jueves, 2 de noviembre de 2023

Diario. 2 de noviembre de 2023

 jueves, 2 de noviembre de 2023

7:28

Suena el primer toque de misa. Colijo que Teresa se me ha adelantado. 

7:35

Llego a la iglesia, saludo al Santísimo, saludo a Teresa, registro los libros y vuelvo a la casa abadía en busca de mi ordenador. 

Regreso a la iglesia, me pongo la sotana y me siento en el confesonario. 

Oficio de lectura.

8:00

Primera misa en el día de todos los fieles difuntos. Pensaba yo que no vendría nadie a estas horas, pero somos dieciséis.

8:45

Llega el archidiácono. Rezamos laudes. 

9:00

Él se va a sus asuntos y yo voy a la casa abadía.

Pastilla rosada.

Me llega en un wasap el manifiesto, firmado por doscientos y pico periodistas, contra el asalto al poder de Sánchez. 

9:20

Vuelvo a la iglesia. Leo el capítulo 16 del evangelio de san Juan y miro fijamente al sagrario. Vuelve el archidiácono, entra en la sacristía, sale con su dalmática, nos saludamos sin palabras. Él se va, yo sigo con san Juan. 

9:50

Vuelvo a la casa abadía para recoger mi maletita con algunos libros para La Torre. Me cruzo con Joan y Laura. Nos saludamos. 

Me advierten en un wasap de que el manifiesto que he leído es ya muy viejo. A mí sigue pareciéndome actual.

10:10

Vuelvo a la iglesia con mi maletita, me pongo la sotana y me siento en el confesonario. 

Tercia. 

Joan me pregunta qué tipo de señal hay que dar para la misa. Sugiero que el toque de difuntos. Poco despues, din, don, din, don… primer aviso para la segunda misa del día. 

10:30

Exposición del Santísimo. 

Andrés, desde el órgano, incoa el Pange lingua.

11:00

Segunda misa de todos los fieles difuntos.

Después de la misa le pregunto a Andrés si puede reparar las puertas de la iglesia y cambiar las cerraduras. Dice que sí. Me felicito 

12:10

Salgo para La Lloseta. Voy con los misterios dolorosos.

12:50

Llego a la Lloseta. 

14:00 

Me estoy yendo de La Lloseta cuando me cruzo con don Iñaki Y. Nos estrechamos las manos por primera vez en la vida. Tomo nota porque es un sabio. Su nombre lo encontraba escrito en el la Historia de la filosofía antigua —manual que aún consulto— cada vez que intentaba meter en mi cabeza alguna noción de filosofía. 

Reconfortado por este encuentro providencial con un sabio, me dirijo al encuentro de un amigo con el que he quedado en Torrellano. 

14:25

Llego a Torrellano y leo un wasap de Juan. Que ya ha llegado. 

Lo ha mandado a las 14:01. Quiere decir que lleva 24 minutos esperándome. No me aflijo porque habíamos quedado a las 14:30. Pero me preocupo porque, la última vez que quedamos en Torrellano se me olvidó que teníamos una cita y lo dejé colgado. Teniendo en cuenta que había venido desde Finestrat solamente para verme, sigue pareciéndome un descuido  imperdonable. El hecho de que él  lo haya perdonado y nunca me lo haya recordado abona mi confianza en su amistad. 

Le mando un wasap: «¿Dónde estás?». Y él:  «En el bar de La Posada». Me asomo al bar y lo veo acodado en la barra con una birra

Nos saludamos afectuosamente y vamos al comedor. 

De la comida no hablaré. Charlamos por los codos, como si nos hubiéramos visto ayer. Él habla —vehemente y amablemente— de sus amores: de Cristián, de sus hijos de sus nietos. Me enseña fotos de cuando hizo la mili, de cuando se quedó como encandilado de Cristián —que en la foto se ve linda aunque en la realiad se ve mejor— de su último viaje a Texas  y a Nueva York. Yo le cuento mis cosas y sonríe. Creo que eso es un amigo: alguien que se atreve a hablarte de sus amores y que sonríe cuando le hablas de tus cosas. 

17:15

Nos despedimos como se despiden los amigos: deseándonos lo mejor, dándonos vivas muestras de gratitud y lamentando no vernos más a menudo.

Voy a La Torre por el camino de Santa Ana. El sol y el viento  vienen de poniente. Sé que el sol viene de poniente porque me lo dicen las palmeras, el Maigmó, y las  casas que voy dejando atrás: brillan por la izquierda. Por la derecha se van ocultando. Sé que el viento viene de poniente porque es tibio, como el perezoso sol otoñal. Abre uno las ventanas que dan a poniente y la casa se calienta.

17:30

Llego a La Torre, voy a mi piso y abro las ventanas de poniente. 

Salgo para regar los jazmineros y me encuentro con el jardinero que me dice: «Este viento no trae lluvia ni nada bueno». 

Voy a la ermita con la Imitación de Cristo. 

18:45

Dejo en La Torre los libros que he traído para dejarlos aquí. 

Salgo para Torremendo. Ya es de noche y el viento está, no sé, furioso o algo así. 

Por la autopista vamos tan despacito que nos adelantan los camiones. Al llegar a Elche el viento es huracanado o algo así. Un camión empieza a adelantarme y, de pronto, se me echa encima. Freno un poco, me meto en el arcén y encuentro allí dos arbustos rodantes. Uno pasa por debajo del coche y el otro rebota en el parabrisas y vuela por encima. Por fortuna, los coches que van detrás de mí también circulan despacito. No se me hiela la sangre como dicen los que cuentan historias de miedo pero: 1) Siento en el pecho, por la parte del corazón, como un latigazo. 2) Por la parte del estómago se me hace como un nudo. 3) Me entra un temblor en las piernas. Me repongo y dejo que me adelanten hasta las tortugas. 

19:50

Llego a Torremendo. En la iglesia hay diez personas. En la sacristía está el  archidiácono. Le cuento mi última aventura esperando que me abrace o algo así  pero no. Con fría indiferencia se limita a decirme que en Torremendo también hay un vendaval —cosa evidente— y que se ha ido la luz varias veces. 

20:00

Tercera misa de difuntos. 

El viento silba, sopla, y mueve las puertas y las ventanas. E. se levanta y cierra la puerta de la sacristía. A. se levanta y trata de cerrar las puertas de la iglesia pero no puede. Las deja entornadas. 

Al terminar la misa, el archidiácono y yo bajamos para cantar al pie del  altar el Pie Iesu y rezar un responso. Y entonces, de repente, amaina el viento. 

20.45

Me despido del archidiácono y de los flamantes esposos que se casaron el mes pasado y han venido a recoger unos papeles. 

21:00

Llego a san Miguel. Dos policías locales me saludan. Les devuelvo el saludo mientras aparco en el garaje. 

Subo a la iglesia. Vísperas. 

Apago las luces y cierro la iglesia. 

En la puerta encuentro una corteza de palmera de  unos cuatro pies de largo. 

Llego a la casa abadía y no hay luz. Han saltado los plomos. 

Aquí lo dejo. 

4 comentarios:

  1. Gracias, Javier, hasta pronto, espero.

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  2. ay don Javier, que susto. Por aqui.viento feroz tambien.

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Es usted muy amable. No lo olvide.