San Miguel de Saminas
viernes, 5 de julio de 2024
22:56
Otra vez se ha hecho tarde.
De la mañana hay que recordar la visita al ambulatorio. Tenía cita para las ocho. He llegado a las ocho y ya había cola. No pasa nada, saca uno el móvil y se pone a ver cosas interesantes en las RRSS. Media hora después había oído como treinta veces «el siguiente». Pero ahora me tocaba a mí.
Me ha atendido un enfermero muy amable que, para no usar el tú o el ud, hablaba así: «Buenos días, ¿cómo estamos? Ahora vamos a remangarnos la camisa. Muy bien. Vamos a extender el brazo así. Eso es. Y ahora vamos a pinchar aquí. Ya está. Vamos a apretar el agodón durante cinco minutos para que no salga un moratón. ¡Ya podemos irnos!».
Le he dado las gracias y lo he invitado: «Podemos irnos a desayunar». Me ha mirado sonriendo pero no se ha venido a desayunar conmigo a El Capricho.
¿Qué más?
Antes de la misa de once ha venido un penitente. Muy bien.
La misa de once la ha celebrado el arcipreste pero yo he proclamado la primera lectura y el salmo y me he vuelto al confesonario.
¿Qué más?
Pues, por ejemplo, versos como estos de Jaime García-Maiquez:
Siempre quise para mi vida anónima /el dolor reservado/ o ser feliz imperceptiblemente.
Ya por la tarde, lo más grande y hermoso, lo más apacible e intenso, lo más secreto y público: la misa.
La he celebrado en Los Montesinos. He llegado con tiempo para oírla confesión de un penitente. Muy bien. He tenido tiempo también para registrar el misal, el libro de la sede y el leccionario. Me aguardaba una sorpresa. El libro dela sede estaba abierto por la misa «Por los cristianos perseguidos». No he tenido que buscar más. He celebrado esa misa y he hecho el propósito de volver a celebrarla una vez al mes, por lo menos.
Qué más.
Pues ya, al final del día, he dejado al coro ensayando en la iglesia y he ido a casa de doña Nati para ver el final de Carros de fuego y el principio de Un hombre para la eternidad. La hemos detenido en el momento en que Moro sale de su memorable entrevista con el cardenal Wolsey y se encuentra con Cromwell que disimula porque los estaba espiando. Creo que no hay una misa por la conversión de los que persiguen a los cristanos pero nada nos impide rezar por ellos.
El primer misterio de mi Rosario de cada día siempre es por los cristianos perseguidos y por quienes les persiguen... y por algunas cosillas más. (Tardo más en pedir que en rezar).
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