martes, 27 de agosto de 2024

Diario. Martes, 27 de agosto de 2024

 San Miguel de Salinas

martes, 27 de agosto de 2024


5:30

Me despierto. Oficio de lectura y laudes. 

Vuelvo a dormir.

7:30

Me levanto.

8:00

Desayuno. 

8:20

Abro la iglesia y me siento ante el sagrario.

9:00

Me acomodo en el confesonario. He traído de casa una tableta de chocolat lait-caramel fabricada por los cistercienses de la Abbaye de Castagniers que compré en Suiza para Joan. La dejo en el confesonario que tiene aire acondicionado. 

Tercia. 

Preparo un esquema para la meditación del retiro de esta tarde. 

Trasteo en X. 

Lectura de Las Moradas. 

10:00

Llegan Joan y Laura. Les hago entrega del chocolate y les recomiendo que lo dejen en el confesonario hasta que se vayan. Charlamos. Me cuentan que Matthew vendrá en septiembre. Me alego. 

Vuelvo al confesonario. 

Lectura de Evangelio de San Lucas. 

11:00

Misa. 

11:35

La viuda de Sergio, el maestro relojero, me avisa de que llegará a Torrevieja en veinte minutos. Es el tiempo que necesito para ir a Torrevieja. 

12:00

Llego a Torrevieja donde encuentro un atasco monumental. Imposible aparcar en la estación de autobuses. Empiezo a dar vueltas alrededor de la estación y mando un mensaje a Rosa —que así se llama la viuda de Sergio, el maestro relojero chileno— para que salga a alguna de las tres puertas. Sorpresa: Rosa no viene sola. La acompaña Evangelina, una dominicana evangélica  del color del chocolate 100% caccao y amiga de doña Nati y mía. Suben a la parte de atrás del coche, les pido que recemos al ángel de la guarda para que nos facilite un aparcamiento y doy otra vuelta a la estación para aparcar un momento en una parada de taxis. Lo primero que tenemos que hacer es buscar una oficina de Money Gram para cobrar la última entrega de la pensión de Sergio. El dinero lo mandó desde Chile, a mi nombre, un hermano de Sergio. 

Busco en Google «Money Gram en Torrevieja». Sorpresa agradable. Hay un locutorio que trabaja para Money Gram justo enfrente de la parada de taxis en la que he parado. Alabamos a Dios —cosa que se le da muy bien a Evangelina porque es evangélica— y le damos gracias por los ángeles de la guarda. Las dejo en el coche y cruzo la calle para entrar en locutorio. Lo regenta —como todos los locutorios del mundo— un indio. Mientras me atiende habla en algua lengua de la India con otros indios que están allí y me sonríe. Firmo todo lo que hay que firmar, tomo el dinero —trescientos cuarenta y cuatro euros con veinte céntimos— y corro. Tal como me lo ha dado el indio se lo doy a Rosa que se apresura a decirme, como avergonzada, que no ha venido para eso. La tranquilizo. Sé que no ha venido para eso pero era urgente hacer eso porque la transferencia se hizo antes de irme yo a Suiza. Salimos del infierno que son los alrededores de la estación de autobuses de Torrevieja sin rumbo fijo. Solamente buscamos un sitio donde poder aparcar el coche para charlar. Cuatro minutos después el ángel de la guarda nos muestra un sitio cabe la terraza sombreada de un bar de Torrevieja. Nos sentamos en la terraza. Evangelina no quiere tomar nada, Rosa pide un descafeinado de sobre y yo —por mis pecados— una Cocacola. Evangelina, que es delicádisima, se aleja un poco de nosotros y se pone a consultar su teléfono como diciendo: «pueden ustedes hablar de lo que quieran porque yo  estoy en otra parte». Entonces Rosa se pone a hablar de Sergio y se emociona y llora no poco y se ve que sigue muy enamorada de él. Pero quiere —porque dice que ha venido para eso— que yo le cuente lo que viví con Sergio desde que lo conocí en diciembre del año pasado. Y yo le cuento que nos hicimos amigos y ella sonríe. Le cuento otras cosas que he contado en este diario y ella reconoce en mi cuento al caballero generoso, bueno y algo quijotesco que es Sergio. Luego me ofrezco para llevarlas de vuelta a la estación de autobuses. Evangelina se quedará en Alicante y Rosa seguirá su viaje hasta Benidorm donde vive con una pensión no contributiva y con los trabajitos que hace en casa fabricando collares y pulseras. Cuando nos despedimos lo hacemos como amigos que desean, de verdad, volver a verse. 

13:30

Salgo para San Miguel. 

13:50

Llego justo a tiempo para recibir a Sara a Paco y a su hija que han venido a verme desde Mazarrón donde están pasando unos días de vacaciones. Conocí a Paco hace cosa de treinta años en Alcalá de Henares. Luego él me presentó a a Sara. Luego se casaron. Luego nació su hija a la que no le gusta que le den besos los desconocidos como yo. Prefiere los abrazos. Le propongo que nos saludemos como en la liturgia romana co una inclinación de cabeza. La idea le gusta. Los invito a comer en el chino de san Miguel y charlamos y charlamos y me cuentan cosas que me hacen reir y les cuento cosas que son recuerdos. Luego nos despedimos como amigos que, de verdad, desean volver a verse. Muac, muac y todo eso a Sara. Un abrazo largo a Paco. Una inclinación de cabeza a la niña. Son artistas. Los tres  pintan y Paco toca la batería en grupo que actúa mayormente en Alcalá.

17:00

Salgo para el hospital. Antes he tenido tiempo para ducharme y cambarme de camisa y de pantalones. 

17:30

Me siento a confesar en la sacristía del hospital. Tres penitentes. Muy bien. 

18:00

Concepción entra en la sacristía para decirme que es la hora de la meditación. Salgo moqueando y estornudando por el aire acondicionado y predico durante media hora con el capítulo 15 de San Lucas: el hijo pródigo. 

18:30

Vuelvo a sentarme en el confesonario de la sacristía. 

18:45

Concepción me dice que el retiro ha terminado y nos despedimos. Subo a la azotea del hospital. Vuelvo a bajar y salgo para San Miguel. Misterios dolorosos con BVI. 

Jose, alias Harry Potter, fue monaguillo en Finestrat. Ahora me dice  que se ha comprado allí una casa allí y que quiere que vaya a bendecirla. Me alegra la tarde.

19:30

Voy a Más y Más para comprar salchichas. 

19:50

Voy a la iglesia: vísperas. 

20:15

Voy a la casa abadía y me preparo la cena. 

21:15

Después de recogerlo todo, me siento para escuchar —otra vez— Arabesque 1 y 2.

Luego me pongo a leer La Nueva Jerusalén. 

Luego echo en falta mi teléfono. He debido de olvidarlo en el coche. Voy al garaje y lo recuoero, 

22:00

Tengo un montón de llamadas perdidas. Unas bodegas de Jerez me dicen que no han podido entregarme el pedido que les hice porque no me han encontrado en casa. No me extraña. Pero me deja helado una llamada perdida del arcipreste. No necesito más para saber por qué me llama. He olvidado que tenía que celebrar la misa en su parroquia a las 20:00. 

Llamo al arcipreste para pedir perdón y penitencia. Me perdona, no me pone penitencia. Está en Asturias.

22:15

Voy a la Iglesia. Completas. Treinta y nueve mensajes de WhatsApp.

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