Friburgo
domingo, 18 de agosto de 2024
7:00
Oficio de lectura y laudes.
Oración con La Cena del Cordero.
7:50
Bajo al comedor para desayunar.
8:30
Voy a la recepción del hotel donde he quedado con Armin. Damos un paseo hasta la parada del autobús que nos llevará a la iglesia de San Pablo.
Se trata de un complejo parroquial magníficamente construido hace unos cincuenta años y maravillosamente mantenido desde entonces. La iglesia —un espacio de unos novecientos metros cuadrados sin una sola columna— tiene un amplio presbiterio con el ambón, el altar y la pila bautismal integrados en él. El sagrario está en el presbiterio y, en una esquina, hay una pequeña capilla con otro altar, supongo que para celebrar la misa entte semana. Confesonario no hay.
La sacristía es un modelo de organización y de diseño. La pared que da a la iglesia está cubierta por los armarios, cajoneras y mesas de rigor. En la pared opuesta se abre un ventanal, tan largo como la habitación, que da a un jardín.
Los ornamentos están perfectamente ordenados y limpísimos.
Compruebo, con satisfacción, que no hay en el templo ni en la sacristía ninguna de esas acumulaciones de macetas, idolillos y objetos de cotillón que tan a menudo afean nuestras iglesias.
Saludamos al párroco: un ser humano de ochenta y tres años que sonríe permanentemente y habla en alemán. El párroco nos presenta al sacristán: un negro. Por el modo en que nos lo presenta, colijo que es un sacristán muy querido y respetado. Por el modo en que nos saluda, colijo que se merece el cariño y el respeto que le tienen.
A continuación, el párroco nos presenta a una frau que es doctora en Teología y que va a hacer las lecturas.
A continuación, el párroco nos presenta a otra frau que, al parecer, es ciega. Esta segunda frau se reviste con un alba por lo que colijo que va a hacer algo muy importante.
A continuación el párroco nos presenta al organista: un joven que no debe de haber cumplido los treinta.
Por último, llega otro sacerdote que también va a concelebrar.
A mí me asignan la misión de pronunciar, en español, una parte de la plegaria eucarística.
Abre la procesión de entrada la frau ciega. Ella misma dirige el acto penitencial desde el ambón y yo diría que, al final del acto penitencial, el párroco nos da a todos la absolución o algo así.
Aún me aguarda otra sorpresa. Proclamado el evangelio, la frau ciega se dirige al ambón y pronuncia una homilía de ocho minutos.
Sentado a la izquierda del párroco, con la espalda bien recta, las manos sobre las rodillas y los ojos cerrados, recuerdo el aviso de santa Teresa a sus hijas: que le da mucha lástima alguno que ha conocido y que empezó bien pero va de mal en peor por haberse apartado de quien, con tanto amor, se le quería dar por amigo.
Después de la misa salimos a la puerta de la iglesia para saludar a la congregación. Me presentan a la madre del organista y ella me cuenta —en un español excelente— que estudió nuestra lengua en el colegio.
Armin y yo nos despedimos. Armin necesita desayunar y a mí no me importa acompañarlo. Luego paseamos por Friburgo bajo una lluvia fina.
Pasamos por el hotel para recoger a Heidi y nos vamos de excursión a la abadía cisterciense de Hauterive. Vísperas.
Se encuentra a unos siete kilómetros de Friburgo, en un meandro del Sarine, rodeada de pastos, de silenciosas vacas y de paz. Visita al Sanísimo.
De vuelta a Friburgo, lectura del Evangelio según san Lucas. Otro paseo por la ciudad y cena en un local que solamente lleva tres meses abierto. Lo regenta una peruana —dueña, cocinera, camarera y, en fin, todo— de la que nos hacemos amigos. Nos prepara una cena deliciosa. ¿Con ceviche de pescado? Sí.
20:00
Llegamos al hotel y nos despedimos.
Oración con La cena del Cordero.
Anoto los gastos del día.
Completas.
Escribo esto.
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