San Miguel de Salinas
martes, 24 de septiembre de 2024
Esto decía mi agenda de hoy.
11:00 Misa en San Miguel
11:30 Viene a verme LF
18:00 Entierro en Los Montesinos.
19:00 Misa en La Mata.
Antes de la misa de once, estando yo en el confesonario, ha venido un penitente. Muy bien.
La misa de once ha empezado a las once en punto. Estábamos iniciando el acto penitencial cuando el reloj del campanario ha dado las once, con un minuto de retraso.
LF estaba en misa, de modo que hemos tenido nuestra cita puntualmente. Nació en Larache, estudió en Granada con una beca de Falange, y luego volovió a Africa con laPolicía Territorial. Se casó, se fue con su esposa a Alemania, trabajó en la Mercedes y volvió a Españita para disfrutar aquí de su pensión alemana. Muy bien.
Poco antes de las doce nos despedíamos. A las doce en punto rezaba yo el Ángelus y me olvidaba de la agenda hasta la tarde. Un minuto después, el reloj del campanario daba las doce.
En la sacristía he buscado, he encontrado y he consulatdo elprograma de fiestas:
Hay un error. Dice que el jueves 27 habrá misa a las 19:00 y ofrenda floral a las 20:00. Pero el jueves no es 27 sino 26.
Dice que el domingo la misa será a las 19:00 y que, a continuación, será la procesión.
Con estos datos llamo a Teresa y la cosa queda así.
Jueves 26, santos Cosme y Damián.
Misa a las once.
Viernes 27, san Vicente de Paul.
Misa a las once.
Ofrenda de flores a las 20:00.
Sábado 28. San Wenceslao, mártir.
Misa a las once.
No habrá misa por la tarde.
Domingo 29. San Miguel Arcángel.
Misa a las 19:00.
A continuación, procesión.
A la una menos cuarto he mandado estos horarios al arcipreste que me los pidió ayer.
A continuación he hecho un lindo cartel y lo he publlicado en Fbk y en la lista de difusión de la parroquia. No lo he puesto en la cartelera de la iglesia porque la quitaron para pintar la puerta de azul cielo y ya no la han vuelto a poner.
A la una y cinco me he puesto a escribir esto y a recordar la mañana que empezaba, como de costumbre, con la liturgia de las horas.
Antes de ir al confesonario he tenido tiempo para preparar un esquema de la homilía dela fiesta, para terminar la lectura del «Laques» de Platón, para dedicarle un ratito a «Las Moradas» y para zamparme la «Defensa de los historiadores parciales» de Chesterton que empieza así de bien: «Cualquier reputación, excepto la de los imbéciles sin remedio, tiende a menguar para volver a crecer». Dice Chesterton que los hombres capaces son elogiados dos veces, la primera por razones equivocadas y la segunda, tras una fase de vilipendio, por las razones correctas. Él habla de Macaulay, pero yo pienso en Jesús.
A la una y veintitrés acbo de escribir esto y doy por terminada la mañana.
…
Cuando di por terminada la mañana, aún tuve tiempo de poner una lavadora, de asear el aseo y de asearme yo mismo un poco antes de ir a comer a casa de doña Nati.
Samira ha preparado una corvina de más de kilo y medio. ¿Al horno? Sí. ¿Con patatas? Sí, y con champiñones.
Luego lo habitual: visita al Santísimo, noticias en Antena 3 y rosario.
He empezado la lectura del «Protágoras» de Platón y, a las cuatro y cuarenta minutos, después de tender la ropa, he ido a la iglesia para sentarme ante el sagrario.
A las cinco y cuarto, como aún tenía tiempo, he rezado vísperas y he leído el capítulo 26 de «Una escala humana», titulado «Frágiles».
Acto seguido, he salido para Los Montesinos con la esperanza de poder empezar el funeral unos minutos antes dela seis. El funeral, sin embargo, ha empezado a las seis y un minuto. Un poco antes, Fina me mostraba unas flores muy hermosas —rojas— que había traído de su jardín para ponerlas en el altar. A mi pregunta —«¿Qué flores son?»— respondía ella que no sabía su nombre, pero que nacen de una cebolla. Y se comprometía a regalarme una maceta con algunas de esas cebollas mágicas.
Al terminar el funeral he salido pitando para La Mata por un camino que yo me sé, que no pasa por Torrevieja y que no suele estar atascado. Con todo, he llegado a Nuestra Señora del Rosario a las seis y cincuenta y ocho, con el tiempo justo para revestirme y empezar la misa de siete a las siete y dos minutos.
Luego he estado charlando con Mateo. Me ha contado que ayer conocieron al nuevo párroco que tomará posesión el domingo por la tarde. Hasta entonces, el arcipreste y yo seguiremos haciendo la sustitución. Le he pasado el wasap que me mandó el arcipreste para que sepa a quién le toca celebrar la misa cada día. Él, como ha sido Guardia Civil, lo llama «el cuadrante». Mientras escribo esto, miro la palabra en el Diccionario de la Lengua Españolita y —sorpresa— encuentro esto: «3. m. Tabla que se pone en las parroquias para señalar el orden de las misas que se han de decir aquel día». No te acostarás sin saber una cosa más.
He llegado a San Miguel a las ocho y me he sentado en la iglesia para leer despacito el Evangelio de san Juan. No todo, claro. Me acordaba del propósito que ha hecho Elena M Tascón de revisitar lo que la conforma. Ese propósito, que a ella la ha llevado a releer la «Historia de una escalera», a mí me hace revisitar una y otra vez los evangelios. Con los años, cada escena y, dentro de cada escena, cada personaje y cada detalle, resultan más y más evocadores. ¿No me pasa, cada vez que recuerdo la casa en la que crecí, que, de pronto, un objeto insignificante, por ejemplo el arcón del repartidor o la lámpara de mesa que iluminaba permanentemente la entrada, se me representan de un modo totalmente nuevo, como una revelación, a pesar de serme tan familiar? Pues así, a menudo, las relecturas del evangelio. Divago.
A las ocho y cuarto he llegado a la casa abadía. Para cenar me he preparado cuatro tapas de queso. No de cualquier queso sino de uno hecho por Michael, el organista suizo. Ha sido un regalo de Heidi y Armin. Y, con el queso suizo, una copa de Fidencio. Si digo que es un vino joven (2023) y de La Mancha, Roger Scruton se revolverá en su tumba. Me parece oír su voz desde ultratumba: «¿De La Mancha puede salir un vino bueno?». Brindo por Scruton, hago una oración por su alma y dejo aquí esta nota de cata a Fidencio: «Me encanta este vino joven y baratísimo —menos de dos euros la botella— que me regaló ayer doña Nati. Casa muy bien con queso suizo». Divago.
Divago. Es que son las nueve y media de la noche. De una noche otoñal.
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