viernes, 26 de junio de 2020

Último viernes de junio

viernes, 26 de junio de 2020
San Josemaría

Hoy he terminado el segundo tomo de los Sermones parroquiales de san Juan Newman. El último es el que publicó el 30 de noviembre de 1831 en la fiesta de Todos los Santos.  
Dijo entonces algo que podríamos decir nosotros ahora: «Fue en el pasado costumbre que las iglesias permanecieran abiertas todo el día, a fin de que los cristianos pudieran entrar en ellas en sus ratos de ocio (…). Todo ello ha terminado en la actualidad. No nos atrevemos a abrir las iglesias por miedo a que entren en ellas profanadores en vez de fieles». Inglaterra, 1831. 

El Ceremonial de los obispos dedica el capítulo VII de la parte séptima a la muerte y las exequias del obispo. 
Pide al obispo que sea ejemplar a la hora de la enfermedad y que reciba los sacramentos de la penitencia, la unción de enfermos y la Eucaristía. 
Pide a todos, especialmente al presbiterio y al Consejo de Consultores o al Cabildo que le presten asistencia espiritual durante su agonía y que recen por él. 
Cuando haya expirado debe revestirse su cuerpo con ornamentos de color morado y con las insignias de la misa estacional (sin el báculo). Si ha recibido varios palios, todos ellos deben depositarse en el féretro. Entonces se preparará la capilla ardiente donde los fieles puedan acudir a orar por él y donde se celebrará una Vigilia o la Liturgia de las Horas de difuntos. 
Las exequias las preside el presidente de la CE o el metropolitano. 
La sepultura se hace en la Catedral. 

Viene a verme Reinaldo. Viene a pedir consejo un joven, hijo único, a cuya madre han encontrado hoy muerta en su casa de Bilbao. Me enseña su foto y la reconozco: cuando estaba en San Miguel venía a Misa. Hablo con Pepa, catequista, sobre la organización de las primeras comuniones. 

En Misa somos catorce. 

Fracasología.
A la fascinación por Francia sucede la fascinación por Alemania. Roca Barea dice que Maeztu, Baroja y Ortega y Gasset fueron abducidos por esa moda germanizante. 
Pide Ortega que toda la instrucción superior en España exija el conocimiento del idioma alemán y escribe: «La cultura germánica es la única introducción a la vida esencial». Y comenta Roca Barea: «Cuando escribe esto, Ortega tiene veintiocho años y es natural que esté deslumbrado» dado que Alemania está en plena ascensión. Lo que no le parece tan normal es que su deslumbramiento no decaiga y que dedique su España invertebrada a probar que el problema de España es su carencia de material germánico desde la Edad Media. «Vino después una Segunda Guerra espantosa y Ortega no reflexionó sobre cuánto tuvo que ver en ella la adoración a los dioses germánicos». 
Del krausismo dice Roca Barea que «es una mística indigesta que, afortunadamente, leyó muy poca gente». Y de la Institución Libre de Enseñanza dice que fue un proyecto «pedagógico genuinamente hispano con disfraz alemán» y que «no consiguió derrotar el pesimismo (de los regeneracionistas y de su visión fracasológica) aunque estuvo a punto». 
Luego hace un gran elogio del sabio alicantino y liberal Rafael Altamira y de su personal cruzada contra la hispanofobia que él definió por primera vez y contra el catastrofismo. 
La Dictadura consideraba el patriotismo como algo exclusivo de ella, durante la Transición  ser patriota era ser franquista y en el Estado de las Autonomías ser patriota es ser españolista. Así, concluye Roca Barea, el patriotismo de Rafael Altamira nunca ha podido ser reconocido. 
Su elogio final va para la Generación del 27 «que es posiblemnte el grupo intelectual más desacomplejado que España ha producido en décadas». 
6:50 - 7:20
Me llama María y charlamos largamente. Me pone al día de las noticias familiares. 

7:30
Tengo que recoger a Wilder en Torremendo. Nos vamos a Crevillente. 

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