viernes, 27 de octubre de 2023

Diario. 27 de octubre de 2023

 viernes, 27 de octubre de 2023

6:00

Suena el despertador: Genoveva y John Alistair. 

Desde anoche, cuando el doctor S me dijo que no podrá venir a misa hoy y me pidió que encomendase las almas de estos pacientes suyos, ando repitiendo esos nombres. Dios sabe quiénes son. El doctor S los ha cuidado en esta vida y quiere que su oración —con la de un sacerdote que va a celebrar la santa misa dentro de un rato— los acompañe al cielo.  

6:50

Falta casi una hora y media para que el perezoso sol otoñal asome por los balcones del oriente haciendo callar a los grillos y cantar a los pajarillos. 

El campanario está iluminado como cuando nace un niño en el pueblo. 

Abro la iglesia, me pongo de rodillas. Quisiera adorar a Dios con los ojos fijos en el sagrario pero ellos se empeñan en mirar la velita que hay delante del sagrario. «Genoveva y John. Dales, Señor, el descanso eterno». 

Me levanto, voy a la sacristía y enciendo las luces de la iglesia.

7:00

Salgo para el hospital. Tengo que pedir hora al podólogo. Lo del dentista puede esperar. Misterios dolorosos —porque es viernes— con Benedicto XVI. 

7:20

Aparco en el hospital y, de camino a la sacristía mando un mensaje a Bruno. Que mi León pide revisión. 

Preparo el altar. Misa votivade la Santa Cruz porque es viernes.

Evangelio de san Juan. 

8:00

Misa. Por Genoveva y John. 

8:30

Recojo todo y preparo los libros para el lunes. Oficio de lectura y laudes.

9:00

Voy a ver a don José Luis. En la puerta de su habitación dice que, para entrar, hay que ponerse guantes y bata verde. Me pongo todo lo mandado. Mercedes y Sergio están con don José Luis. Nos saludamos. Don José Luis comulga. Le pido la bendición y nos la da. «Adios, Pablo», me dice cuando nos despedimos. 

9:20

Voy a ver al jefe de personal. «Buenos días. Soy Javier Vicens, el capellán. ¿Eres José Miguel». Y él, levantándose y tendiéndome la mano derecha: «Soy José Luis. Encantado». Estrechamos nuestras manos. Le explico que soy yo quien dejó, poco ha, sobre su mesa, el currículum de Analía, y que le mandé un correo, pero que quedaba bloqueado. «¿Tu correo es j.?». Y él: «jose.». Y yo: «Claro, por eso no llegaba. Pues te lo voy a mandar otra vez. josemiguel.». Y él, sonriendo y dándome una tarjeta: «No, mire: «jose.». Y yo: «¡Ah, qué bien, una tarjeta!». Nos despedimos cordialmente. Creo que lo he dejado un poco perplejo. 

9:40

Salgo para San Miguel. Atasco legendario en Torrevieja. 

10:10

Dejo el coche en el taller de Bruno y voy a la iglesia caminando despacito. Llevo la casulla nueva. La dejo en la sacristía, saludo a Joan y voy a la casa parroquial para tomarme una pastilla rosada. 

10:45

Vuelvo a la iglesia. El féretro de Dolores ya está en la puerta.

11:00

Misa exequial de Dolores. 

11:45

Me despido de Joan.

11:58

Ángelus.

Manual de teología dogmática de Ludwig Ott. Libro II. Sección primera, capítulo segundo y sección segunda, capítulos primero y segundo. 

13:30

Recojo la mesa del despacho. Limpio la pantalla del ordenador y me siento en el sofá para entregarme a la lectura de los periódicos que me ha mandado Rafael. 

14:00

Voy a comer a casa de doña Nati y Paco.

14:50

Nos despedimos

Visita al santísimo.

Imitación de Cristo.

15:45

WhatsApp. Respondo a los que hay que responder. Correo. Borro veinte y contesto a tres. 

Pongo una lavadora.

Bruno me dice que mi coche está listo. Voy al taller, pago y salgo para Los Montesinos. 

Llego a Los Montesinos. La iglesia está cerrada. Llega el padre Stanislao. Nos saludamos. Llega el párroco, nos saludamos, abre la puerta, nos revestimos y comienza la celebración penitencial. 

Dieciséis penitentes. Muy bien. 

18:10

Nos despedimos. Voy a poner gasoil. 

Aparco en el garaje. 

Vísperas.

Llamo por teléfono a Ana Isabel. 

Llamo por teléfono a Teresa.

Vuelvo a llamar a Ana Isabel. 

Correo del jefe de personal de Quirón. Que si puedo mandarle el CV de A. por ese mismo medio.

Llamo a A. Sale el buzón de voz.

Envío un wasap a A. Que si puede mandar el CV por correo electrónico. 

19:10

Voy a casa de Teresa.

Teresa ha organizado una merienda-cena pantagruélica y ha invitado a Ana Isabel, a Wilder y a las niñas. A mí también, claro. 

Soy el primero en llegar. Llevo unos lazos —dulces artesanos que compré en La Roda— y se los doy a Teresa que los agradece. Vicente está en alguna  habitación lejana viendo el partido de la selección femenina de fútbol. Teresa me conduce al comedor.

Ha preparado una mesa elegantísima, como de cena de Navidad. Nos sentamos —cada uno en su silla— y charlamos. 

Llegan Ana Isabel, Luciana y Camila. Muac, muac y todo eso. ¿Y Wilder? Wilder sigue trabajando. Al parecer tiene que entregar las llaves de la casa a unos inquilinos que vienen de lejos y que se retrasan. 

Acaba el partido de la selección femenina y aparece Vcente, altísimo, formidable. Nos levantamos para saludarlo. Volvemos a sentarnos y empieza el festín de Baltasar. La mesa cruje bajo el peso de las viandas cuando llega la enorme cazuela de barro en la que Teresa ha cocinado unas salchichas con vino. 

¿He dicho vino? El que nos han servido es un tinto gallego, regalo, al parecer, del jefe de la policía local. Brindamos. Wilder no llega. Charlamos por los codos. Vicente cuenta cosas de la vida en el pueblo. Teresa recuerda los automóviles de su vida. En un momento determinado comenta que se quedó viuda muy joven. Pregunto a Camila: «¿Sabes qué es quedarse viudo?». Y ella, después de pensarlo un poco, responde tímidamente: «¿Quedarse loco?». Luciana levanta la mano, como en el cole, para intervenir: «Es quedarse sin el marido o la mujer cuando se mueren». Teresa les explica que su marido murió muy joven y que también Vicente es viudo. Y les muestra una foto de la difunta mujer de Vicente. A Camila se le pone una mirada triste porque no quiere que la gente se muera.

Llega Wilder. ¡Fiesta!  Nos ponemos de pie para recibirlo y es de ver como lo abrazan y lo besan sus hijas. Le hemos guardado lo que sabemos que le gusta para que pueda cenar. Nos cuenta que los inquilinos no han llegado y que cuando lleguen tendrá que ir a Rojales para darles las llaves. 

Sigue la fiesta. Mi teléfono me recuerda que tengo que acostarme. Las niñas me recuerdan que mañana es sábado, que no hay que trabajar y que no hay que irse a la cama. Sus padres les recuerdan que también ellos tienen que trabajar mañana. 

Me despidoagradeciendo mucho a Teresa su hospitalidad. Todos se quedan excepto Wilder que me acompaña a la iglesia y me ayuda a cerrar las puertas grandes grandes que están abiertas desde el funeral de esta mañana. Entramos en la iglesia donde ensaya el coro. Saludamos al santísimo y bajamos al garaje. Wilder se lleva mi León a Rojales.

22:00

Yo vuelvo a la casa abadía.

2 comentarios:

  1. Como hay que compartir,le diré que tengo podologa el lunes 6 y despues dentista.Ambas son.mujeres.

    ResponderEliminar

Es usted muy amable. No lo olvide.