miércoles, 6 de noviembre de 2024

Diario. Miércoles, 6 de noviembre de 2014

San Miguel de Salinas

miércoles, 6 de noviembre de 2024


5:59:59

Me despierto y me siento muy bien, como arropado en el silencio.

6:00

Suena el despertador. Lo apago y me propongo seguir arropado en el silencio y no preocuparme por nada, ni poner la radio ni nada. 

7:00

Abro la iglesia y salgo para el hospital en silencio. 

7:25

Rompo mi silencio para saludar a una enfermera con la que me cruzo en la escalera y que me devuelve el saludo con una silenciosa y luminosa sonrisa. 

Preparo el altar para la misa. Suele llevarme diez minutos. Me encanta este silencio y me siento muy bien. 

7:35

Oficio de lectura y laudes. 

8:00

Primera misa. Suele durar veinte minutos, si no hay Gloria. Los asistentes lo agradecen porque vienen con el tiempo justo. Después del «Buenos días» a la enfermera sonriente, vuelvo a romper mi silencio para decir: «En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. El Señor esté con vosotros». Y me parece que estas son las primera palabras que oigo hoy: «Y con tu espíritu». Me alegran mucho, la verdad, y sigo con la misa como de costumbre pero como arropado en silencio.

8:20

Acción de gracias. Diez minutos. 

8:30

Recojo todo y preparo los libros para la misa del viernes. Quince minutos, no falla. 

8:45

Me siento para mirar fijamente al sagrario. 

9:15

Subo hasta la azotea, bajo a la salida y salgo para San Miguel, pero tengo que poner gasoil y hay atascazo en Torrevieja. No me importa, la verdad.

10:10

Hay un coche bloqueando la entrada del garaje. No importa. Toco el claxon y nada. Insisto varias veces y nada. Llamo a la Policía Local. Que ahora vienen. Veo que Joan está preguntando en la panadería y en las tiendas cercanas. Veo que viene y me hace señas. Al parecer en el coche hay un cartel que dice: «Archidiácono en servicio». Es el coche del archidiácono. Llamo al archidiácono. No contesta. Decido dar una vuelta a la manzana. Cuando vuelvo al garaje veo que llega el amable archidiácono a quitar el coche. Justo entonces el mundo entero parece estallar cuando respondo a la mirada sonriente y suplicante del archidiácono con un gesto de impaciencia que él no se merece. 

10:30

Joan balbucea algunas maldiciones contra el archidiácono y, de pronto, su cara se iliumina: Tump has won. 

Me revisto y voy al confesonario en silencio. 

Tercia. 

Lectura de «La alegría donde no se espera». 

El archidiácono no merece ningún gesto de impaciencia de mi parte. 

11:00

Segunda misa.

11:30

Vamos al cementerio a rezar el rosario. Allí nos encontramos con Teresa.

12:10

Hago el servicio de taxi para dejar a Carmen en su casa y a Joan en la iglesia. 

Voy a la casa abadía, cojo mi Mc y algunos libros. 

12:40

Salgo para Torrellano porque he quedado a comer con don JavierM.

13:28

Acabo de aparcar en Torrellano cuando recibo un mensaje de don Javier. Que está saliendo de Alicante. Voy al restaurante y me siento para trastear en las RR SS mientras lo espero. Aprovecho para poner  en el muro de Fbk y enviar a las listas de difusión de las parroquias u cartel que ha mandado el arcipreste solicitando productos de limpieza e higiene para Paiporta. No tardan en llegar algunas respuestas. La que más me alegra es la del archidiácono que —a su modo venezolano y guasón— pide disculpas por haber hecho saltar mi mundo de silencio y mi paciencia aparcando su SEAT Córdoba en la entrada de mi garaje. Me dispongo a pedirle perdón por mi gesto de impaciencia pero llega don Javier Mira.

14:00

Llega don Javier Mira.

Comemos y charlamos largamente. 

15:30

Nos despedimos y voy a La Torre. 

Después de vaciar la maletita que he traído con algunos libros, paseo por el palmeral para espantar el sueño: misterios gozosos. 

Luego me siento en el sillón de la abuela Paquita para leer «Mil ojos esconde la noche». 

17:15

Salgo otra vez a pasear. Se está mejor fuera que dentro de casa. Hago mi oración de la tarde paseando mientras escucho una piadosa meditación. 

17:55

Me dispongo a leer el capítulo 11 de san Mateo cuando suena el teléfono. Es el arcipreste. Quiere saber si hemos recogido algo para Paiporta. Le digo que estoy en Alicante pero que llamaré a Teresa y le contestaré. 

17:58

Llamo a Teresa. Me dice que ha visto unas bolsas con productos de higiene y de limpieza cabe la pila bautismal y que hay más en el almacén. Me pregunta que si sé que ha sido de unas bolsas que dejó ayer Carmen en el campanario. No sé nada de esas bolsas. 

Mando un mensaje a don Paco para decirle que pasaré esta noche por su parroquia para llevarle lo que encuentre en San Miguel. 

Lectura del capítulo 11 de san Mateo. 

Vísperas.

Recojo todo. 

18:30

Salgo para san Miguel. 

Llegando a Elche, la radio se enciende sola. Oigo un par de anuncios y la apago. 

Voy despacito y pensando en mis cosas. 

19:15

Llego a san Miguel, cargo el coche con pañales y productos de limpieza e higiene y salgo para Los Montesinos.

Encuentro al arcipreste en los locales parroquiales con una multitud de voluntarios que están recibiendo y ordenando alimentos y ropa. Me informa de que mañana, a las cinco de la mañana, saldrá para Paiporta con dos furgonetas que ya están llenas de productos de limpieza y de higiene. Me dice que, cuando hable con el párroco de san Ramón Nonato me dirá si necesitan más productos de limpieza e higiene o si debemos pedir otras cosas. 

Nos despedimos y voy a Más y Más maravillado por la energía y la capacidad de trabajo y de organización del arcipreste. 

20:30

Estoy aparcando el coche cuando llegan Ana Isabel, Wilder y las niñas. Charlamos. Me acompañan a la iglesia donde hacemos la última visita al Santísimo y al altar de Casi Todos los Santos, apago las luces y cierro las puertas. Luciana me cuenta que está haciendo un trabajo sobre el himno a san Juan Bautista Ut queant laxis. Vuelvo a abrir la iglesia y les muestro el poema que está escrito en una placa junto a la puerta del coro. Luciana le hace una foto y se alegra mucho porque —dice— había visto muchas veces esa placa y no sabía que era, pero ya lo sabe. La felicito. 

Nos despedimos. Ellos se van a su casa, yo a la casa abadía. 

Me preparo una cena ligera y me siento ante mi Mc para recapitular el día. 

Todavía no he pedido perdón al archidiácono por ese gesto mío de impaciencia que ni él ni nadie merece. Pero aún estoy a tiempo —antes de volver a arroparme en el silencio— para mandarle esta página de mi diario y para rezar completas repasando en silencio las mil faltas de hoy ante la silenciosa, compasiva y paciente mirada de Dios.

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