lunes, 30 de septiembre de 2024

Diario. Lunes, 30 de septiembre de 2024

 La Torre

lunes, 30 de septiembre de 2024


A Pelayo DG

Amigo: finalmente se han dejado

abrazar, de tu parte, los amigos. 

Sus esposas

—muac, muac y todo eso—

para ti me han besado.

¡Que gentiles!

Me quedo con los besos y te mando

sus risas 

y el cariño de todos 

mis recuerdos. ..


7:00

Empieza la rutina de los lunes: abrir la iglesia, ir al hospital, preparar el altar. oficio de lectura y laudes, primera misa, recogerlo todo, sentarse ante al sagrario subir los ochenta y un escalones y volver a San Miguel.

10:15

La inercia de la rutina de los lunes: recojo las colectas de la semana pasada y voy al banco pero… el banco está cerrado porque es lunes siguiente a San Miguel y toca fiesta en el calendario laboral de aquí. 

La misa de once empieza a las once y dos minutos. Luego charlo con Teresa y Joan. Luego invito a Joan a un café. 



Conversaciones en la panadería


Hemos ido a la panadería y hemos pedido dos cafés con leche. Entonces ha entrado Mari Carmen, tan guapa y elegante y perfumada como siempre. Nos ha contado que ayer disfrutó mucho con sus primeras fiestas en San Miguel y, especialmente, con los fuegos artificiales. Tuvo que barrer el patio de su casa porque muchos de los palos de los cohetes cayeron allí pero nos ha dicho que no le importó nada porque para ella, todo es nuevo y bonito. Luego se ha empeñado en pagar nuestros cafés. ¡Qué amable!

Después ha entrado ML y, dirigiéndose a Joan que no entendía nada, ha contado que hoy es el cumpleaños de una vecina y que quería comprarle unos pastelitos pero se había quedado sin dinero, el banco está cerrado y no entiende cómo funciona el cajero. Le ha pedido diez euros a otra vecina y ha venido a la panadería a comprar unos pasteles envueltos para regalo. 

Luego Joan me ha hablado de un problema en el que se ha metido. Resulta que hay en San Miguel un gato callejero que la ama y la espera cada día debajo de su coche porque ella le da wet food. Sabe que está prohibido alimentar a los gatos callejeros, pero lo hace disimuladamente. Además, ha visto que una señora francesa también alimenta al gato aunque solamente le da dry food y los gatos necesitan wet food porque no les gusta el agua y si solo tienen dry food, luego necesitan beber. Total, que hace unos días, habló con la francesa y le sugirió que adoptara al gato. La francesa reaccionó con una agitación extraordinaria y diciendo que eso era una locura. Entonces, Joan le propuso a David Penward lo de la adopción del gato y DP dijo que lo consultaría con su hija. Joan se lo contó a la señora francesa que, después de sufrir un ataque espasmódico, estuvo a punto de desmayarse como si acabaran de comunicarle que los servicios sociales iban a quitarle la custodia de un hijo. Desde entonces, la francesa espía a Joan desde sus ventana y Joan, para no pasar por delante de su ventana, va a buscar su coche por otro camino, dando un rodeo. Se me ha ocurrido sugerirle a Joan que envenene al gato. Ella se ha santiguado. Nos hemos despedido a las 12:30. 



Divagaciones


«Puedo imaginar fácilmente a una amable irlandesa asesinando con la podadera de su cuidado jardín a su amable vecina francesa sin dejar pistas, o a la amable vecina francesa regalándole a la otra un elaborado y delicioso plato de setas envenenenadas. Lo que resulta inconconcebible es que, por la cabeza de unas personas tan delicadas y caritativas, pase la idea siquiera de entristecer mínimamente a un gato. Mi propuesta de envenenar al gato —debería haberlo pensado antes— no ha sido prudente desde, un punto de vista pastoral, teniendo en cuenta la idiosincrasia de los extranjeros». 

Tales son mis divagaciones al volante de mi Lamborghini rumbo al Campello donde he quedado para comer con unos viejos amigos del colegio. Interrumpo mis errantes pensamientos para rezar los misterios gozosos con Bendicto XVI.



A las dos en punto —como estaba previsto— llamo al tiembre de la casa de Ike y Gloria. Me abre la puerta Gloria. Abrazo y muac, muac a Gloria. Abrazo a Ike. Abrazo y muac, muac a Maca, abrarzo a Fernando. Ana y Jesús —a quien Ike y Fernando llaman Matthew— han salido a pasear. No tardan en volver. Abrazo y muac, muac a Ana. Abrazo a Jesús. Y ya la tertulia se ha animado. Traigo recuerdos y abrazos para todos de Pelayo DG que está en Uruguay pero querría estar aquí. Con su recuerdo, a tertulia se anima aún más. 

Vamos a comer al chiringuito del puerto, cabe la torre de la Isleta construida en el siglo XVI para vigilar la costa. 

Brindamos con Laudum. Ike, que no ha dejado de bromear con el color de mi camisa, derrama —accidentalmente, creo— una copa sobre mis grises pantalones tiñéndolos de bermellón y despertando en mi mente —propensa a las divagaciones— la idea de que bien podríamos estar siendo testigos de un signo profético relacionado con mi destino. Me sacan de las divagaciones en las que me veo, ora investido de la gloria de los cardenales, ora investido de esa gloria aún mayor de los mártires,  las risas de todos y una amable camarera que acude en mi ayuda provista de cien mil servilletas de papel absorbente. 

A eso de las cinco, nos echan del chiringuito. La animada tertulia continúa en la casa de Ike y Gloria hasta las cinco y media. A esa hora me despido con pesar. Abrazos, muacs muacs y todo eso. Jesús me acompaña hasta el coche porque quiere contarme algo. 


De camino a La Torre voy pensando en las cosas del día que se ha convertido en un día —otro— de asueto. 

Ya en La Torre, vuelvo a la tranquila rutina de las oraciones, los paseos, las lecturas y las divagaciones: «Pasos de un peregrino son, errante / cuantos me dicto, versos, dulce Musa / en soledad confusa / perdidos unos, otros inspirados». 

Son las 21:25. 

Ya he cenado y ya he escrito esto.

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