La Torre de la Vall-llonga
Lunes, 1 de julio de 2024
7:00
Voy a salir para el hospital pero no encuentro la libreta del banco. Busco por la casa abadía y nada. Busco en la sacristía y nada. Padrenuestro a san Antonio y, en mi memoria, aparce claro y distinto el sitio donde la dejé la última vez, pero ya voy con retraso.
7:37
Llego al hospital y preparo el altar.
Oficio de lectura.
8:00
Misa por las almas del purgatorio porque es lunes.
8:30
Recojo todo.
Laudes.
Me siento para mirar fijamente al sagrario.
9:15
Salgo para San Miguel.
9:35
Recojo la libreta y voy al banco. Quiero hacer un traspaso pero el cajero me dice: «operación no autorizada».
Voy a hablar con la amable cajera —es nueva— y me lo soluciona.
10:00
Cierro las cuentas de junio de las dos parroquias y del cementerio.
11:00
Misa.
Al final me espera Aroa que quiere hablar conmigo. Vamos al rincón de san Miguel y charlamos.
12:00
Nos despedimos y voy a la casa abadía.
Ángelus.
Tercia.
Hay que actualizar el libro de misas. ya está.
Lectura de los Sermones Parroquiales de Newman.
Lectura del Evangelio de San Mateo.
Hay que dar las gracias a la amable donante por su donativo. Ya está.
Hay que hablar con el artista que ha hecho el sagrario para quedar con él y pagar lo que falta. Ya está.
Hay que ver el correo. Factura de San Jorge. Borro doce y respondo a tres.
14:00
Voy a casa de doña Nati.
Wasap de un ser humano que se bautizó aquí, va a entrar en un seminario francés —¡que bien!— y necesita su partida de bautismo. Mando sus datos a Teresa.
14:45
Visita al Santísimo.
15:00
Noticias en Antena 3.
15:35
Misterios gozosos con BXVI.
16:00
Quito el polvo de la casa.
Voy a la iglesia para mirar fijamente al sagrario.
16:55
Vuelvo a la casa abadía.
Chat con Teresa. Ha encontrado la partida del semiarista pero la fecha de nacimiento no coincide.
Chat con el seminarista. Que si puede mandarme foto de su pasaporte. Que sí.
Chat con Teresa.
Entre chat y chat voy leyendo La humana cosa.
17:45
Seis wasaps. Rosario, Jaime, Pupé y Urraquita ya están en la Torre y me esperan.
Recojo todo y preparo una minimaleta.
Cierro las ventanas de la casa abadía.
Dejo el Ra aspirando a su bola.
Aviso a doña Nati de que me voy a La Torre.
Wasap a La Torre: «Voy volando».
18:15
Salgo para La Torre oyendo Gianni Schicchi. En la autopista, en sentido contrario, hay un coche ardiendo y detrás, un atasco que va desde Elche hasta Alicante.
Empieza a llover.
19:00
Llego a la Torre y, después de saludar a todos y de seguir leyendo un par de poesías de La humana cosa, me siento en el suelo para jugar a la pelota con Lucía y con Urraquita.
Ellas son incansables, yo no. Llega Rosario, se apiada de mí y me ofrece un algo. Elijo un vino. Mientras ella prepara un picoteo, Pablo y Jaime llevan unas sillas al palmeral. Yo ayudo llevando mi silla. Estoy llevando mi silla cuando descubro —¡oh— que han llegado también Elena y Rafa. Están en el patio de la Casa Grande con sendas copas de vino y un queso de aspecto excelente. Rafa está leyendo Madrid, de corte a checa en una edición que tiene una letra muy pequeña. Me pregunta que si yo tengo una edición de letra más grande. Sí. Vamos a mi piso y le doy el ejemplar que me prestó Arantxa hace muchos años. Como premio, me invita a sentarme con él y con Elena en el patio y a catar su vino y su queso. Pero mi vino ya está servido en el palmeral y no hace mucho que leí Ejecutoria y me parecería innoble dejar colgada a Rosario por un queso excelente.
La tertulia en el palmeral se alarga hasta las ocho y media.
20:40
Los padres con hijos van a dar la cena a sus churumbeles. Yo me voy a rezar vísperas y a escribir esto.
21: 30
Los niños están soñando con los angelitos. Alguien ha puesto una bonita mesa para seis en el patio de la fuente: tres a cada lado de la mesa.. Pablo está asando seis de las cien mil enormes salchichas que sobraron del concierto y los demás trajinan llevando otras cosas sabrosas a la mesa. Nos sentamos. Se nos unen Elena y Rafa que se sientan en las cabeceras dela mesa no para cenar —porque llevan toda la tarde comiendo queso— sino para disfrutar del espectáculo. Todos me miran y bendigo la mesa. Todos me siguen mirando y yo sé por qué. Se ha extendido el rumor de que esas salchichas deben de estar podridas porque llevan —según los más exagerados— un año en la nevera. Impertérrito, me sirvo una salchicha, parto un pedacito, me lo zampo y anuncio: «está deliciosa». Luego, sin pronunciar palabra, consumo la salchicha y me sirvo otra. Solo entonces empiezan todos a chralar animadamente, la fuente pasa de mano en mano y queda vacía.
22:40
Anuncio que mañana celebraré la misa a las 9:00 en la ermita y me retiro.
Completas.
Termino de escribir esta página de mi diario.
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