sábado, 21 de octubre de 2023
7:27
¿Está silenciosa la plaza del pueblo? No. El camioncito ese de las escobas sube y baja, una y otra vez. Además, hay bastante tráfico.
¿No había que llamar al electricista porque las luces del campanario no funcionaban? Pues mira, el campanario está iluminado.
Estoy observando el fenómeno cuando se acerca y me saluda Hugo. Charlamos. Me cuenta que la antigua puerta de la iglesia era una joya. Que él la recuerda perfectamente. Que un día, alguien llegó y dijo: «Esta puerta hay que cambiarla». Se pregunta Hugo que dónde estará aquella puerta.
Abro la (nueva) puerta de la iglesia y enciendo las luces.
Oficio de lectura y laudes.
Evangelio de san Juan.
8:37
Voy a desayunar a casa de doña Nati. En la calle hace frío. Saludo a doña Nati, a Samira y a Paco. Paco está oyendo un programa sobre Leonard Bernstein en Radio Nacional. Charlamos. Me cuentan que ayer les pusieron las vacunas del COVID —brazo derecho— y de la gripe —brazo izquierdo—. Paco dice que nota que se le ha hinchado la clavícula. Nati dice que es el marcapasos. Nos reímos con una cosa graciosa que se me ha olvidado y nos despedimos.
9:00
De camino hacia la casa abadía saludo a Maruja. Ya no hace tanto frío. Vuelvo a pensar en el misterio de las luces del campanario.
Tercia.
Leo las lecturas del domingo.
Veo, y oigo, en YouTube el comentario exegético de un sabio a las lecturas del domingo.
10.01
El reloj de laiglesia da las diez.
Pongo a trabajar en el despacho al robot aspirador y me dirijo a la iglesia. A medio camino vuelvo sobre mis pasos porque he olvidado el ordenador. Al abrir la puerta del despacho veo que el robot viene hacia mí con la intención de escapar del despacho. Con un pie lo hago desistir de su mala idea y, rápidamente, recupero el ordenador y salgo del despacho cerrando la puerta tras de mí.
10:10
En la iglesia saludo a Joan y a Laura y les ruego que me ayuden a encajar los pestillos del cortavientos. No lo conseguimos. Joan observa que están desalineados. Tomo nota de que hay que llamar a un carpintero aunque no me maravillaría si las puertas se arreglasen solas, como las luces del campanario.
Me pongo la sotana y voy al confesonario.
«Seducirnos unos a otros, esa metadona del deberde amarnos». (El vaso medio lleno)
¿Hay un mosquito en el confesonario? Sí. Pero ¿no lo desinsecté hace nada? Sí. ¿Y no es el confesonario un cubículo perfectamente cerrado y con doble puerta? Sí.
«¡Cuántos fenómenos extraños!»— me admiro mientras vacío un bote de Maton Rapid.
Me aplico a la lectura del comentario del cardenal Vanhoye sobre la liturgia de la palabra de el domingo.
11:00
Misa de santa María en sábado.
11:45
Después de despedirme de Teresa, de Joan y de Laura, me dirijo a la casa abadía. En el centro de la plaza, doce personas —diez de ellas acompañadas por sendos perros— forman un círculo. Todos —también los perros—están en silencio. Me detengo para contemplar el evento.
Uno de los que no llevan perro me saluda. Pregunto que a qué obedece esa manifestación silenciosa. Me responde que están entrenando a los perros. Acto seguido, de dos en dos, perros y amos, evolucionan por la plaza. Luego, silenciosamente, continúan su paseo por el pueblo. Justo en ese momento desfilan por la calle unos veinte motoristas con sus motos bruñidas, relucientes y ruidosas.
12:00
Ángelus.
Esquema para la homilía del domingo.
Celebramos el DOMUND. ¿Qué tiene que ver el DOMUND con las lecturas de hoy?
Pues tiene que ver porque las lecturas de hoy hablan de Ciro y del César. Y resulta que ni Ciro, rey de Persia, ni Tiberio, emperador de Roma, conocían a Dios. De hecho, ambos, se creían dioses. Y, sin embargo, el rey de persia devolvió la libertad al pueblo de Dios y, bajo el imperio de Tiberio, Nuestro Señor Jesucristo nos devolvió la libertad a todos.
¿Quiere esto decir que debemos mirar con simpatía a los que no conocen a Dios? Concluir eso sería apresurado y simplista porque nadie, jamás, se atrevió a mirar con simpatía a Ciro o a Tiberio.
Entonces ¿qué quiere decir?
Quiere decir muchas cosas.
Por ejemplo: que, aunque ni Ciro ni Tiberio fueran tipos simpáticos, Dios se sirvió de ellos para hacer avanzar la historia de la salvación.
También quiere decir que la Historia de la salvación no avanza gracias a los tipos que se hacen los simpáticos y que, a menudo avanza gracias a unos tipos muy antipáticos como los profetas que hablaban en nombre de Dios o los reyes —pobriños— que se creían dioses.
También quiere decir que no debemos esforzarnos por caer bien a todo el mundo sino por hacer el bien a todo el mundo.
Y aquí viene el DOMUND y la misión del cristiano.
Misión es lo mismo que tarea. Y la misión de la Iglesia, tarea de cada cristiano, es llevar el Evangelio a todas las gentes, especialmente a los pobres y a los reyes —pobriños— que se creen dioses. Pero, para eso, para llevarles el evangelio, hay que convir con ellos, como hacen los misioneros y, a menudo, hay que vivir sometidos a ellos en todo aquello que no ofende a Dios.
Treinta y ocho mensajes de WhatsApp.
Pongo en el muro de Fbk de la parroquia el programa diocesano De par en par.
Veo el programa en modo de reproducción «velocidad x1,5».
14.00
Voy a comer a casa de doña Nati. ¡Fiesta! Han venido Gloria y José María. Cigalitas y tertulia larga y risas. ¡Alegría!
16:15
Nos despedimos.
Visita al Santísimo.
Misterios gozosos de verdad.
17.00
Evangelio de san Juan.
17:30
Suena el primer toque avisando a misa.
Me cambio de camisa y voy a la iglesia.
18:00
Misa. Domingo Mundial de las Misiones. ¿Querrá darnos el Buen Dios un corazón grande para que, dejándonos de bobadas, anunciemos a todos el evangelio? Sí.
19:00
Le doy a Teresa el libro que le he dedicado.
Pastilla rosada.
Preparo mi maletita y salgo para La Torre.
20:10
Llego a La Torre. Saludo a Jaime y a Pupé, a Carlos V y a Carmen, a Pablo M y a Araceli. Saludo de lejos a los siete niños que están con ellos. Voy a la ermita a preparar la misa.
20:30
Misa.
21:15
Mientras recojo las cosas, Jaime, Pupé, Carlos, Carmen, Pablo y Araceli dan la cena a los infantes.
21:55
Los infantes se van a la cama. Sus padres se van a acostarlos. Carlos va a disfrazarse, como hace cada noche, para contarles un cuento.
Buen momento para echar un vistazo a los cuarenta mensajes de WhatsApp. Jaime me ofrece una copa de vino. La acepto.
22:06
Acabo de revisar los mensajes. Jaime me trae la copa de vino. Empiezo a revisar el correo. Treinta y cinco correos. Borro treinta y tres.
Me uno a Jaime y Pupé que están preparando la cena.
Vuelven el cuenta cuentos y los demás héroes. Sus niños duermen. Nos zampamos unas hamburguesas y nos llega la media noche recitando poemas. Me despido de todos —muac, muac y todo eso— como si nunca más fuéramos a encontrarnos entre los vivos. Ellos se quedan charlando. ¿Animadamente? Sí.
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