jueves, 4 de septiembre de 2025

Diario. Jueves, 4 de septiembre de 2025

 San Miguel de Salinas

jueves, 4 de septiembre de 2025


En el despacho parroquial se acumulan las diligencias pendientes. Hoy, día de asueto, no voy a avanzar nada. ¿Mañana? Sobre el mañana no tenemos poder así que, parsimonia. 


FARMACIA


—Oiga, ¿tienen Reflex?

—¿En gel o en espray?

—En espray, en espray. 


Pago y hablamos de mi cuello, que hoy no gira, y de un viaje que va a hacer ella a Getafe para ver a su hermana y luego a Salamanca. 


DELANTE DEL ESPEJO DE LA SACRISTÍA


El hongo de la barba, al parecer, ha dejado de extenderse. 

La lepra de la oreja sigue ahí aunque la inflamación ha remitido. 

Saco pecho y me pongo en jarras porque he leído que esa postura es buena para las endorfinas o algo así. 

La congestión nasal, la sordera, el esguince de cuello… Sí, soy el pupas pero aquí estoy, al pie del cañón. ¿Autoestima? Nivel Golden Gate. 


Llega Joan.

—Good morning Father. 

—“I'm handsome. Aren't I?"

—“Very handsome, Father."

—“I wasn't talking to you, Joan. I was talking to the mirror."

JUEVES EUCARÍSTICO Y SACERDOTAL


De los jueves eucarísticos y sacerdotales en San Miguel hay que recordar:

— Con su escasez, los adoradores subrayan la ausencia multitudinaria. 

— Andrés, el organista feliz.

— Paño de hombros de seda y un sinfín de detalles de amor a la eucaristía que solamente Dios, sus ángeles, sus santos y los adoradores, en su escasez, aprecian. 


LA TORRE


Como es día de asueto, voy a La Torre y allí me encuentro con  las gemelas y con Pepe. 

Ellas han estado poniendo orden en un viejo desván o, más exactamente, en una cambra que linda —pared con pared— con mi piso. Han sacado de allí toneladas de basura y algunos tesoros que pintaría yo, si fuera pintor. 


LA TARDE


Contra agitación, parsimonia. 

Después de una buena siesta salgo para Torremendo. 

Son las cinco de la tarde de un día de asueto en Alicante. No carezco de nada. Las gemelas —mis hermanas— me han preparado una cesta de Caperucita repleta de exquisiteces. 

Contra agitación, parsimonia. 

Son las seis de la tarde y todo el pueblo de Torremendo se ha congregado en la iglesia para rezar por Conchi cuyo cadáver vamos a enterrar. 

Contra agitación, parsimonia. 

Son las siete y cuarto cuando empieza, en Los Montesinos, la exposición del Santísimo con incienso y todo. 

Contra agitación, parsimonia.

Son las siete y media cuando me siento en el confesonario. Dos penitentes. Muy bien. 

Contra agitación, parsimonia. 

Son las ocho cuando empieza —puntualmente— la misa de ocho en Los Montesinos. Y, de pronto, ¡zas!, estamos todos en el Cielo. 

Pero dura poco. Contra agitación, parsimonia. 


EL ÚLTIMO ENCUENTRO


Ya de retirada, me encuentro con Ana Isabel y con Wilder que me hacen señas para que detenga mi Lamborghini. 

        Bajo la ventanilla del coche y nos decimos esas cosas que se dicen los amigos y que no tienen mucho sentido pero alegran. No es el último encuentro. 

Ya en la iglesia me encuentro con Tomás, con Delia, con Gloria… No es el último encuentro. 

Ya en la casa abadía ceno ensalada de brócoli con quesos, nueces, pasas… Bendigo a las gemelas. No es el último encuentro. 

Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna y sé que el último encuentro, como el primero, no será un «ale, ya está, se acabó» sino una bendición «llenad la tierra» y un clamor de niños que piden a su Padre: «Hazlo otra vez». 

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