San Miguel de Salinas
sábado, 6 de septiembre de 2025
Santa María en Sábado
Un penitente antes de la misa de once. Muy bien.
LECTURAS
II Crónicas.
Confesiones.
Mil ojos esconde la noche (2).
DESPACHO PARROQUIAL
Hay tanto que hacer allí que lo prudente es no dejarse llevar por la urgencia.
Para que no se me olvide, pongo una inscripción en la puerta: PARSIMONIA.
Luego me comprometo a no dedicarle más de una hora de este sábado maravilloso.
A las doce —rezado el Ángelus— me pongo a preparar el libro de misas de septiembre. A la una menos diez vacío la papelera y limpio la mesa.
A la una salgo del despacho despacito, sin prisas, dedicándole una sonrisa a la Señora de la Paz.
Ella corre, cum festinatione, cuando hay que correr para servir pero, cuando hay que dejarlo todo en la manos de Dios y el Hijo de Dios se pone parsimonioso y santifica la procrastinación —«mujer, no es mi hora»— se convierte Ella en la Señora de la Parsimonia: «Haced lo que Él os diga».
DOÑA NATI
Doña Nati me ha invitado —qué amable— a comer en su casa.
Hace tiempo —aún vivía Paco entre nosotros— una piadosa mujer de San Miguel de Salinas esparció por el pueblo la especie de que el cura se invitaba a comer por la jeta en casa de doña Nati y Paco. Fue Paco quien me dijo: «Esto dicen: que eres una especie de okupa. Que te has colado aquí y que abusas de nuestra hospitalidad».
Él y yo hicimos un pacto ese día: «Nunca jamás volveré a desayunar, a comer o a cenar en vuestra casa a menos que reciba una invitación por escrito».
Paco pensó —con razón—que yo estaba exagerando pero doña Nati aceptó el reto. Desde entonces doña Nati —cada día— me invita por escrito —por WhatsApp por más señas— a comer en su casa.
Alguna rara vez me excuso: «Gracias, doña Nati pero no podré ir».
Lo normal es que le mande un mensajito con estas o semejantes palabras: «Gracias, doña Nati, por tu hospitalidad. Dios te lo pague».
DE SEIS DE LA TARDE A ONCE DE LA NOCHE
18:00
Voy a la iglesia y preparo en altar para la misa de ocho que celebrará don Paco, el exarcipreste.
18:20
Salgo para La Marquesa. Las calles de San Miguel están cortadas porque va a haber una carrera de gente que disfruta corriendo. Los del ayuntamiento lo llaman «carrera popular».
Las calles están desiertas —ni siquiera hay policías— y cortadas. Decido abrirme paso a lo bestia, removiendo las barreras que ha puesto la policía ausente y circulando —si es menester— por direcciones prohibidas.
19:00
Misa en la Marquesa.
Durante la homilía veo que llega un sacerdote inquieto. Lo acompaña un laico inquieto.
Fiel a mi lema —parsimonia— sigo predicando como si nada.
A l terminar la misa, Marifí me explica el misterio del cura y del laico inquieto.
Al parecer, tenían que celebrar una boda en cierta capilla pero, una vez allí, descubrieron que no había allí ornamentos, ni pan ni vino. Alguien les dijo que solamente Marifí —además de Dios— podría echarles una mano. Por eso decidieron venir a La Marquesa.
19:45
Terminada la misa en La Marquesa llamo a doña Nati con un ruego: que abra la puerta del garaje para que don Paco pueda entrar a la sacristía.
20:05
Llego a San Miguel. Don Paco está revestido y anda buscando el cáliz y eso. Le ruego que empiece la Misa mientras yo, discretamente, preparo el altar.
…
Esto es lo que dejé escrito el sábado. Sin duda pensaba añadir algo más pero se quedó así y me fui a dormir sin publicarlo.
Son las nueve de la noche del martes 9 y me dispongo a recordar algo del domingo 9.
Recuerdo que don Paco celebró la misa de diez en Torremendo y que esa fue su última misa en el arciprestazgo. Por la tarde tomó posesión de su nueva parroquia.
Yo celebré a las once en Los Montesinos, a las doce y media en san Miguel y a las siete y media en La Torre. Terminamos la última misa a tiempo para instalarnos en un saloncito con unas bandejas ante la televisión. Así vimos el emocionante partido Alcaraz-Sinner.
Luego me despedí de Almudena, de Fátima y de Pepe porque volvían a Madrid al día siguiente.
¿Que recuerdo del lunes?
Recuerdo que salí de La Torre a las seis y media y que llegué al hospital a las siete y cuarto —aún no había amanecido— a tiempo para rezar el Oficio de lectura y las laudes antes de la misa de 7:40.
Recuerdo que la humedad relativa del aire era del 81% y que tenía uno la sensación de estar cociéndose en una sauna.
Recuerdo que, después de la misa de once en San Miguel, había quedado con unos novios: él de San Miguel, ella Irlandesa. Charlamos e hicimos el expediente matrimonial. Quedamos en que me mandarían dos testigos para firmar el expediente y que, una semana antes de la boda, volveríamos a vernos para preparar la cosa en sí.
También recuerdo que, por la tarde, fui a Torremendo para celebrar a la Virgen de Monserrate y que hubo traca en la consagración y mucho jolgorio luego por las fiestas.
¡Ah! También recuerdo que Ana Isabel y Wilder tenían una buena noticia que darme y me invitaron a cenar en su casa. Muy bien.
Y de hoy, martes 9, ¿qué recuerdo?
Recuerdo que a las cuatro de la madrugada estaba rezando el Oficio de lectura y que me levantaba a eso de las seis para empezar el día.
Recuerdo la misa de once, la comida en casa de doña Nati, el entierro de Fulgencio a las cinco y la misa de ocho en Los Montesinos. En al misa de once y en la de ocho he predicado sobre san Pedro Claver, esclavo de los esclavos.
También recuerdo que he estado todo el día leyendo y escribiendo tuits.
Ahora tengo que irme a la cama porque me muero de sueño.
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