San Miguel de Salinas
jueves, 21 de noviembre de 2024
8:00
Llega puntualmente el técnico de Tradición y Campanas: «Buenos días, Padre: hoy lo he hecho madrugar». Le pregunto que de dónde viene y colijo que ha debido de madrugar bastante más que yo. Le abro la puerta del campanario y la sacristía. No necesita nada más de mí.
Oficio de lectura y laudes.
El técnico sigue en la torre del campanario. Me siento en el ricón de san Miguel para leer y enviar wasaps.
A Teresa: que si puede llamarval cerrajero para cambiar la cerradura de la puerta del campanario.
Al del vivero: que puede traer el árbol de Navidad a la una y que la iglesia estará abierta.
Al archidiácono: que si puede abrir la iglesia de Torremendo porque va a ir el técnico de Tradición y Campanas.
9:00
Entra en la sacristía el técnico de Tradición y Campanas. Me pide un boli para rellenar el parte. Empieza a rellenarlo. Cinco minutos después, como veo que va para largo, vuelvo a sentarme en el rincón de San Miguel. No de Jan de entram nesajes de wasap.
9:10
El técnico me dice que ya está listo el parte. Ha tenido de cambiar el cable de seguridad —un cable de acero que sujeta el badajo para evitar que, si se desprende, caiga sonbre la cabez del alcalde o de cualquier otra autoridad civil, militar o eclesiástica— y el perrillo —la pieza que fija el cable de seguridad— y ha pintado la melena.
Firmo el parte, me da una copia y le regalo el boli. Lo agradece mucho.
9:15
Vuelvo a la casa abadía para asearla un poco.
Capítulo 24 de san Mateo.
Lectura de «La Cena del Cordero».
Entro en el correo, leo un resumen de prensa y borro seis mensajes.
10:20
Vuelvo a la iglesia. Andrés no ha llegado.
10:30
El reloj del campanario da la media a su hora. El técnico ha hecho bien su trabajo. Empieza la exposición del Santísimo.
Cuando estoy haciendo la comunión espiritual colijo por ciertas señales ciertas que ha llegado Andrés.
11:00
Empieza la misa justo cuando el reloj da las once. Como es cantada y uso el Canon Romano, dura treinta y cinco minutos, contando el canto final a la Virgen.
11:35
Entran en la sacristía Teresa, con una pregunta, y doña Nati con un dilema. Desde la antesacristía llega el vozarrón de Andrés que le cuenta algo a Joan quien, por su parte, no entiende nada. Teresa sale y vuelve a entrar con una imagen de la Virgen. Doña Nati me pregunta algo. Se oye otra voz en la antesacristía: «¿El cura Javier?». La voz pertenece a una señora que viene con una niña. Le digo que pase. El camarote de los hermanos Marx es un lugar muy aburrido comparado con la sacristía. Teresa y doña Nati se despiden. Me quedo a solas con la señora y con la niña. Necesitan ayuda de Cáritas. Las manda el cura de la Zenia porque la urbanización en la que viven pertenece a esta parroquia. La pobre señora está muy azorada: se ve que no está acostumbrada a pedir. Intercambiamos nuestros números de teléfono y se van muy contentas.
12:00
Ángelus.
Salgo para La Lloseta.
Misterios luminosos con BXVI.
12:50
Llego a La Lloseta. El retiro ya aha empezado.
14:10
Me despido. Leo y envío algunos wasaps.
Al de los viveros: que vaya a casa de doña Nati, que ella se lo pagará.
A doña Nati: que, por favor, pague al de los viveros y que yo se lo pagaré a ella cuando vuelva.
Salgo para Torrellano.
14:30
Como en Torrellano.
15:10
Salgo para La Torre.
15:25
Deambulo un poco por el jardín mientras leo y envío algunos wasaps.
Al archidiácono: que si puede exponer el Santísimo en Los Montesinos a las seis menos cuarto.
A la Sacristana de Los Montesinos: que a qué hora hay que exponer el Santísimo en Los Montesinos.
A Ana Isabel: que si puede hacer la comida para la reunión de los curas en La Torre.
15:45
Me siento ante mi Mc para escribir esto.
…
16:30
Llamada dizque del Banco de Sabadell, o de Santander, para ofrecerme una VISA. Pronuncia mal mi apellido, pero no importa. Le digo que no me interesa e insiste. No importa. Vuelve a insistir. No importa. Vuelve a insistir y vuelve a pronunciar mal mi apellido. No importa pero me conozco y sé lo que puede pasar si permito que, algo que empieza a hervir en algún lugar de mis entrañas, llegue a estallar. Hago una pausa para recordar mis buenos propósitos de hoy y digo con voz suave y suplicante: «Miré, de verdad, no me interesa». Y oigo al otro lado: «Vale, sin problema».
Me pongo a leer y a contestar wasaps que no paran de entrar. El más lindo es una foto del árbol de Navidad instalado en la iglesia. Me la manda Teresa.
16:45
Salgo a pasear por el palmeral escuchando los Quartets de Eliot recitados por Alec Guinness
17:15
Vísperas.
Escribo esto.
…
17:45
Salgo para Los Montesinos escuchando una piadosa meditación. En la primera parte del trayecto, la carretera va en dirección a poniente. Las montañas, negras, se recortan contra un cielo de amarillos, rosas, y violetas tan encendidos que casi deslumbra. Luego termina el crepúsculo y, de repente, es de noche. Hay mucho tráfico en las dos direcciones. Voy despacito. Cuando termina mi meditación con la piadosa meditación tengo una cosa clara: voy a llegar tarde a Los Montesinos.
18:40
Empieza, con diez minutos de retraso, la misa de seis y media. En la puerta de la iglesia me he cruzado con el archidiácono que ha dado la bendición con el Santísimo. La misa —como es sin cantos y como uso la Plegaria Eucaristica II— dura veintiún minutos. Podría haber durado un minuto menos si no hubiera tenido que añadir, después del saludo inicial, unas palabras para pedir perdón a la congregación por mi retraso; si los libros hubieran estado registrados y si no hubiera tenido que forcejear bastante con las vinajeras para abrirlas. Bueno, no importa: ha durado veintiún minutos. Y siempre hay que forcejear bastante co las vinajeras de Los Montesinos.
19:12
Salgo de la iglesia y me encuentro con Jose y con Manolo. Jose me cuenta que, mañana, va a asistir como servidor a un retiro de Emaús y que quiere ir a Misa en San Miguel por la mañana y confesarse. Me cuenta también que ya ha sido servidor en once retiros. Hablamos de otras personas que conocemos y que han hecho el retiro. Algunos perseveran, otros se enfrían un poco y hay que reanimarlos. Manolo también ha hecho el retiro. Es de los que perseveran. Les pregunto que cómo se llaman y me dicen sus nombres. Por eso sé que son Jose y Manolo.
19:20
Salgo para San Miguel. En la iglesia me encuentro con Delia. Está sentada en un banco y habla con el director del coro de Los Montesinos en su calidad de directora del coro de San Miguel. Necesita que le abra la puerta del coro. Por fortuna, el cerrajero no ha venido, la cerradura sigue siendo la de siempre, tengo la llave y —después de forcejear un poco— consigo abrir la puerta del coro.
20:00
Llego a la casa abadía. Tengo dos llamadas perdidas de Desiré, la señora que ha venido esta mañana con su hija. La llamo. Charlamos largamente.
Luego me pongo a leer wasaps que no paran de entrar y a escribir.
Charo Z sobre las bodas de sus dos hijos. RRP se interesa por la salud de FSL. Dulce me dice que ya está en casa y que vendrá a San Miguel para seguir charlando.
20:30
Me preparo una cena ligera —bocata de cabeza de jabalí ibérico— y me siento para escribir esto.
…
21:30
Voy a cerrar la iglesia y la puerta del coro.
Hay un varón blanco, de unos treinta años, sentado en un banco. Tiene los ojos cerrados.
Me quedo un rato mirando el árbol de Navidad que nos han traído. En la realidad es aún mejor que en la foto que me mandó Teresa. Una foto excelente, por cierto.
Completas.
Hoy podría haber hecho mejor muchas cosas pero decir eso es decir nada. Creo que tengo que seguir trabajando con esas cosas que hierven en mis entrañas cuando un desconocido a quien no he dado mi número de teléfono me llama a deshoras, pronuncia mal mi apellido y se empeña en venderme una cosa que no he pedido. Se me ocurre un propósito: releer el Tratado sobre la paciencia de san Cipriano. Lo descarto al recordar que lo de san Cipriano habla de la paciencia de los mártires. Lo mío es más de andar por casa y tiene que ver —no sé como decirlo— con una paciencia muy básica. Reformulo el propósito: procuraré recordar a menudo el capítulo de «Vasija de barro» en el que Leo J Trese confiesa que perdió la paciencia con un vendedor de enciclopedias y que se arrepintió mucho cuando observó que aquel honrado trabajador llevaba un traje muy gastado. Además, mi apellido lo pronucian mal muchas personas excelentes. No todo el mundo sabe que las palabras agudas se acentúan cuando acaban en vocal, «n» o «s» solas, es decir, no agrupadas con otra consonante. Por ejemplo, «Milans» o «Vicens» son agudas y no llevan acento ortográfico. Divago.
Me acerco al varón blanco y le pregunto que si va a seguir allí por mucho tiempo. Abre los ojos y sonriendo como un niño, dice Pardon? Lo intento en inglés: «en el caso de usted quiera seguir aquí yo podría venir más tarde para cerrar la iglesia». Se pone de pie. Mi cabeza no llega a sus hombros pero no parece una amenaza, al contrario, parece una bendición. Me dice en inglés con estas o semejantes palabras: «Oh, no no, he estado disfrutando de la paz de este lugar. No se preocupe». Insisto en que puede quedarse y, con su sonrisa lo agradece pero da las gracias y hace ademán de irse. Aún puedo preguntarle que si va a estar en San Miguel por mucho tiempo. Va a pasar aquí unos días. Le doy la bienvenida y le pregunto que de donde es. Es alemán. Ahora me explico por qué razón se entienden tan bien su sonrisa y su inglés.
Se me olvida preguntarle su nombre y decirle el mío. Podríamos haber estrechado nuestras manos. Sí, hay muchas cosas que uno podría haber hecho mejor.
22:00
Apago las luces y cierro la iglesia. El alemán se aleja despacito por El Paseo. Me felicito por mi empeño en mantener abierta la iglesia desde antes de la salida del sol hasta mucho después del ocaso. Creo que esa es la cosa que he hecho bien hoy. ¡Bendito sea Dios!
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Es usted muy amable. No lo olvide.