martes, 14 de noviembre de 2023

Diario. Martes,14 de noviembre de 2023

martes, 14 de noviembre de 2023

7:20

Abro la iglesia, enciendo las luces y salgo para Orihuela.

Por el retrovisor, a mis espaldas, veo el resplandor de fuego que anuncia la salida de sol. A los lados de la carretera se extienden las plantaciones de limoneros iluminadas por la luz rosada que se refleja en las nubes. 

Misterios  dolorosos con Benedicto XVI.

7:50

Aparco en la puerta del lugar donde voy a hacer mi cursillo de riesgos laborales y donde me van a hacer el reconocimiento médico. Me siento en la placita arbolada y saco mi Kempis.

8:30

Entro en la oficina. Una recepcionista muy amable me presenta al instructor que me va a instruir. Me dice su nombre, lo olvido mientras sacudimos nuestras manos derechas cordialmente. Me anuncia que el cursillo empezará en cinco o diez minutos y me da quince o veinte folios para que los lea. Como ya los he leído, porque me los mandaron por correo, y me los sé de memoria, me pongo a recitar el oficio de lectura.

8:50

Empieza el cursillo. Estamos, solos en un aula, el instructor —la mar de amable— y yo. Después del cursillo me hace un test para evaluar mi capacidad de comprensión. He pasado, con éxito, la prueba. Me felicito y nos despedimos.  

Como el reconocimiento médico no empieza hasta las 11:00 tengo tiempo de sobra para salir a la plaza, recitar laudes y trastear en Twitter. 

Me llega, por correo, un bonito diploma que certifica que soy un experto en riesgos laborales. Lo envío al departamento de nóminas del obispado.

Vuelvo para el reconocimiento médico. Una doctora muy amable me  pesa, me mide, me hace una prueba de oído y de vista, y me saca sangre para analizarla, supongo. Luego me indica dónde puedo esperar para las siguientes pruebas. Un doctor, cuyo acento no identifico pero que puede ser italiano, me invita a pasar a su consulta. Allí me hace un electrocardiograma y mil preguntas.  Luego me golpea con un martillo en las rodillas. El trato que me dispensa —si quitamos lo del martillo— es, más que amable, paternal y cariñoso. Muy bien. Nos despedimos.

11:30

Salgo para San Miguel. 

12:00

Aparco en el garaje de la iglesia.

Ángelus. 

Voy a la casa abadía para desayunar alguito. 

12:30

Voy al ambulatorio para pedir cita para los análisis del reumatólgo. 

Hoy, no sé si será porque hace un día espléndido, encuentro a todo el mundo sonriente y alegre. La señora que me atiende en el ambulatorio se lleva la palma en eficiencia y jovial servicialidad. 

Voy al cuartelillo de la Guardia Civil para dar cuenta de los objetos devueltos por el pecador arrepentido. El guardia que me atiende —cuyo acento y simpatía delatan que es del sur— me atiende atentamente y me dice que ahora no hay nadie en la oficina pero que, si vuelvo mañana, me atenderán atentamente. Nos despedimos estrechando nuestras manos derechas y sonriendo.

Wasap del tanatorio. Que si podemos celebrar el funeral de Carmelo mañana a las once. Que sí.

Voy al banco. Aprovecho la cola para rezar tercia y aún me queda tiempo para trastear en Twitter.

Voy a comprar un regalito para Bea.

14:00

A&H, S y su marido, Heinz y su mujer, y yo celebramos el cumpleaños de Bea. Le doy su regalito. Me lo agradece mucho. 

16:00

Me despido de todos para ir a la iglesia. Saludo a Teresa y a Gloria, que ya han llegado, y a Andrés que está llegando.

16:30

Funeral de Carolina.

17.20

Pongo la esquela de Carmelo en el muro de Fbk.

De camino a la casa abadía me cruzo con Teresa y con los niños de catequesis.

Saludo a Carlos Andrés y a Michael.

En la casa abadía limpio mis zapatos.

17:30

Salgo para el hospital con el Santísimo.

17:55

En el hospital saludo a Mercedes, a Daniel y a don José Luis.

Saliendo del hospital saludo a Antonio.

18:35

Salgo para San Miguel. El cielo exhibe una increíble gama de azules que se deshacen al oeste en los amarillos y naranjas del sol que se despide.

18:55

Enciendo las luces del altar y las seis velas del sagrario. 

Evangelio de san Mateo.

19:30

Apago las velas y las luces y cierro la iglesia. 

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