San Miguel de Salinas.
lunes, 4 de noviembre de 2024
6:45
Salgo de La Torre cuando aún se ve girar el cielo «con su reloj de estrellas».
Voy al hospital por la carretera de la costa. Cuando paso el aeropuerto del Altet empiezo a escuchar una piadosa meditación.
7:25
Pongo las noticias en la radio. Solamente hay anuncios, pero me gustan mucho.
7:34
Preparo el altar para la misa de san Carlos Borromeo.
Oficio de lectura y laudes.
8:00
Misa de san Carlos Borromeo por los difuntos de Valencia.
8:35
Recojo todo, subo a la azotea, bajo hasta la salida y salgo para San Miguel.
9:00
Me entrego a la limpieza de la casa abadía oyendo algunas noticias y muchos divertidos anuncios.
10:00
Me aseo un poco.
Tercia.
Lectura del capitulo 9 de san Mateo.
Lectura de «La felicidad donde no se espera».
10:30
Voy a la iglesia y me siento en el confesonario. Viene Bernardo a saludarme. Un penitente pide confesión.
Felicito a don Carlos Mendiola por su santo.
11:00
Segunda misa de san Carlos Borromeo. La ofrecemos por la madre de Luz, la colombiana sonriente.
11:40
Vamos al cementerio para rezar el rosario por los difuntos. Misterios gozosos. Nos detenemos ante las sepulturas de Cochita, de los padres de Carmen que nos explica por qué sus padres están enterrados en sepulturas separadas, del padre, la madre y el hermano de Antonia, de los padres de Tomás, del marido de Manola, del maestro, del padre de Delia, de Pepe, del marido de Carmen, de Gerardo… Nos detenemos también ante un nicho vacío y nos da la risa al recordar que, hace unos años, cuando rezábamos el rosario, salió de allí una culebra enorme. Cada año, ese cementerio nos es más familiar y paseamos por él como por un jardín familiar, regándolo con avemarías, cotilleando y descubriendo maravillas nuevas en los epitafios.
12.30
Hago el servicio de taxi para llevar a Carmen y a Antonia a sus casas y a Joan hasta su Lamborghini.
12:45
Recojo las colectas del fin de semana y las llevo al banco. Luego voy a la casa abadía y anoto en las cuentas parroquiales ciento noventa y cinco euros de colectas ingresadas en el banco y quince euros de caja: cinco de la colecta de hoy y diez que me ha dado doña Nati como estipendio de la misa por la madre de la colombiana sonriente.
13:15
Me aplico a la lectura de «El Señor», de Romano Guardini.
13:45
Recojo todo y voy a casa de doña Nati. La acompañan Eva, Gracia y José María. Nos saludamos. Eva se va y nos despedimos de ella. Doña Nati ha preparado un asado de cabritillo porque hoy no es viernes y porque se ha ido Samira —que solamente come carne de animales degollados en La Meca— y han venido sus hijos que son de tradición culinaria católica.
AZV me pregunta por WhatsApp que si conozco a algún sacerdote que esté acompañando a los dolientes valencianos. Le digo que me dé un tiempito y mando un WhatsApp al arcipreste. Va de camino a Paiporta con un cargamento de Cáritas para el párroco de allí. Le pregunto que si puedo pasarle a mi sobrina su contacto y me responde que sí.
15:15
Me despido de todos agradeciendo su hospitalidad, el cabritillo y la tertulia.
Visita al Santísimo. Me siento ante el sagrario sin Dilexit nos ni nada. Las noticias —y las polémicas— sobre Valencia empiezan siendo una distracción que, como moscas pesadas, me impiden centrarme en el sagrario que está en el centro de la iglesia y del mundo. Sé que es inútil luchar contra ellas. Tengo que ponerlas a mi servicio haciendo de ellas materia de oración. Funciona. Siempre.
15:49
Mando a AZV el contacto del arcipreste.
16:10
Vuelvo a la casa abadía y me siento para leer «El universo religioso de Dostoyevsky». Leo una línea y no entiendo nada. Vuelvo a leerla, y nada. Se me cierran los ojos. Los abro, Se me cierran. Los abro y nada, ahí sigue esa línea como un montón de manchas negras sin sentido. Me quedo frito. Me despierto. Sé que, por mucho empeño que ponga, no pasaré de esa primera línea. Me levanto, saco todos los libros de una estantería, quito el polvo de la estantería y de los libros y vuelvo a colocarlos cuidadosamente en su sitio.
16:45
Ya despejado, me aplico a la lectura de «El universo religioso de Dostoyevsky». Leo: «En el silencio es donde ocurren los grandes acontecimientos».
17:30
Cierro el libro de Guardini y reparo en que mi camisa presenta restos de cabritilo. Me cambio de camisa. Limpio cuidadosamente mi Mc y tomo algunas notas.
18:00
Salgo para Los Montesinos. Voy a celebrar allí la misa porque el arcipreste está en Paiporta.
Saludo a Fina. Me ha traído una maceta con unos bulbos mágicos que ella usa, cuando florecen, para adornar el altar de la parroquia de Nuestra Señora del Pilar. Como yo siempre se los alabo, ha tenido ese detalle de regalármelos. Intento sonsacarle algún secreto para cuidarlos pero me evita, burlona, con expresiones misteriosas como «¡Bah! Hay que dejarlos quietos y ellos mismos florecen». Pregunto que cada cuánto tiempo hay que regarlos y ella: «¡Bah! Yo los tengo en la terraza… que les dé el sol… cada semana o menos en invierno». Le confieso que soy experto en matar plantas y, entonces, me mira a los ojos. Por esos ojos habitualmente dulces —aunque un poco desdeñosos— pasa como un relámpago de ira: «No les eche mucha agua».
Preparo el altar para la tercera misa de san Carlos Borromeo.
18:30
Tercera misa de san Carlos Borromeo. La congregación es de cuatro almas. De cinco si se cuenta el alma del cura. Y la misa transcurre como una deliciosa eternidad de silencio sobre el que resuenan, poderosísimas, las palabras: «Santo, Santo, Santo es el Señor…».
18:40
Vuelvo a San Miguel.
Compra en Más y Más.
Hago la última visita al Santísmo, me detengo ante el altar de Casi Todos los Santos para pedir mercedes, apago las luces y cierro la iglesia.
Vuelvo a la casa abadía.
Dejo en el patio los bulbos que me ha regalado Fina y me quedo mirándolos por un buen rato.
Luego subo a la casa y coloco la compra en su sitio.
20:00
Me preparo una cena ligera.
20:15
Me siento ante mi Mc —limpísimo— para recapitular el día y para divagar un poco.
Van mis divagaciones de los dolientes de Valencia al silencio.
Pienso en la visita que han hecho el rey y Sánchez a Paiporta. Si yo fuera un doliente y vinieran a condolerse conmigo creo que los invitaría a comer a casa de doña Nati con algunas advertencias: 1. Hablad solamente si se os pregunta algo y procurad ser concisos y amables. 2. Besad las manos de doña Nati al llegar y al despediros de ella. 3. Si sois veganos no hagáis la tontería de rechazar el cabrito porque aquí solamente los ricos se permiten esas bobadas y porque obligaréis a doña Nati a tomarse la molestia de preparar una ensalada. Ella lo hará encantada pero vosotros quedaréis como un par de niños malcriados. 4. No tenéis que fingir que creéis en Dios o en algo o que sabéis latín o algo pero en casa de doña Nati se bendice la mesa en latín y hsta Samira —que es musulmana— se recoge un poco ante ese milagro. 5. Si os cuesta entender este sencillo protocolo que consiste en respetar el dolor de los dolientes y en suplicar —primero— y agradecer luego su hospitalidad, mejor que no vengáis a comer a casa de doña Nati ni a ninguna otra casa de San Miguel o de Españita.
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