sábado, 4 de noviembre de 2023

Diario. 4 de noviembre de 2023

 sábado, 4 de noviembre de 2023

7:55

Chateo con Ana Isabel. No podré ir a comer con ellos porque a las 15:30 tengo que estar en Guardamar. 

Chateo con el archidiácono. Tendríamos que vernos en el despacho del cementerio.

8:05

El aire muy limpio y los gorriones contentos. 

Bernardo me saluda desde la farmacia. Le devuelvo el saludo.

Abro la iglesia. Las luces se quedaron encendidas anoche. 

Empiezo con el oficio de lectura. Entra Bernardo y va a rezar ante el Cristo resucitado. Yo, a lo mío. Desde la puerta me pregunta que a qué hora  es la misa. Desde el presbiterio le contesto que a las once, y sigo a lo mío. 

Laudes. 

Bernardo entra otra vez. Murmura alguna oración con voz cavernosa ante el Cristo resucitado y se va. Yo, a lo mío.

Meditación con el capítulo 19 del evangelio de san Juan. 

9:00

Chateo con doña Nati. Hoy comeremos pronto. 

Chateo con Joan. Primer sábado de mes. 

Vuelvo a la casa abadía. 

Hay que poner el lavaplatos con los cacharros de anoche. Ya está.

Hay que poner a trabajar el robot aspirador. Primero hay que limpiarlo. Ya está. 

9:25

Me llama el archidiácono. Que ya han abierto el despacho del cementerio. Tengo tiempo de ir, hablar con la nueva encargada y volver a para las confesiones y la misa en San Miguel. Salgo para Torremendo.

9:45

Me presento a la nueva encargada —muy amable— que me presenta al nuevo encargado —muy amable—. Charlamos, intercambiamos contactos y me despido. 

Hablo brevemente con Yoli, que me está esperando, y vuelvo a San Miguel pensando que no me ha quedado muy claro si tenemos nueva encargada o nuevo encargado. 

10:24

Llego a San Miguel, mando un wasap a Yoli, me pongo la sotana y me siento en el confesonario. 

Un penitente. Muy bien. 

Tercia. 

Leo la reflexión que manda Patricia cada día. 

11:00

Misa dela memoria de San Carlos Borromeo. 

11:30

Vamos a rezar el rosario al cementerio. 

12:00

Vuelvo a la iglesia y me encuentro con el doctor B. que ha venido creyendo que la misa era a las doce. Charlamos. Me cuenta que Concepción se ha ido a  Estados Unidos porque Rita ha dado a luz. El bebé se llama Mateo. 

12:30

Nos despedimos y voy a la casa abadía.

Comienzo la lectura de Nahún. Son solo tres capítulos. 612 a.C. cae Asiria: buena noticia. 

Veo el programa De par en par y lo pongo en el muro de Fbk de la parroquia. 

13:14

Saco los cacharros del lavaplatos. Pongo a cargar el robot aspirador.

La revolución española vista por una republicana. 

13:50

Voy a casa de N&P. Los saludo. Saludo a Roberto. Después de bendecir los alimentos comemos en silencio. Yo porque tengo prisa, ellos por otras causas.  Me cae un poco de sopa en la camisa. Entonces llega Roberto sobrino. Saluda y lo saludamos. Su tío le dice que lo ve flacucho y él exhibe su biceps derecho que es más grueso que su tío. Empiezan a hablar de dietas y costumbres sanas pero yo ya me he tomado el café y me estoy despidiendo.

14:20

Voy a la casa abadía y me cambio de camisa porque la que llevaba —muy linda, color gris perla— tiene pequeños lamparones de sopa. 

Voy a la farmacia para comprar pastillas rosadas porque me he zampado seis pastillas de Almax que están muy buenas pero no hacen nada. 

Voy a la iglesia y trato de mirar fijamente al sagrario pero me da sueño. Cojo mi Imitación de Cristo y me pongo a pasear por las capillas laterales con las consideraciones de Tomás de Kempis que empiezan así: «No podemos confiar bastante en nosotros mismos, porque a  menudo nos faltan el buen juicio y la gracia… a menudo obramos mal y nos disculpamos peor». 

15:00

Salgo para Guardamar. Mi GPS me dice que voy a tardar 31 minutos. Eso quiere decir que llegaré con un minuto de retraso. Luego me dice que coja la autopista de peaje, pero no quiero. Sigo recto y mi GPS me dice que, por el camino que he elegido, tardaré un minuto más. Acelero. Me encuentro con un camión de Thabisam y tengo que  ir detrás de él a 80 kms/hora. Tomo la desviación de La Marquesa y mi GPS me advierte que, por ese camino, tardaré un minuto más. «Tú qué sabes», le digo. Y acelero. Cruzo Los Montesinos y salgo por la parte que va a Guardamar. Ahora —je, je— mi GPS reconoce que llegaré a Guardamar a las15:31. Me felicito.

15:31

Aparco, cerca del hotel que es mi destino, en una calle que baja suavemente hacia la playa de Guardamar. Pongo el freno de mano y me apeo.

En el hotel me encuentro con Miguel —muac, muac— que me dice que no hay prisa porque los otros dos curas que han venido a la celebración penitencial  aún están tomando café. Saludo al flamante cura de Rojales. Se sorprende al verme con camisa negra porque está acostumbrado a verme con camisas de un lindo color gris perla. Le explico lo de la sopa. Saludo al cura de San Fulgencio a quien el obispo ha encargado la atención pastoral de las comunidades que celebran con el Misal de San Juan XXIII. 

Bajamos al salón donde va a tener lugar la celebración penitencial hablando en griego acerca de la parresía, el carisma y los iconoclastas. El flamante cura de Rojales sale a fumar. El cura de San Fulgencio se pone a canturrear el Pregón Pascual y yo me siento en mi rincón para rezar vísperas. «¿No se encargan de eso las monjas?» bromea el cura de san Fulgencio. (Es un viejo chiste sobre un cura que no rezaba las Horas  porque las llamaba Oficio de Monjas). 

Llegan los penitentes. Miguel les dirige un fervorín, el cura de San Fulgencio les habla de Natanael y empiezan las confesiones. A mi rincón se acercan doce penitentes. Muy bien. 

16:45

El cura de Rojales me hace caer en la cuenta de que ya no hay más penitentes. Nos despojamos de nuestros ornamentos y salimos: él a fumar, yo, pitando, para San Miguel. 

En la calle observamos un fenómeno inexplicable. Mi León ha abandonado el aparcamiento donde lo dejé, con el freno de mano, y se ha deslizado por la suave pendiente que va a la playa de Guardamar. Por fortuna no ha llegado al mar pero se ha quedado atravesado en el paseo marítimo. Por fortuna no hay policías ni, apenas, tráfico en la zona. 

Entro en mi León y compruebo que el freno de mano está puesto. Muy admirado por el fenómeno, me despido del cura de Rojales y me dirijo a San Miguel de Salinas oyendo los Cuatro Cuartetos de T.S. Eliot. 

17:25

Me siento en el sillón de orejitas de la casa abadía y leo el comentario del cardenal Vanhoye a las lecturas del domingo. Suena el primer toque  de misa y colijo que Teresa se me ha adelantado una vez más. ¡Qué bien! Yo sigo con Vanhoye. 

17:45

En la sacristía saludo a Teresa que lo ha preparado todo para la misa y el bautizo de Martín Jesús. Me revisto para la misa. 

17:55

Teresa está mostrando su inquietud porque no llegan ni Martín Jesús ni los que iban a cristianarlo cuando llegan todos, sin muestra de inquietud.

18:00

Misa de víspera del domingo XXXI del tiempo ordinario. Mientras Teresa lee el salmo que dice: «como un niño en brazos de su madre» miro fijamente a Martín Jesús que está profundamente dormido en brazos de su madre, María. 

En la homilía digo que toda autoridad viene de Dios y que, por eso, es tan amable la autoridad. la de las madres como la Iglesia, especialmente. Que la hacen antipática los que abusan de ella, los que se ríen de ella, los que la adulan y los que la temen. Y que el Buen Jesús no hizo nada de eso. 

Después de bautizar a Martín Jesús con alegre regocijo, seguimos con la misa, presentamos a Martín Jesús ante la imagen de la Virgen del Rosario, para confusión de Martín Lutero y alegría de Jesús Maestro, y rezamos un responso mirando la imagen de la Virgen del Carmen que está en el coro sacando almas del purgatorio. Teresa ha iluminado esa imagen que veneramos tanto en noviembre prendiendo ante ella una candela roja. 

18:45

Salgo pitando para La Marquesa.

Llego a tiempo para confesar a un penitente. Muy bien.  

19:00

Misa en La Marquesa. 

En la homilía digo lo mismo que dije en San Miguel, pero repito varias veces la palabra «parresía» que le encanta al Papa. No hay que tenerle miedo a la autoridad porque viene de Dios. Uno solamente puede temer a la autoridad porque quien la ejerce es un ogro o porque uno es un pusilánime. Esto último me deja pensativo. 

19:45

Vuelvo a San Miguel, compro pan en Más y Más, apago las luces de la iglesia, preparo una cena ligera en la casa abadía, me la zampo después de bendecirla, y escribo esto.

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