martes, 3 de septiembre de 2024

Diario. Martes, 3 de septiembre de 2024

 San Miguel de Salinas

martes, 3 de septiembre de 2024


8:00

Voy a la ermita. Oficio de lectura y laudes. 

Oración con la carta Sincerus est. 

9:00

Desayuno.

9:30

Salgo de La Torre para el aeropuerto. 

9:40

Llego al aeropuerto. El vuelo de Birmingham trae dieciocho minutos de retraso. 

10:35

Aparece Matthew. Sacudimos nuestras manos y volamos hacia el aparcamiento. Mensaje a Joan: que vamos a llegar tarde. 

Empieza a caer una tromba de agua. 

Salimos para San Miguel. 

11:25

Empieza, con veinticinco minuos de retraso la misa de once. 

12:15

Aviso del tanatorio: funeral mañana a las 17:30. Pongo la escale en el muro de Fbk y llamo al archidiácono para ver si puede celebrarlo él dado que yo tengo que celebrar tres misas. 

Voy al Collie donde me esperan Joan, Matthew y Cristina. Cristina sale hoy para Madrid con su familia y se vuelven a Londres la semana que viene. 

13:15

Vuelvo a la casa abadía y deshago mi maletita. 

Nona. 

Voy al banco para ingresar las colectas de Torremendo. A la vuelta saco el correo del buzón. Veamos: cuatro cartas de Caja Rural Central, una de Iberdrola, una del obispado y una de la Adoración Nocturna de Benejúzar. 

Aparto el Boletín del Obispado para leerlo esta tarde. 

La Adoración Nocturna de Benejúzar cumple 100 años y manda cartelería fina. 

Mando copia de la factura de Iberdrola al archidiácono. 

14:00

Voy a casa de doña Nati. 

Encuentro allí el libro de Carlos Matín-Blázquez que ha llegado por Amazon. Muy bien. 

15:00

Noticias en Antena 3. 

15:40

Misterios dolorosos. 

16:00

Leo el Boletín del Obispado. Archivo los extractos bancarios y la factura de Iberdrola. Aprovecho para tirar bastantes papeles inútiles. 

Cuarenta mensjes de WhatsApp. El archidiácono me pide copia de la segunda página de la factura de Iberdrola. 

Reviso e correo electrónico.

16:25

Impaciente, me zampo el prologo de Higinio Marín a Una escala humana. Curioso, sigo hasta la página 23. 

16:50

Trasteo en X. 

17:00

Vísperas. 

17:30

Voy a la iglesia para mirar fijamente al sagrario. 

18:00

Pongo una Hostia en el portaviático y salgo para La Mata con la intención de llevar la comunión a Ana. Aún no he salido del peublo cuando suena el teléfono. Como veo que es el arcipreste, respondo a la llamada. Como ve que voy en el coche, me pide que lo llame luego. 

Atascazo en Torrevieja. Cuando llego a La Mata son ya las seis y media.  Si le llevo la comunión a Ana, me arriesgo a llegar tarde otra vez a la misa. Tras una breve deliberación y una consulta con el Alto Mando, aborto la misión Viático. Aparco. Tengo que caminar durante ocho minutos hasta la parroquia. ¿Me da tiempo a leer el capítulo «Sobre la imitación» de Una escala humana? Son seis páginas. Diría que sí.

Diría que sí pero no es tan fácil leer caminando por la calle. Además, al pasar por un parque, mi meditativa atención repara en un olivo muy cuidado y en la música de las chicharras que lo han ocupado. Un poco más allá, —¡oh!—la melodía, mejor, que sale de un piano. Me intereso por el fenómeno y descubro que hay una academia de baile y, por la puerta abierta, veo a unas jóvenes bailarinas que hacen sus evoluciones al compás de la música. Total, que llego a la iglesia y solamente he leído dos páginas. He llegado justo al lugar en el que Emerson —un escritor demasiado grave para mi gusto, y un poco pelma— se pregunta: «Por qué esta veneración por el pasado?». 

18:40

Voy a la sacristía, me revisto y me siento en el confesonario. Un penitente. Muy bien. Termino el capítulo «Sobre la imitación». Muy bien. 

19:00

Segunda misa de san Gregorio Magno. 

19:40

Vuelvo, caminando, hasta el aparcamiento. Se ha levantado un viento que agita las hojas de dos ficus enanos no pequeños en la placita por la que paso y las hojas de Una escala humana. Miro al cielo: ¿lloverá y se mojarán las hojas de mi ejemplar de Una escala humana, tan nuevo? La academia de baile sigue abierta y las chicas bailan al son de un minueto. Una señora que pasa me saluda cordialmente: «¡Buenas tardes, señor cura!». Le devuelvo el saludo con la alegría que me dan su jovialidad y las niñas danzantes. Llego al coche. He terminado el capítulo «El milagro de la atención». No ha llovido. 

20:15

Dejo el portaviático en el Sagrario, hago una visita al Santísimo, apago las luces y cierro la iglesia. 

Tengo que llamar al arcipreste, pero antes, tendría que cenar algo. Decido escribir esto antes. Ya está.

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