domingo, 8 de septiembre de 2024

Diario. Domingo, 8 de septiembre de 2024

 San Miguel de Salinas

domingo, 8 de septiembre de 2024


22:15

Vuelvo a la casa abadía después de la procesión de la Virgen de Monserrate en Torremendo. Tengo sueño, pero también tengo que escribir esta página de mi diario. Me aseo un poco, me pongo una guayabera blanca, me bebo un vaso de leche fría y me siento delante de mi Mc. Toca recordar el día. 



A las 8:33 leía un mensaje del tanatorio que iba a traer cola. Era un mensaje del dos de julio, pero yo pensé que era un mensaje de hoy. Me informaban de la muerte de una señora de Torremendo y me pedían un funeral para mañana a las doce. Como resulta que mañana, a las doce, estaba programado el funeral de Jesús, les contesté que el funeral de la señora podría ser a las once pero ellos entendieron, lógicamente, que les estaba hablando del funeral de Jesús. Puse en la lista de difusión de la parroquia: «Mañana a las once   funeral de  X —la señora que había muerto en julio— y a las doce funeral de Jesús». Imagino la perplejidad de los vecinos de Torremendo al ver que el cura les anuncia para mañana a las once el entierro de una señora que murió en julio y a las doce el entierro de Jesús que los del tanatorio han anunciado para las once. A partir de ahí mi WhatsApp va a ser un hervidero de malos entendidos. 

A las diez y media, cuando llegué a Torremendo, me estaban esperando dos pacientes y simpáticos empleados del tanatorio de Orihuela. Con pocas y amables palabras me hacían caer en la cuenta de mi error. Mañana solamente habrá un funeral en Torremendo: el de Jesús. Será a las once. 

A las once empezaba la ofrenda de flores y luego hemos celebrado la misa de la Natividad de la Virgen. Muy bien. En la homilía he dicho —entre otras cosas— que no debemos desear ningún mal a los amables ladrones que entraron en los locales parroquiales aunque podemos rezar para que la policía los encuentre y los corrija sin aspereza.  Al terminar la misa he anunciado lo del funeral de mañana. 

De vuelta a San Miguel me he cambiado de camisa y he llegado a la iglesia con el tiempo justo para confesar a un penitente y empezar la misa de doce y media con cinco minutos de retraso. Laura me ha traído de Pamplona un queso de Idiazábal. Dos penitentes han pedido confesión después de misa. 

Luego he ido a comer con doña Nati, Gloria y José María. Cuando doña Nati se ha ido a su campeonato de parchís, Gloria, José María y yo hemos seguido de tertulia hasta las cinco. Una tertulia muy animada. 

Después de hacer la visita al Santísimo había que tomar una decisión: rendirse al sueño y echarse una siesta o batallar con denuedo —rosario en ristre— para salvar la tarde. 

Misterios gloriosos paseando por las capillas laterales de la iglesia.

Terminado el rosario —y muy reconfortado— he dedicado media hora a repasar mi librito de Patrología. Es un librito muy elemental. A mi medida. 

Luego me he zampado el Ion de Platón o de quien sea, porque, al parecer, los sabios discuten su autenticidad. 

A eso de las seis y veinte volvía a la iglesia para rezar vísperas y para sentarme ante el sagrario y meditar un poco con algunos textos de Las Moradas. Teresa ya estaba en la iglesia preparando las cosas para el funeral de Milagros. Unas manchas blancas en mis pantalones, en mis calcetines y en mis zapatos, causadas por el repelente de insectos con el que he rociado mis tobillos, me han distraído un poco. 

A las seis cuarenta y cinco ha llegado el archidiácono para el entierro. Teresa había encendido el incensario y la iglesia estaba toda perfumada. 

A las siete he vuelto a la casa parroquial para darme una ducha y, fresco como una lechuga, he salido para Torremendo.

El pueblo se había reunido para la procesión de la Virgen de Monserrate. Volteo de campanas: ton tilón, ton tilón tilón… La bada de tambores y cornetas: tararí, tran, tran, tran… La banda de Orihuela: tachín, tachin, chan, chan, chan… Los cohetes: pim, pam, pum… Las autoridades, el archidiácono el cura, todos  vestidos con sus nejores galas. Misterios gozosos. Salimos de la calle de la Meca y llegamos a la Plaza del Pueblo. Misterios dolorosos. Al llegar a la calle de Los Luceros el capataz tiene que arrimar el hombro para ayudar a las chicas que llevan el paso a subir un repecho. Salimos a la carretera. Misterios luminosos. Llegamos a la Plaza de la Iglesia. Más volteo de campanas, castillo de fuegos, Marcha Real, aplausos a la Virgen cuya imagen cumple ochenta y cinco años, felicitaciones…

Ya estoy en el coche, preparado para volver a San Miguel, cuando me hacen unas señas Fátima y Antonio. Que se casan en octubre del año que viene. ¡Felicidades!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Es usted muy amable. No lo olvide.