viernes, 24 de febrero de 2012

Programa para la Cuaresma (II)

Tiene sus ojos puestos en todos los que lo acompañan.
(J.H. Newman)

Encontré la cita atribuida al cardenal Newman en La Misa en cámara lenta de Ronald Knox. Pertenece, según Knox, a un pasaje conocido como descripción de un caballero. La he recordado al leer el Mensaje para la Cuaresma del amable BXVI que recomienda: Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y de las buenas obras. 
No sé por qué me ha dado por pensar que BXVI -tan tímido, tan delicado, tan considerado- debe sufrir lo suyo en este mundo nuestro donde a la brutalidad la llaman espontaneidad o sinceridad y donde la delicadeza suele pasar por afectación. Y no sé por qué me ha venido a las mientes El castellano viejo de Larra. He buscado el texto. Larra va paseando por Madrid y, de pronto, alguien le da una fortísima palmada en la espalda:
traté sólo de volverme por conocer quien fuese tan mi amigo para tratarme tan mal; pero mi castellano viejo es hombre que cuando está de gracias no se ha de dejar ninguna en el tintero. ¿Cómo dirá el lector que siguió dándome pruebas de confianza y cariño? Echóme las manos a los ojos y sujetándome por detrás: -¿Quién soy?-, gritaba, alborozado con el buen éxito de su delicada travesura. -¿Quién soy?- -Un animal [irracional]-, iba a responderle; pero me acordé de repente de quién podría ser, y sustituyendo cantidades iguales: -Braulio eres-, le dije.  
En fin, Cuaresma: ¿cómo decirle a Braulio que es un animal irracional y brutal de tal modo que se entere -las citas literarias le hacen poca mella- y se corrija? San Pablo decía que hay que hacerse todo con todos para salvar a todos. ¿Habrá que hacerse irracional para salvar a los Braulios?
Más bien creo que los Braulios nos han sido dados para que nos ejercitemos en eso de soportar con paciencia los defectos del prójimo y para que crezcamos -al mismo tiempo- en caballerosidad y en fortaleza.
También nos aconseja el Papa que pongamos los ojos en Jesús. No puedo hacerlo sin alabar esa amabilidad que lo trajo hasta nosotros, ese aguante con el que nos soportó y esa delicadeza de la Eucaristía que es Él mismo entre nosotros sin reproches.