jueves, 19 de octubre de 2023

Diario. 19 de octubre de 2023

 jueves, 19 de octubre de 2023

16:00

Estoy en La Torre, sentado cabe la frondosa citronela, con el ordenador en mi regazo. Ha llegado el momento de escribir lo que recuerdo del día.

Eran las 8:00 cuando, cruzando la plaza, observé el cielo azul coloreado por vagarosas nubes rosadas. Abrí la iglesia, encendí las luces y empecé —Señor, ábreme los labios— con el oficio de lecturas. La lectura de san Agustín sobre el evangelio de san Juan —nadie puede venir a mi si no lo atrae el Padre— respondía a los que se pregntan: «¿Cómo puedo creer libremente si soy atraído?». Y respondía así: «Me parece poco decir que somos atraídos libremente; hay que decir que somos atraídos incluso con placer». 

Pensaba yo que tenía que volver a esa lectura del oficio en algún momento del día. Aquí estoy, cabe la frondosa cironela, volviendo sobre ella. 

Al terminar las laudes eché el primer vistazo a los mensajes de WhatsApp. El archidiácono me decía que el viernes no podrá hacer el servicio que le propuse ayer porque tiene turno de mañana. Teresa me avisaba de que no podría venir hoy a misa. 

Serían las 8:30 cuando me arrodillé: «Señor mío y Dios mío, creo firmemente…». Luego, sentado en el presbiterio, abrí el evangelio de san Juan. 

Cuando el reloj del campanario dio las 9:00 supe que eran las 9:01, porque lleva un minuto de retraso. Me puse a rellenar de parafina alguna velas. Eso  hay que vigilarlo porque, si se quedan sin parafina, se queman  las mechas. Luego desinsecté el confesonario. Entre tanto, pensaba: «¿Cómo me organizaré mañana, dado que el archidiácono no puede llevar a Eva? Y empecé a mandar avisos. 

El primero para el grupo de la capellanía del hospital Quirón. Pedía disculpas por las moletias y anunciaba que mañana no podré celebrar allí la misa. El segundo para un médico que no tiene WhatsApp pero que asiste a diario a la misa del hospital. El tercero lo puse en la lista de difusión de la parroquia. Advertía allí que, mañana, la misa en San Miguel será a las 8:00. El mismo aviso lo puse en el muro de Fbk dela parroquia. 

Para entonces ya tenía seis o siete mensajes de WhatsApp. Y seguían llegando mensajes de los que se daban por enterados de mis avisos. Respondí a dos. A doña Nati —que me invitaba a desayunar— agradeciendo y declinando su invitación. A una feligresa —que me pedía que la sacase de la lista de difusión de la parroquia— diciéndole que lo haría inmediatamente. Y, en efecto, volví a la lista de difusión de la parroquia y quité de ella su contacto. 

Después de recitar la hora tercia volví a la casa abadía para sacar la ropa de la lavadora que había puesto por la mañana, antes de salir de casa, y la tendí. 

Me diponía a volver a la iglesia cuando oí el primer toque llamando a Misa.

A las 10:30, en punto, revestido, salía al presbiterio para exponer el Santísimo. Andrés, en el órgano, incoaba el Tantum ergo. Terminada la exposición, en la sacristía,  Joan me encargó una misa en sufragio por el alma de David Coyle y me entregó diez euros para  el organista. A las 11:00 en punto,empezaba la misa.  

Terminada la misa, otra vez en la sacristía, Nati me dio otros diez euros para el organista. Yo le di cuarenta euros al organista, me despedí de todos y volví a la casa abadía.

Busqué mi maletita y fui metiendo en ella, muy conscientemente: 1. El Don Quijote de Trapiello y El matrimonio cristiano, de Augusto Sarmiento, para dejarlos en La Torre. 2. El Smith of Wotton Major, para leerlo en La Torre. 4. La Imitación de Cristo, para rezar en La Torre. 4. Mi Mac con su cargador. Inconscientemente puse también en mi maletita el teéfono móvil. Muy satisfecho, me dirigí al garaje para ir a Alicante. 

Desde hace un tiempo, a mi coche le cuesta un poco arrancar. Hoy, a las 11:54 le ha costado un poco arrancar y, con una lucecita roja, me ha recordado que hay que llevarlo a la revisión. 

Salía del garaje cuando he echado de menos el teléfono móvil. Volver a buscarlo a la casa abadía sigificaba llegar tarde a La Lloseta. El semáforo estaba rojo y tuve tiempo para reflexionar. ¿No lo habría metido inconscientemente en mi maletita? Con alivio comprobé que estaba allí. Infringiendo un artículo del Código de Circulación, lo saqué de la maletita y lo puse en su soporte justo antes de que el semáforo se pusiera en verde. 

Ya a las afueras de San Miguel, tocaba rezar el Ángelus. 

No queriendo jugarme la vida ni volver a infringir la ley, me detuve en una gasolinera para buscar en YouTube mi lista de poemas. Así, oyendo mis poemas preferidos, llegaba a La Lloseta a las 12:44, con germánica puntualidad.

Como el Círculo no había empezado, bajé al oratorio para hacer una visita al Santísimo. Como las voces que me llegaban desde arriba me indicaban que el Círculo no había empezado, me puse a leer Las fundaciones. Media hora después oí a mis espaldas la voz de don Javier M que me preguntaba con extrañeza: «¿No has llegado a tiempo al Círculo?». A lo que repuse: «Llevo aquí media hora y esas voces que llegan desde arriba indican que el Círculo no ha empezado aún». Subimos juntos y comprobamos que, en efecto, don Richi, encargado de dar el Círculo, aún no había llegado. 

Llegaba don Richi, jadeante, unos minutos depués y, tras presentar unas excusas que todos aceptamos con gran comprensión, comenzó el Círculo. 

Luego alguien sacó el aperitivo y yo pedí confesión a don Richi. Después nos despedimos y salí para Torrellano. Comí allí y vine a La Torre. 

Sentado cabe la frondosa citronela empecé a escribir lo que acabo de escribir. 

16:45

Smith of Wotton Major.

17:15

Pongo el Don Quijote de Trapiello con los libros de mi biblioteca cervantina y El matrimonio cristiano con los manuales de teologías. 

17:25

Riego la frondosa citronela, el ficus que me trajo Nines de Tierra Santa y los jazmineros. Me encuentro con el jardinero y charlamos. Le pregunto que por qué no prosperan los jazmineros. En su opinión les da demasiado el sol. Pronostica que ahora, con el otoño, mejorarán. Sugiere que estarían mejor, como el ficus, si los trasplantase de la maceta a la tierra. Tomo nota. 

17:50

Rezo el rosario caminando depacito por el palmeral. 

El cielo, cubierto de nubes grises, y el viento que agita las hojas de las palmeras, anuncian una de esas tormentas que, aquí, no traen agua. A mi paso van cayendo, como pequeños proyectiles, los dátiles maduros. En el quinto misterio empieza chispear. Antes de acabar las letanías ya ni chispea. 

18:17

Voy a la ermita con la Imitación de Cristo y recuerdo —¡vaya!— que he olvidado en San Miguel los purificadores. Joan —qué amable— los ha lavado y planchado. Se han quedado en la sacristía. 

Para rezar vísperas me pongo la kipá que traje de Tierra Santa. 

Recito la salve ante la imagen de la Virgen del Carmen.

 19:15

Cuarenta mensajes de WhatsApp: Teresa (3), el archidiácono (2), Michael O’Brien (1), arciprestazgo (1), Visi (1), chat familiar (9), Eva  (1), capellane hospital (2), Asociación Tabarca (8), Anne Purdonne (1), Encarnita (1), Armin (1), Wilder (1), Mariano (1), Joaquín (1), Dr S (1), Dr GL (1), Biblioteaca Tabarca (3). 

Pongo en mi maletita el Mac con su cargador, el Smith of Wooton Major, la bata del hospital y unos pantalones que olvidé aquí el fin de semana pasado. 

Me tomo una pastilla rosada y me dipongo a salir, de vuelta, para San Miguel. Pero recuerdo que hoy vienen Pupé y Jaime con Urraquita. ¿Qué me impide quedarme a cenar con ellos? 

Mensaje a Jaime. Que a qué hora piensan llegar. Mensaje a Pupé. Lo mismo. Responde Pupé: que llegarán tarde. 

No los espero. 

21:15

Ya en San Miguel, Completas. 

Apago la luces y cierro la iglesia.

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