San Miguel de Salinas
domingo, 25 de agosto de 2024
4:55
Me despierto en Flond.
5:00
Suena el despertador y me levanto.
5:30
Me aseguro de que llevo en mi maleta todo y solo lo que tengo que llevarme.
6:00
Subo al piso de H&A y llamo al timbre. Salen H&A y nos vamos al aeropuerto de Zurich.
Oficio de lectura y laudes. Cabezadita en el coche.
8:15
Llegamos al aeropuerto y nos tomamos un café. Me despido de H&A con un discurso improvisado que empieza con una cita de Much Ado about Nothing: “Silence is the perfectest herald of joy: I were but little happy if I could say how much”. Hago una pausa dramática para observar la sensación que les ha causado mi exordio. Heidi me mira con expresión preocupada mientras Armin guarda en una bolsa medio bocadillo que ha sobrado del desayuno. Sigo: «No sabiendo cómo expresar mi alegría y mi gratitud por vuestra generosa hospitalidad, ¿debería acaso guardar silencio?». Nueva pausa dramática. Armin hace un gesto distraído de asentimiento mientras la expresión de preocupación se acentúa en el rostro de Heidi. Añado algunas frases más sentidas que sensatas y acabo así: «He dicho». Cierro los ojos y adopto el aire de modestia del orador que acaba de bordar un discurso improvisado y se dispone a recibir los aplausos. Oigo la voz angustiada de Heidi: «¿Seguro que no olvidas nada? ¿El teléfono, el pasaporte…?» Abro los ojos como quien vuelve a la realidad después de un breve sueño de gloria. Armin murmura algo así como «ha sido un placer» y estrecha mi mano derecha. Heidi me besa como besan las madres suizas: muac —mejilla derecha— muac —mejilla izquierda— muac —mejilla derecha.
Antes de cruzar el control de equipajes me vuelvo para darles el último adiós. Armin sigue recogiendo las sobras del desayuno y el rostro de Heidi es la viva imagen de la piedad maternal cuando me grita: «Llama cuando llegues». A lo que Armin replica: «Si llegas».
9:35
Envío un mensaje a H&A: «Acabo de embarcar». Voy a sacar de mi bolsa de mano los tapones de oídos antipresión Quies y compruebo, horrorizado, que no los llevo. Debo de haberlos metido en la maleta. Lucha agónica. Estoy sentado en el asiento de la ventanilla. Para bajar mi maleta del portaequipajes tengo que despertar al chico y a la chica que están a mi derecha y que duermen, como enamorados, dulcemente abrazados. Eso sin contar con que, en el absurdo caso de que me atreviera a despertarlos tendría que dar un espectáculo bajando mi maleta, abriéndola y rebuscando en ella los tapones. La agonía excita mi vena poética:
“Do I dare
Disturb the universe?˝
No, no me atrevo.
Misterios gloriosos.
10:10
Acabo de rezar los misterios gloriosos justo en el momento en que, con veinte minutos de retraso, despegamos. A mi lado, el chico y la chica siguen dulcemente dormidos y como enamorados. Ha llegado el momento en que también yo debo entregarme al descanso: oración de la mañana con La Cena del Cordero.
10:30
Ojeo una publicación de los de Vueling. Ofrecen gafas de sol, perfumes y otras muchas cosas deseables que no necesito. Recuerdo algo que he leído en Las Moradas y doy gracias a Dios por esa sensación de plenitud que me ayuda a vencer la tentación de comprarlo todo. A la fin y a la postre, nosotros, los ascetas de toda la vida podemos desentendernos de esas minucias. Estoy dándole vueltas a eso cuando me quedo dormido.
11:20
Me despierto con un dolor en el cuello. Misterios gozosos por la salvación de todos los que viajamos en el avión. Voy repitiendo tontamente con cada Avemaría a modo de jaculatoria: «Por todos mis compañeros y por mí el primero». Y otra vez, me duermo.
12:10
Me despierta la voz del comandante que dice que vamos a iniciar la maniobra de acercamento al aeropuerto de Alicante. Me felicito porque no me duelen los oídos y porque hemos recuperado el tiempo perdido por el restraso en el despegue. A mi derecha, los enamorados siguen rendidos a su amor y a su sueño. Hora de sexta.
Estamos descendiendo y saco una foto de Fontcalent. Justo entonces, sorpresivamente, el avión cambia de rumbo y empieza a subir. Alarma general. El comandante dice que no hay que alarmarse. Dice otras cosas que no se entienden y todos —excepto los enamorados— se alarman aún más. Empezamos a dar vueltas y vueltas sobre el aeropuerto de Alicante y saco otras fotos de Foncalent.
12:24
Ángelus.
Mando un mensaje a Wilder: «Acabamos de aterrizar».
13:10
Desembarco y me encuentro con Ana Isabel y Wilder que han venido —Dios los bendiga— a buscarme. Vamos a comer a Torrellano.
15:30
Misa en La Torre.
Después de la misa, Rosario y sus amigas —Pilar y Gloria— nos invitan a un café con dulces en la Casa Mitjana.
Como pago por su hospitalidad les mando el enlace a una entrevista que le han hecho al doctor Luis Chiva.
17.00
Nos despedimos. Ana Isabel y Wilder me traen de vuelta a San Miguel.
18:00
De vuelta a San Miguel nos encontramos con Teresa que, al parecer, se alegra de vernos sanos y salvos.
Encuentro la casa abadía limpísima porque, en mi ausencia, la ha visitado Analía.
Deshago mi maleta, mando otro mensaje de agradecimiento a H&A y me dispongo a reanudar mi rutina de siempre, tan dichosa como un feliz viaje a Suiza.
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Es usted muy amable. No lo olvide.