La Torre
domingo, 3 de noviembre de 2024
7:45
Desayuno en La Torre.
Oficio de lectura y laudes.
Me siento en el sillón de la abuela Paquita con Dilexit nos.
9:00
Salgo para San Miguel. En mi coche, a menudo, la radio se enciende sola. Hoy ha pasado y, durante veinte minutos o así, he estado oyendo a un individuo muy apacible comentando el desastre de Valencia. Luego la radio se ha apagado sola.
Al llegar al Realengo veo un globo aerostático y a dos seres humanos revoloteando en parapente.
Dicen que, para que llueva, lo mejor es lavar el coche. Ayer Wilder lavó mi coche y lo dejó limpísimo por fuera y por dentro. Llegando a San Miguel, empieza a llover. Yo no creo que el lavado de ayer sea la causa de la lluvia de hoy.
9:45
Llego a Torremendo.
10:00
Primera misa del domingo. Me asiste el archidiácono y cantan —maravillosamente— sus hijas: Clara y Clelia.
Después de misa, Yoli va a lo locales parroquiales para reunirse con los padres de los niños de catequesis y yo me quedo con los niños haciéndoles preguntas dificilísimas.
Luego dejo a los niños cantando con Clara y Clelia y vuelvo a San Miguel.
11:30
Tercia.
Lectura del capítulo 8 de san Mateo.
Lectura de «La felicidad donde no se espera».
12:00
Como sigue lloviendo, pienso que Joan no vendrá hoy. Voy a la iglesia y saludo a Joan y a Laura. Han venido. Teresa está con los niños de catequesis.
12:30
Segunda misa. Delia dirige el coro. Muy bien. No ha venido Samael.
Terminada la misa, salgo a la puerta para despedir a la congregación. Saludo a Carmen y a Gino. Carmen va perfumada y elegante —como siempre— con una traje de terciopelo negro. Sigue lloviendo y no han traído paraguas. Pido a Wilder que los lleve a casa en su cochazo y Wilder accede de mil, amores. Va a buscar su coche, que no está lejos, y vuelve para recoger a Carmen y a Gino en la puerta de la iglesia y llevarlos hasta la puerta de su casa.
13:30
Me reúno con Delia, belén y Mari Luz para organizar el comienzo de la catequesis de poscomunión.
13:55
Me despido y voy al chino para comer con Cristián, Ana Isabel, Wilder, Luciana y Camila. Cristián es colombiano —de Florencia— y acaba de llegar al pueblo. La idea era presentarle a Ana Isabel y a Wilder pero resulta que él y Wilde ya se conocían porque se encontraron en el supermercado chino de la piadosa china. Durante la comida nos cuenta algunas cosas. Comparte casa con una familia nicaragüense. Estudió Administración de Empresas en la universidad de la Amazonia y sueña con volver a su país para dedicarse a la enseñanza. Creo que sería un gran maestro.
16:15
Nos despedimos, intercambiamos nuestros números de teléfono y quedamos en que, la próxima vez que vayamos al cine, lo llamaremos.
Visita al Santísimo.
Me siento ante el Sagrario sin Dilexit nos, ni nada.
17:00
Voy a la casa abadía y vacío mis bolsillos que están llenos de sobres y papeles. Uno de los papeles es una nota que me ha dejado Laura: I’ve caught up my work. Yo ya me sé a qué se refiere. Quiere decir que le debo 110 euros, pero lo dice así de bien. Otro papel es una factura. La archivo y anoto el importe en las cuentas de la parroquia. Uno de los sobres contiene cinco euros para la colecta del día de la Iglesia Diocesana. Otro contiene diez euros de un estipendio. Entre los papeles y los sobres sobres hay un billete de diez euros y otro de cinco de la colecta de hoy. Lo anoto todo en las cuentas.
Trasteo en X y en WhatsApp.
Lectura de «El universo religioso de Dostoyevsky».
18:00
Cierro las ventanas de la casa abadía, recojo todo y preparo una maletita con algunos libros, mi Mc y una muda.
Mando al grupo de prematrimoniales —que está muy animado— una foto del bodegón de Casi Todos los Santos. Arquilatría, que es muy fan de esa composición abigarrada, me anima a dejar así el altar de santa Rita hasta la Parusía.
18:25
Salgo para La Torre. Misterios gloriosos con BXVI.
Como voy despacito, cuando termino de rezar el rosario aún no he llegado al Realengo. Cuan do llego al Realengo me dengo en la vía de servicio para manipular mi móvil. Busco en YouTube algo que pueda entretenerme durante el resto del viaje. Dudo entre una multitud de youtubers ingeniosos que comentan la huída de Sánchez y algo de Debussy. Opto por una lista de reproducción de música de Debussy que comieza con los dos Arabesque.
Reanudo mi viaje.
19:15
Cuando llego a La Torre está sonando el Claire de Lune. Todo está oscuro como boca de lobo pero no importa. Espero en el coche, con las luces apagadas, hasta que acaba la música.
Subo a mi piso y enciendo los cinco radiadores eléctricos.
Vísperas.
19:45
Pongo «Lectura y locura» entre los demás libros de Chesterton y «La humana cosa» de Jaime García-Máiquez, entre los demás libros de poesía de la editorial Renacimiento.
A menudo, poner un libro en la biblioteca es entregarlo al olvido. No querría yo que estos dos libritos se borrasen de mi memoria. Antes de emparedarlos los hojeo al buen tuntún. Vuelvo a sonreír con Chesterton: «Es creencia universal o prácticamente universal en nuestros días que no hay pecado más imperdonable que el de ser un pesado». Sonrío con el poema de JGM que se titula «Belén» y empieza así de escandalosamente: «Tenía cara de llamarse Lesbia». Y me da la risa cuando llego al primer verso del tercer cuarteto: «Para colmo de males, era rica». Ahí lo dejo.
20:00
Me preparo una cena ligera escuchando a esos ingeniosos youtubers que comentan la actualidad.
Luego me siento ante mi Mc para recapitular el día.
Dilexit nos, el globo aerostático, la lluvia, las misas, los niños, los amigos, el sagrario, la poesía…
Interrumpo mis divagaciones para apagar dos de los cinco radiadores porque empieza a hacer calor en mi piso.
21:45
Vuelvo a sentarme ante mi Mc. Mi meditativa atención se fija en una imagen de san Francisco que mi madre heredó de mi abuela Paquita. Es una imagen de yeso que parece sacada de un cuadro del El Greco. Divago. Se diría que el santo —un ciego que está a punto de morir— está a punto de romper a cantar: Altissimu, onipotente bon Signore, / Tue so' le laude, la gloria e l'honore et onne benedictione.
Y voy atando esas moscas — Dilexit nos, el globo aerostático, la lluvia, las misas, los niños, los amigos, el sagrario, la poesía…— por el rabo. Si es que se puede hablar así.
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