San Miguel de Salinas
sábado, 20 de septiembre de 2025
MISAS
A las once, en San Miguel, misa de la memoria de los santos Andrés Kim, Pablo Chong y compañeros mártires.
A las seis, en Torremendo, primera misa de la víspera del domingo XXV del tiempo ordinario.
A las ocho, en San Miguel, segunda misa de la víspera del domingo XXV del tiempo ordinario.
DESINFESTACIÓN
Después de la misa de once, como estaba previsto, vienen a buscarme las holandesas: madre e hija. Quieren que visite y desinfeste un local que ha sido usado por pakistaníes y en el que han pasado cosas extrañas.
Voy armado con el acetre lleno de agua bendita y el hisopo. Durante el viaje, el agua del acetre va saltando graciosamente y derramándose sobre mis pantalones. Muy bien.
Llegados al local, las holandesas me preguntan que si noto algo raro. Les digo que no, que me parece un lindo y muy luminoso local. Acto seguido lo bendigo todo y asperjo a las holandesas, a mí mismo y cada rincón con abundante agua.
Me devuelven a San Miguel y me dan, admás de una limosna generosísima, vivas muestras de gratitud.
COMIDA EN LOS MONTESINOS
Estoy invitado a comer en Los Montesinos con el nuevo párroco, don Isidro, y su familia.
Llevo una botella de Luis Cañas con una elegante funda negra.
La puerta de la casa abadía está abierta. En la cocina encuentro a algunos seres humanos, me presento, les entrego la botella y avanzo hasta el patio. Allí encuentro a don Isidro, al nuevo arcipreste, don JAG, y al resto de la numerosa parentela de don Isidro: dos hermanas, un hermano que parece una réplica, dos cuñados, una cuñada, dos sobrinos, la esposa de uno de los sobrinos y un sobrino nieto que nacerá el veinticinco de diciembre.
Don Isidro está terminando de preparar un arroz y los demás han preparado una mesa con ensaladas, ensaladillas, agujas de atún y de carne, gambas, mejillones… Se anuncia que, antes del arroz, se servirá un caldo con pelotas y don Isidro me pide que bendiga la mesa. Muy bien.
DIARIO DEL VIERNES
Como el diario del viernes que escribí el viernes por la noche desapareció de mi ordenador, escribo el diario del viernes.
ANA ISABEL, WILDER Y CAMILA
Como ahora está prohibido conducir si uno ha bebido, vienen a buscarme Wilder y Ana Isabel. Vuelvo con ellos a San Miguel, me siento para mirar fijamente al sagrario y, a las cinco y media, Wilder vuelve a buscarme para llevarme a Torremendo.
Después de la misa en Torremendo, Wilder me devuelve a San Miguel.
A las nueve y media, o así, Ana Isabel, Wilder, Camila y yo nos encontramos en el Collie. Vamos a cenar allí. El pueblo está en fiestas y todas las mesas del Collie —las de la terraza y las del interior— están ocupadas o reservadas. Encontramos, por milagro, una mesa alta junto a la barra, con sus taburetes, y nos hacemos con ella. Muy bien.
Luciana no ha venido porque se ha ido a la feria.
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