San Miguel de Salinas
miércoles, 13 de noviembre de 2024
7:00
Con mi poncho impermeable, cruzo El Paseo y abro la iglesia.
7:09
Salgo para el hospital.
7:35
Preparo el altar para la misa de san Leandro.
Oficio de lectura y laudes.
8:00
Misa de san Leandro. Duración, 20 minutos.
8:30
Recojo todo y preparo los libros para la misa del viernes, san Alberto Magno. La operación me lleva diez minutos.
Me pongo mi bata de capellán, cojo el portaviático y subo por las escaleras a la planta donde están Dulce y FSL. Ciento diez pasos y cuarenta y nueve escalones.
Dulce me habla del frío que hacía en el quirófano, del miedo que le dan las tormentas, de la tormenta que estalló justo cuando empezaban a operarla, del dolor que aguantó cuando le iban tocando los nervios y de sus peleas con Dios.
Rezamos un poco, comulga y se queda un rato en silencio. Luego dice: «Quien no lo entienda, que estudie un poco. A mí esto me da mucha paz».
FSL está en la cama. Charlamos un poco. Me cuenta que han caído catorce litros por metro cuadrado en las últimas veinticuatro horas. Me cuenta también que ayer fueron a verlo su hermana y una amiga de su hermana y que le agradó mucho la conversación. Que no le gusta oír tonterías y que, por eso, no ve la tele.
Comulga y se queda como dormido, dando gracias. Me voy silenciosamente dejándolo en paz.
9:30
Salgo para San Miguel.
9:50
Hay un coche bloqueando la entrada del garaje. No importa. Es de una empresa de extintores y tiene dos números de teléfono pintados en la chapa. Estoy marcando uno de ellos cuando veo que sale del estanco un individuo con dos extintores. Colijo que es el conductor. Es el conductor. Carga los extintores en el coche y se va.
10:10
Escondido en mi escondrijo empiezo mi meditación con las lecturas del próximo domingo.
10:40
Voy a la iglesia y saludo a doña Nati. Joan no va a venir. Es por la lluvia, aunque no llueve. Teresa tampoco va a venir porque está en el médico. Preparo el altar para la segunda misa de san Leandro.
11:00
Segunda misa de san Leandro.
Al terminar la misa, doña Nati entra muy contenta porque un matrimonio polaco que está viniendo a Misa desde hace días, ha dejado cincuenta dólares en el cestillo. Y aún se pone más contenta cuando descubre que no han dejado cincuenta sino ciento cincuenta dólares. Lo nunca visto.
Cuando salgo de la sacristía, los polacos —que han estado de rodilla durante toda la misa— siguen de rodillas, en acción de gracias. Los espero cerca de la puerta ensayando la palabra «gracias» en polaco con la ayuda del traductor de Google. Cuando terminan su acción de gracias y vienen hacia mí, les doy las gracias en polaco, sonríen y se arrodillan inclinando la cabeza casi hasta el suelo y pidiendo la bendición. Entonces se levantan. Él me da un abrazo y ella me hace una reverencia. Lo nunca visto.
11:50
Vuelvo a la casa abadía y anoto en las cuentas los ciento cincuenta dólares de los polacos.
12:00
Ángelus.
Sexta.
Me siento en el despacho para hacer un trabajo que me encomendaron ayer en la reunión de arciprestazgo.
13:00
Interrumpo el trabajo para hacer la lectura del capítulo 18 de san Mateo.
Lectura de «La cena del Cordero».
13:20
Reanudo el trabajo.
14:00
Termino el trabajo y lo mando al grupo. Me aseo un poco.
14:15
Llego a casa de doña Nati. Ha preparado unas entradas de rábanos, berenjenas y champiñones y un plato de ropa vieja.
Hablamos de muertos porque es Noviembre. Empieza Samira contando que hoy ha estado en el mercado y que pasaba junto a un matrimonio extranjero cuando él —un hombre corpulento, aunque Samira no ha dicho «corpulento»— se ha desplomado y ha caído muerto.
Sigue doña Nati. Llevaba varios días tratando de hablar con una prima de Paco que vive en Valencia, pero nadie contestaba al teléfono. Hoy ha contestado el hijo de la prima y le ha dicho a Nati que su madre murió el viernes.
Ofreceré una misa por los dos.
14:45
Nos despedimos.
Visita al Santísimo.
15:00
Noticias en Antena 3.
15:30
Misterios gloriosos.
Emparejo dieciocho calcetines y los guardo.
Trasteo en WhatsApp. Teresa ya tiene el hueso soldado y va a empezar con la rehabilitación. Bendito sea Dios.
Voy a la iglesia.
16:10
Me siento ante el sagrario.
16:40
Voy a Tien21 para ver qué tipo de radiadores tienen.
Encargo dos de bajo consumo. Me los traerán el viernes.
17:15
Lectura de «El Señor».
18:15
Reviso el correo. Leo en Aceprensa un artículo estupendo de Ana Sánchez de la Nieta y de Ana Zarzalejos Vicens: «DANA: lo prioritario, cuidar a las víctimas». Incluye una entrevista telefónica con el arcipreste. Intento abrir un trabajo sobre Las Moradas que me mandó JA y que abrí en su día. Nada.
Voy a la iglesia. Vísperas.
Voy a comprar detergente para el lavavajillas.
19:15
Me sobresalto al ver en mi agenda que hoy tenía que haber ido a celebrar en Los Montesinos. Me tranquilizo al comprobar que es un error. Será la semana que viene cuando estaré sustituyendo al arcipreste. Corrijo mi agenda.
Mensaje de Tere: que ya ha mandado las flores a doña Nati.
Me llama doña Nati para darme las gracias por las flores.
Envío el artículo de Aceprensa al arcipreste.
Chateo con Mavi.
Chateo con Mari Carmen que tiene que cambiar la hora de la boda. Concertamos la próxima cita de catequesis prematrimonial para el sábado 23.
Chateo con Luis para organizar el evento de oratoria.
19:50
Me preparo un acena ligera: palmitos con jamón.
20:10
Escribo lo que va del diario de hoy.
20:50
Voy a casa de doña para ver las flores. Me quedo allí para ver las noticias.
21:30
Nos despedimos. Voy a la iglesia.
Completas.
Cierro la iglesia y voy a la casa abadía.
¿Dónde está mi teléfono? Vuelvo a casa de doña Nati. Nada. Busco en la sacristía. Nada. Busco en la casa abadía y oigo que suena en la cocina. Es doña Nati que me llama para que suene. Muy bien.
Entro en X para hacerme seguidor de algunos que me han seguido y para poner un corazoncito en los amables comentarios que algunos amigos me han dejado allí.
A mi doña Ana Rodríguez de Agüero quiero mandarle una respuesta larga que empieza asÍ: «El Principito». Pero escribir en el teléfono es tarea harto aburrida. Decido escribirlo aquí.
Leí El Principito a la edad de trece o catorce años en un volumen que estaba en la biblioteca de mi madre. Si es o no es literatura infantil, mi doña puede juzgarlo mejor que yo. Yo digo que a mí me encantó y, pensando en ello después de haber escuchado el podcast en el que ella y otro gigante hablan de ese y de otros libros, creo que sé por qué me gustó. Y es porque yo estaba inclinado a que me gustase. Al ser uno de los pequeños de una familia numerosa, los libros buenos me llegaban precedidos del prestigio que les da haberlos visto en manos de los hermanos mayores y haberlos oído comentar o citar un millón de veces. Creo que mi hermana María, sin ir más lejos, lo citaba en francés. Cuando leí aquello de que lo esencial es invisible a los ojos lo entendí a la primera porque lo había oído mucho antes y muchas veces. Y, ahora que lo pienso mientras lo escribo, la conversación con el zorro, el apego del Principito a su rosa y las visitas al borracho y al vanidoso se las había oído comentar a más de un buen cura en algún fervorín como si fueran parábolas del Evangelio. Estaba inclinadísimo a que me gustase.
22:32
Suena la media en el reloj del campanario que ya lleva dos minutos de retraso. Acabo de escribir esta página de mi diario.
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Es usted muy amable. No lo olvide.