lunes, 1 de enero de 2024
8.00
Oficio de lectura y laudes.
8.30
Aparece Arantxa y empezamos a preparar el desayuno. Aparece Jesús y se une a los preparativos. Este primero es el mejor desayuno del año.
Aparece Javier que anuncia que se va al médico porque tiene otitis. Se va. Aparece Cristina con Santiago que se convierte en el centro de atención. Aparece Blanca que se sienta a la mesa con nosotros pero no deayuna prque ya ha desayunado. Aparece Ana que confiesa que se ha levantado porque ha oído balbucear a Santiago y necesita achucharlo un poco. Se lo arrebata a su madre y lo achucha largamente. Aparece, por último Hilaria, que me fue presentada anoche. Es italiana, de Cerdeña, pero ha aprendido español primero en Granada y luego en Cádiz, donde vive. Se le nota en el acento, claro.
9:15
Me despido de todos —muac, muac y eso— y me voy a la estación de Atocha con Arantxa y Jesús.
9:15
Me despido de Arantxa y de Jesús, que vuelven a su casa, y me quedo en Atocha. Sigo las instrucciones de un letrero que indica «salidas» y me manda a la segunda planta. Me pongo en la cola para el control de equipajes. Una señora que me pide el billete, me hace saber que mi tren sale desde la planta baja. Bajo a la planta baja. Allí se lee, claramente, «llegadas». Miro por todas partes buscando algún empleado que pueda informarme. Nada. Empiezo a caminar: puertas y más puertas y más puertas, todas con el letrero de «llegadas». Estoy pensando en volver sobre mis pasos cuando, de pronto, en un rincón, escondido, veo un letrero minúsculo que dice «salidas planta baja». Me pongo a la cola para el control de equipajes. Los empleados dan órdenes que todos obedecemos sin rechsitar: «Por aquí». «Usted, por allá». «El equipaje aquí». «Quítese los zapatos». «Desnúdese». «Vamos, vamos, dé una voltereta allí». «Levante las manos». «Venga, perezoso, recoja todo y corra al andén que va a perder el tren».
Ya en el andén voy a mirar en mi billete cuál es el vagón que me corresponde. Compruebo que, en alguno de los ejercicios gimnásticos que me han obligado a hacer, he perdido las gafas. Hago una captura de pantalla del billete y, ampliándola, consigo ver que mi vagón es el número doce, el que está justo al otro extremo del andén, como a mil kilómetros. Finalmente llego a mi asiento, el 1C. Está ocupado por una señora. Le digo: «Perdone, tengo el asiento 1C». Pregunta: «¿De qué vagón?». Respondo: «Del doce». Dice: «Este es el once». Interviene otro señor: «No, señora, este es el doce». La señora se va y, por fin, me siento.
Leer, no puedo. Tengo tres horas por delante para rezar el rosario, meditar y dormitar.
14:10
Llego a Elche.
Ana Isabel y Wilder me están esperando con mi León limpísimo. Charlamos y me llevan a San Miguel. Nos despedimos.
En la sacristía encuentro unas gafas de repuesto. Entro en la iglesia y hago la primera genuflexión y la primera visita al Santísimo del año.
Al terminar, segunda genuflexión antes de ir a la casa abadía.
14:30
Me como unos emparedados que me ha preparado Jesús. Muy bien.
Deshago mi maletita.
15:15
Voy a la iglesia. Tercera genuflexión del año. Meditación con las lecturas de la solemnidad.
Nona.
16:15
Cuarta genuflexión. Salgo para Torremendo.
16:30
Quinta genuflexión en Torremendo. Saludo al archidiácono. Me cuenta que ayer, mientras bendecía una casa, a una señora colombiana le dio un patatús. Llamaron a una ambulancia y, cuando llegaron los sanitarios, uno le comentó a otro: «oye, ha llegado el cura antes que nosotros; tenemos que mejorar nuestros tiempos».
17.00
Misa.
Al final villancicos.
17:40
Me despido con una genuflexión que es la décima primera del año.
17:55
Llego a San Miguel y me piden confesión. Un penitente —el primero del año—. Muy bien.
18:00
Misa. El coro canta en el coro alto. Muy bien.
Como celebramos la Jornada Mundial de la Paz hay que recordar que la paz es un fruto del Espíritu Santo que nos permite descansar en Dios, tranquilamente, pase lo que pase.
Como es la solemnidad de Santa María Madre de Dios, hay que recordar que san Lucas fue el que más cosas nos contó de la infancia de Jesús y que pudo hacerlo porque, aunque no conoció a Jesús, conoció a la Virgen María, frecuentó su trato, le pidió que le hablase una y otra vez de aquellos misterios y tomó nota de todo.
También esa atención tranquila a las cosas de Dios es un signo de que el alma vive en la paz de Dios.
La Virgen María, a pesar del lío de la Navidad, vive en la paz de Dios y puede guardarlo todo en el corazón. ¡Virgen Prudente!
San Lucas, a pesar del lío de la vida, vive en la paz de Dios y saca tiempo para sentarse a los pies de la Virgen María y para mirarla y escucharla largamente y para dejar que ella pinte en su alma el retrato de Jesús.
Y los cristianos sensatos rezan el Santo Rosario. Los más sensatos lo rezan en latín. Sí, a pesar de las dificultades de la vida y de tantas cosas que apremian, los cristianos sensatos viven en la paz de Dios y se permiten el lujo de descansar, tranquilamente, con Él, en los brazos maternales de la Señora Tranquila que, mientras los consuela amorosamente, aplasta la cabeza del Malo, del Tentador.
Al terminar la misa salgo a la puerta de la iglesia para desear a todos un feliz año. Con algunos me entretengo un rato. Por ejemplo, con Rita, que es elegantísma siempre y que, hoy, además, se ha dado el gustazo de ponerse un abrigo impresionante.
19.30
Cuando cierro la iglesia tomo nota: «Hoy, uno de enero de dos mil veinticuatro, me ha sido concedida la gracia de doblar la rodilla veinte veces ante el Santísmo Sacramento que es Dios nacido de María».
¡que bonito y necesario de principio a fin.!
ResponderEliminar:-)
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