San Miguel de Salinas
sábado, 7 de septiembre de 2024
7:55
Abro la iglesia.
Oficio de lectura y laudes.
Vuelvo a la casa abadía y me preparo un desayuno ligero.
Vuelvo a la iglesia y me siento para mirar fijamente al sagrario.
9:20
Me empleo a fondo en el aseo de la casa abadía.
10:00
Voy al cajero, actualizo la libreta de San Miguel y vuelvo a la iglesia. Saludo a Joan y me meto en el confesonario.
«¿Con qué objeto —dice la voz de un duendecillo a quien conozco bien— te encierras aquí? Si lo que quieres es pescar ¿No sería mejor que salieras a la calle? Al menos allí disfrutarías de esta espléndida mañana septembrina». Yo, abriendo mi Mc y disponiéndome a actualizar las cuentas de San Miguel: «No pretendo, oh duendecillo, saber mucho de pesca auque apuesto mil dólares a que tú aún sabes menos que yo acerca de esta pesca que persigo. Haz el favor de salir de aquí si no quieres que te expulse como a un vulgar dimoño».
Actualizo las cuentas.
Tercia.
Viene Joan y me dice que ha estado en la tienda de Isabel y que le han dicho que la cámara de Vegafibra está apuntando al techo de la iglesia y que eso es lo único que se ve cuando retransmiten la misa por la tele. Joan está haciendo muchos progresos y cada vez entiende mejor el español.
Mando un mensaje a Robert, técnico de Vegafibra.
El arcipreste me recuerda que él celebrará la misa de víspera en San Miguel y que me toca celebrar en El Salvador a las 19:00 y en La Mata a las 20:00. Se lo agradezco.
Empiezo a leer Eutifrón o Sobre la piedad.
10:50
Voy a revestirme para la misa.
Después de misa, Maruja entra en la sacristía y hace entrega de cuatro velones para el Santísimo. Se lo agradezco. También informa de que mañana cumplirá noventa y siete años. La felicito y le anuncio que la encomendaremos en la misa.
Teresa entra en la sacristía para informarnos de lo que se cuece en las RRSS.
Doña Nati entra en la sacristía para decirme que hoy vienen a comer Gracia y José María. Me alegro.
Me siento unos minutos ante el sagrario para la acción de gracias, me despido de Matthew que sigue en modo acción de gracias, recojo mi MC, cierro el confesonario y voy a la casa abadia.
11:57
Me instalo en el despacho parroquial. Ángelus.
Veo en Fbk una aclaración del obispo acerca de una noticia falsa sobre la dióceis. Lo publico en en el muro de la parroquia.
Termino la lectura de La Nueva Jerusalén, de Chesterton.
Leo el capítulo de Una escala humana titulado «Mitologías victimistas».
Lectura del Evangelio de San Lucas.
Lectura de Las Moradas. «Querría tener mil vidas para emplearlas todas en Dios y que todas cuantas cosas hay en la tierra fuesen lenguas para alabarle por ella». Tomo esta aspiración de Santa Teresa para mí y para la homilía del domingo que va de sordomudos que se vuelven locuaces cuando los toca, como a santa Teresa, el dedo de Dios.
Trasteo en X.
14:00
Comida con doña Nati, Gracia, José María, Eva y Miguel.
15:22
Nos despedimos.
Visita al Santísimo. Pensaba dar una cabezadita pero lo pienso mejor. A las seis tengo que salir para El Salvador y no hay tiempo que perder. Misterios gozosos paseando por los altares laterales.
15:45
Despejado y reconfortado por el paseo y por el rosario, repaso mi librito de Patrología.
Mensajes y mensajes de WhatsApp. El arcipreste me manda otro video del obispo en el que sale al paso de algunas noticias falsas. Una vez más veo que hay periodistas que parecen ser como aquel hombre que llevaron ante Jesús y que era sordo y apenas podía hablar. Les das un documento o una noticia y lo que transmiten no tiene nada que ver con la realidad. Es como si hubieran tenido dificultades para oir lo que se les ha dicho y como si, además, les costase horrores expresarlo. Pobriños, hay que rezar mucho por ellos. Suelen ser buenos chicos.
Termino la lectura de Eutifrón.
17:00
Voy a la iglesia. Las de la floristería están preparando la boda.
Vísperas.
Me siento para mirar fijamente al sagrario.
17:51
Llega Teresa. Charlamos y nos despedimos.
Voy a la casa abadía, me cambio de camisa y salgo para la parroquia de El Salvador de La Mata. Llevo conmigo Una escala humana porque, aunque en esa parroquia, según creo, no hay confesonario, espero llegar con tiempo para sentarme en alguna capilla en modo pescador.
18:30
Llego a la parroquia. Una criatura con aspecto de profeta —largas melenas blancas, mirada y nariz aguileñas y voz de trueno— se cierne sobre mí vociferando: «¡Quiero hablar co Dios! Quiero hablar con Dios y ver qué tiene que decirme de mi mujer. Ella tiene problemas para ir al baño». Voy a decirle que ese tipo de problemas son bastante comunes en las personas de nuestra edad pero sigue apelando a Dios y empieza a entrar en detalles algo escatológicos. Le hago señas para que me siga hasta la sacristía donde podré interesarme por el fenómeno con más calma y sin alterar la paz del templo. Por el camino no cesa de decir cosas que se me antojan oscursímos oráculos—«¿Puede un hijo que no cree en Dios y que ni siquiera va a misa quitarle el teléfono a su padre?»— mezcladas con otras más sensatas: «Y ¿por qué no hay misa a las ocho? Yo he dejado a mi mujer en el baño y me he venido andando porque solamente tenemos un coche». No está Pau, el fornido sacristán Croata. En su lugar encuentro a una señora con aspecto maternal que se encara con el profeta: «Deje usted al padre que hay gente esperando para confesarse». Vuelve a hablar el trueno: «¡Que esperen, que esperen los que se van a confesar! Y si la misa empieza más tarde, mejor. Así, a lo mejor mi mujer llega a tiempo. Cuando estamos en Madrid, si se retrasa en el baño y llegamos tarde a misa, luego, en casa, le leo las lecturas con el Magníficat. ¿Conoce usted el Magníficat?». Mientras me revisto le digo que conozco el Magníficat y que yo mismo voy a celebrar otra misa en La Mata a las ocho. Vuelve a intervenir la sacristana bondadosa. Mientras me dirijo a la capilla en la que voy a escuchar las confesiones oigo al trueno: «Aquí, aquí tiene que ser la misa de ocho».
Tres penitentes. Muy bien.
19:00
Misa de víspera. En la homilía digo lo de los periodistas que —como el sordo del evangelio que, además, apenas podía hablar— parecen tener graves problemas para entender y para explicarse.
19:45
Con la camisa empapada de sudor, me despido de la sacristana y voy al coche pero vuelvo porque me he dejado en la sacristía las gafas y mi ejemplar de Una escala humana.
La sacristana está de tertulia con varias señoras. Una de ellas es periodista y al verme entrar, dice que lo de los periodistas con problemas para comunicar es una gran verdad y que ella misma tuvo que abandonar, algo hastiada, un famoso medio de comunicación.
19:55
Aparco mi Lamborghini a ocho minutos de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario. Recorro el trayecto en cinco minutos.
20:00
Llego, empapado de sudor, a la sacristía y me revisto para la misa.
20.05
Empieza, con cinco minutos de retraso la misa de ocho. La iglesia está llena. Muy llena. El sacristán ha tenido que abrir los patios laterales y las puertas principales para hacer sitio a la congregación de unas trescientas personas. Homilía de seis minutos.
20:50
Se ha hecho de noche y tengo que caminar durante ocho minutos hasta el aparcamiento. Imposible leer Una escala humana. En el camino hago dos descubrimientos. Una especie de seto de hibiscos y un galán de noche que —maravilla— me regala su dulce aroma.
Ya en mi Lamborghini echo un vistazo al WhatsApp. Del tanatorio me avisan: ha muerto María —a quien di la unción hace un mes— y quieren que el funeral sea mañana a las siete de la tarde. El archidiácono me avisa: ha muerto Jesús —a quien di la unción ayer— y quieren que el funeral sea el lunes a las doce.
Vuelvo a San Miguel.
21:45
Llego a la casa abadía. Confirmo al tanatorio y al archidiácono lo de los funerales. Pongo en la lista de difusión de la parroquia y en el muro de Fbk la esquela de María y mando un mensaje de pésame a Yadira, la amable colombiana que cuidaba a María. No solamente cuidaba de su cuerpo, fue ella la que me llamó para que le diera la unción de enfermos y la que, participó en el rito con extrema unción. Ahora que María ha muerto, Yadira se quedará sin trabajo pero no llorará por eso. Seguro que encontrará otro trabajo cuidando del alma y del cuerpo de otro anciano y seguro que su extrema unción colombiana abrirá las puertas del Cielo al afortunado.
Escribo esto.
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