Basilea
jueves, 22 de agosto de 2024
6:45
Nos espera un taxi para llevarnos a la iglesia de san Antón. Heidi no viene.
7:00
Llegamos. Es una iglesia monumental, construida en los años veinte del siglo pasado.
El Santísimo está expuesto y tengo tiempo para hacer un rato de oración antes de la misa.
7:25
Voy a la sacristía y encuentro a los tres sacerdotes negros con los qe voy a concelebrar. Nos presentamos.
Misa. Concelebro con tres sacerdotes negros de distintintas tonalidades.
8:10
Armin y yo le echamos un vistazo a la iglesia.
Se ve así:
Paseamos por la ciudad hasta llegar a la terraza de cierto hotel. Armin me invita al café con cruasán más caro que he probado en mi vida.
Luego seguimos paseando hasta el hotel.
9:30
Llega Jürg y nos vamos con él a explorar la campila de Basilea. Visitamos una abadía benedictina y muy barroca en Mariastei y allí veo, por primera vez desde que llegué a Suiza, a un sacerdote sentado en el confesonario. Hay un penitente confesándose. Me arrodillo y me quedo así, arrodillado, hasta que el penitente termina su confesión. Ha sido muy emocionante. Visitamos la que que fue sede del obispo de Basilea cuando los amables protestantes lo echaron de Basilea y se refugió en Arlesheim. Visitamos el Goetheanum Campus, locura promovida por una especie de secta que se inspira en Goethe. Subimos al mirador de Gempen. Vamos a Augusta Raurica y vemos el teatro romano pero no podemos ver la colección de objetos de plata porque, temiendo que la roben, se la han llevado de alli. Por último vamos a la casa de Jürg, en Ramlisburg.
16:30
Nos recibe Romy. Ella y Jürg nos agasajan. Si nosotros, los ascetas de toda la vida, no diésemos tan poca importancia a esas minucias, yo me extendería en el elogio de la hospitalidad de estos amigos.
19:30
Nos despedimos de Romy. Jürg nos devuelve al hotel.
20:00
Nos despedimos de Jürg.
Los ascensores del hotel no funcionan. H&A se sientan en recepción con la esperanza de los reparen antes del amanecer. Yo me lanzo, escaleras arribas, hasta el sexto piso: ciento doce escalones. Cuando llego a mi habitación compruebo, con cierto desaliento, que la tarjeta no funciona. Vuelvo a bajar los ciento doce escalones. H&A siguen sentados en el mismo lugar. Hablo con el amable recepcionista. Pasa mi tarjeta por un aparato mágico y me asegura que ahora funciona.
Vuelvo a subir, entro en mi habitación, rezo completas y escribo esto.
O sea que subió 224 escalones, en un ratito. ¿Acabó resoplando o ya está en forma?
ResponderEliminarMe encantan sus aventuras en Suiza. Y me parto de la risa con eso de los ascetas de toda la vida. Aunque creo que en los elogios a la hospitalidad no hay que cortarse. Es un regalo de Dios, esos amigos.
¡Viva Suiza!
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