un collado,
junto al mar, y desde donde
toda la escuadra veía—
al punto rasga sus ropas
rompe en agudo alarido
y al ejército de tierra
da órdenes a toda prisa;
y, sin orden ni concierto, 
inicia la retirada.

A las seis hay que rezar las Vísperas de la Santísima Trinidad y a las siete Misa. 

Luego, hasta la hora de la cena, sigo con mi investigación acerca de qué cosa sea la tristeza. 

Después de cenar, para  ir activando el parasimpático, una tila y una Nana de Enrique García Máiquez que acaba durmiendo a su hijita y el resultado final
es un completo
silencio
en el que casi puede oírse
su corazón
latiendo
y no se oye
pero llena
…tan-tán, tan-tán…
el universo. 

viernes, 5 de junio de 2020

Parroquia en fase 2 (3)

jueves, 4 de junio de 2020
Nuestro Señor Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

Saldo cuentas con Sergio y me voy a Alicante. 

Paso por la librería Pynchon&Co y por la Biblioteca Sacerdotal Tabarca. 

Como con Wilder que es amigo de Claudia y de Rodrigo. Se viene conmigo a San Miguel pero pasamos antes por Crevilente para recoger unos felpudos desinfectantes. Va a pasar una semana en Torremendo. Después de Misa de siete —somos cinco en Misa y no ha venido doña Nati, ejem, ejem— compramos sábanas y lo llevo a Torremendo. 

21:30
Llego a casa y escribo esto. 

viernes, 5 de junio de 2020
San Bonifacio

En el Oficio de Lecturas leemos una maravillosa carta de san Bonifacio. La barca de la iglesia no ha de dejarse a la deriva, debe ser gobernada. Los ejemplos de los santos pastores Clemente y Cornelio, en Roma, Cipriano, en Cartago o Atanasio en Alejandría que cumplieron su oficio heroicamente bajo el gobierno de los emperadores paganos hacen que Bonifacio se sienta muy pequeño y esté tentado de abandonar el gobierno de la Iglesia. pero ese mismo ejemplo lo lleva a confiar en Dios con toda el alma, a mantenerse firme en la lucha y disponerse a morir en ella, si así lo quiere Dios. «No seamos perros mudos, no seamos centinelas silenciosos, no seamos mercenarios que huyen del lobo sino pastores solícitos que vigilan sobre el rebaño de Cristo». 
¡Viva san Bonifacio!

Cita con Newman
En la fiesta de San Pedro Apostol de 1834, Newman aborda el asunto del ministerio cristiano. Desde su anglicanismo moderado polemiza con los que niegan que Cristo haya instituido ministros y sacramentos de la Gracia. Con humor reconoce que es «una suerte para los hombres ser incoherentes pues así, aunque pierdan una parte de la fe cristiana, al menos mantienen algo». Pero advierte que esa incoherencia, que se puede mantener fácilmente en tiempos tranquilos, es un peligro cuando la fe se pone a prueba. 
Buscando esa coherencia con una humildad y una honradez intelectual asombrosas, él mismo llegará a la Iglesia Católica once años después.  

La séptima parte del Ceremonial de los obispos se titula «Días señalados en la vida del obispo». Y, claro, el primer día señalado es el de su elección. 
Cuando en una diócesis se tiene noticia de la elección de un nuevo obispo, el administrador diocesano convoca a una ceremonia de acción de gracias en la catedral. 
El obispo elegido debe, en primer lugar, manifestarle al Papa su comunión  y respeto personalmente o por carta. Luego debe hacer la profesión de fe y el juramento de fidelidad a la Sede Apostólica ante el Cardenal designado, si está en Roma, o ante el delegado asignado por la misma Sede Apostólica. Luego ha de presentarse ante el metropolitano o ante el obispo más antiguo de la provincia eclesiástica para informarse del estado de su diócesis y, en su caso, acordar con él la fecha de ordenación. Dejando sus obligaciones previas ha de prepararse para su nuevo misnisterio por medio de la oración y, si tiene derecho a utilizar el palio, debe solicitarlo al Papa. 
Como la impaciencia es mala, el Ceremonial recuerda que no se deben usar las vestiduras e insignias episcopales antes de la ordenación. 
Ejem, ejem. Que yo me sé de alguno que tiene la mitra preparada en casa, por si acaso. 
A las once y veinte voy a Torremendo para recoger a Wilder. Examinamos el nuevo termo. Hay que comprar unos latiguillos o algo así. Tomo nota. Nos volvemos a San Miguel y me siento en el confesonario. Número de penitentes: 1. Me da tiempo a rezar Tercia antes de Misa. 

Misa por los tíos Pepe, Carmen y Juan Manuel. Nada más empezar la misa ¡zas! otro vencejo. 
Somos quince. Han venido Joan, Teresa, Wilder, Carmen, Rosario, Antonia, Gloria, Carmela, Jorge y Juana María, Jeanette, Encarnita, doña Nati que ayer no vino por llovía, y un varón de color blanco cuyo nombre no recuerdo. 
Después de Misa Teresa me ayuda con el expediente matrimonial de Juana María y Jorge. Viene María a limpiar. Wilder y yo nos vamos a comer y dejamos a María con el Señor y con el vencejo.

Después de comer vamos a hacer la visita al Santísimo y allí sigue el vencejo. 

Esquilo.
Ha muerto Pisístrato, Clístenes expulsa a Hipias, el hijo del tirano, y se convierte en campeón de la democracia ateniense pero, oiga, ahora la amenaza viene de los persas. ¿Volverá con ellos la tiranía? Depende de lo que pase en Maratón. Muy bien, hemos ganado la batalla a los persas. 
¿Quién es ese que parece un poeta? Ese es Esquilo. ¿Cómo? ¿Esquilo? ¿El  hijo de Euforión que peleó en la batalla de Maratón? El mismo. ¡Vaya! 
Los persas
El Coro de la tragedia está formado por los ancianos que gobiernan Persia durante la ausencia de Jerjes que ha partido contra Grecia con sus generales y sus aliados: Egipto, Menfis, Tebas y «los blandos lidios», así llamados por su poca inclinación a la guerra. Los ancianos están inquietos porque no llegan noticias de Jerjes. 
¿Cual será la suerte 
de Jerjes, nuestro Rey,
el hijo de Darío
que, por línea paterna (es decir, por Perseo)
su nombre nos ha dado?
Aparece en escena la reina Atosa y el coro se arrodilla ante ella. (p.42)

Me voy a la iglesia.

Wilder vuelve de hacer las compras. Cerramos la iglesia. Allí sigue el vencejo. Nos vamos a Torremendo donde nos espera Javier. Los dejo buscando la llave general del agua que tienen que cerrar para instalar el calentador. 

El capítulo 7 de Fracasología se titula El colonialismo decimonónico y sus élites. 
Empecemos con un buen zasca al colonialismo inglés: «Los ingleses pusieron un pie en América y, cuando tuvieron que abando nar las colonias, que nunca fueron parte integrante de su reino, no dejaron un  solo lugar que, andando el tiempo, haya merecido ser declarado Patrimonio de la Humanidad. Solo México tiene más de treinta y tres sitios que han merecido esta calificación por la UNESCO. Algunos son precolombinos y otros obra de la naturaleza, pero muchos se levantaron en periodo virreinal». 
¡Que pase Holanda! «La expansión holandesa tampoco invita al entusiasmo. Los ingleses, como no avanzanban mucho en su propio desarrollo, se dedicaron a frustrar todos los demás. Menos el español, obviamente. Con el holandés tuvieron bastante éxito. De América, los neerlandeses fueron desalojados pronto por los ingleses, que los echaron también de otros lugares. (…) (En cambio, en África, la llegada de los holandeses) dio lugar a, andando el tiempo a la que es probablemente la palabra de origen neerlandés más conocida en el mundo, apartheid». Antes de despachar a los holandeses,  Roca Barea recuerda la historia nada gloriosa de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales y del genocidio en Indonesia.
¡Listo! ¡Que pase Francia! «Durante casi tres siglos, los franceses protagonizan un intento tras otro de tener un imperio en algún sitio». El llamado «Barrio Francés» de Nueva Orleans fue construido por los españoles durante el dominio español de la Luisiana. Luego los ingleses expulsaron a los franceses de América. Fin de la aventura americana y comienzo de un periodo de hambrunas guerras y sangrías. Revolución, Terror, delirios de Napoleón y opereta de Napoleón III. Pero, comenta, Roca Barea, los intelectuales franceses se las han apañado para presentar todo ese desastre como un gran logro de la Gran Francia. «Si la historia de Francia hubiera sucedido en España, estaríamos encantados con tantos fracasos con los que atormentar a las nuevas generaciones. La Revolución francesa, de haber ocurrido en España, sería un ejemplo más de la intolerancia y la crueldad españolas o del famoso cainismo español y como tal se estudiaría».
«Napoleón comienza por proclamarse a sí mismo emperador, y luego ya veremos. Más tarde vendrá su sobrino, y también se autonombrará emperador, aunque no se sabe muy bien de qué». El repaso termina con las andanzas de Francia en Indochina que tampoco acabaron precisamente en gloria. 
Bueno, venga. Lo dejamos aquí. Una tila para ir activando el parasimpático después de tanta risa. 
Y un poco de poesía.
LA luna llena
como mi vida, plena
de luz ajena. 
(Mal que bien, Enrique García Máiquez)