miércoles, 17 de julio de 2024

Diario. Miércoles, 17 de julio de 2024

 San Miguel de Salinas

miércoles, 17 de julio de 2024


6:25

Persigo y fumigo a una cucaracha. Cuando desfallece, desposito su cadáver en el cubo de la basura. Desde que Iván, el belga, está ocupando los locales parroquiales y persiguiendo allí a las cucarachas, se ve que los animalitos buscan refugio en la casa abadía. ¡Animalitos! ¡Qué lindos!

Oficio de lectura y laudes. 

6:55

Abro la iglesia de par en par para que entre el fresquito de la mañana. Este verano está siendo muy llevadero en San Miguel. Enciendo las luces y salgo para el hospital. 

7:20

Llego al hospital, preparo el altar para la misa, compruebo que el vigilante ha abierto  la puerta de la capilla y me siento para mirar fijamente al sagrario. 

8:00

Misa votiva de San José porque es miércoles. La ofrecemos por Dominique,  que murió ayer. 

8:30

Recojo todo y dejo los libros preparados para la misa del viernes. Me llevo un alba para lavarla en la casa abadía. 

8:45

Salgo para San Miguel. 

9:15

Aparco en el garaje y subo a la iglesia que ayer quedó bastante desordenada. Pongo un poco de orden y me  llevo las túnicas de los monaguillos para lavarlas, con el alba del hospital,  en la casa abadía. 

Voy a la casa abadía y pongo una lavadora. Luego me pongo mi bata de trajinar y trajino un poco aseando la casa. 

10:00

Me quito la bata de trajinar y me aseo un poco. 

Leo y retuiteo un artículo de EGM y otro de MAQP.  

Vuelvo a la iglesia. 

Joan está charlando con Teresa. Joan habla en inglés y Teresa en español pero, milagrosamente, se  entienden bastante bien. Joan me pide que le diga a Teresa que ayer tuvinos un monaguillo nuevo. Se lo digo. Voy a revestirme y encuentro un euro en el alfeizar de la ventana de la sacristía. Se lo muestro a Teresa. No sabe de dónde ha salido. Lo pongo en la bandejita de los euros. Pido a Teresa que investigue dónde vive una señora que ayer me pidió que fuera a visitarla. Teresa sale a investigar y vuelve con la dirección. 

Llega Carmen buscando un abanico que perdió ayer. Le muestro la colección de abanicos hallados en la iglesia. No reconoce el suyo. Le muestro también unas gafas halladas en la iglesia: no son suyas. 

11:00

Segunda misa votiva de san José. Cantamos como antífona de entrada la primera estrofa del Te Ioseph celebrent. Durante la comunión, Zvignev —nuestro tenor polaco— se lanza a cantar Tú has venido a la orilla inventándose buena parte de la letra. 

11:40

Teresa se despide y se va. Joan se queda. Quiere hablar conmigo. Charlamos. 

12:00

De vuelta a la casa parroquial oigo que dan las doce: Ángelus. 

Compruebo que la lavadora ha terminado de lavar pero no ha centrifugado. Le doy a «centrifugar». 

Tercia.

Busco en el correo un correo de la administración del cementerio de Torremendo que llegó el diez de julio. Lo hallo. Hay que actualizar  las cuentas del cementerio. No cuadran. Faltan seis euros. Repaso y nada. repaso y aparecen los seis euros. Correo a la administración del cementerio. 

Borro treinta y tres correos. Mi meditativa atención se concentra en dos facturas que manda la librería San Jorge. Una ya está pagada. Tomo nota. 

Leo el Boletín del obispado que llegó el 3 de julio. ¿Qué pasa cuando un arcipreste cambia de parroquia y de arciprestazgo? Hay que elegir a otro. No es el caso del arciprestazgo de Torrevieja, a Dios gracias. 

Actualizo el muro de Fbk de la parroquia. 

12:45

Tiendo la ropa. Observo que mis camisas están bastante gastaditas. Tomo nota. 

13:00

Lectura de los Sermones parroquiales. 

Lectura del Evangelio de San Mateo. 

Veintinueve wasaps. 

Lectura de La Nueva Jerusalén. 

13:57

Voy a casa de doña Nati. 

El ambiente, allí, está muy animado. Samira va de un lado a otro trajinando y hablando en árabe con alguien de Marruecos. Tomás hace unas declaraciones sobre la importancia del protocolo. Sus hermanas —Irene y Eva— las rebaten con argumentos contradictorios. Doña Nati está haciendo el arroz. Mari Carmen intenta calmar al perro que quiere morder a Samira, a mí y a cualquier bicho viviente que se mueva. Solamente Raúl permanece sentado y silencioso como un sabio contemplativo y sonriente. Aprovecho la confusión para felicitar a Mari Carmen por su santo —que fue ayer— y para acercarme disimuladamente al aperitivo de lapas y serranas. Muy bien. 

Al cabo de un buen rato y de unos buenos argumentos, Irene, Eva y Raúl se despiden y se van. Doña Nati, Samira, Mari Carmen, Tomás y yo nos sentamos para seguir charlando y para catar el arroz con pollo, costillas de cerdo, pimientos y caracoles que ha preparado doña Nati. 

Después del café, Mari Carmen, Tomás y yo vamos al Collie para tomar un segundo café, un chupito de Magno —Tomás— y una copa de Magno —yo— mientras hablamos de protocolo y de otras cosas. 

16:00

Me despido de Mari Carmen y de Tomás y voy a la iglesia para hacer la visita al Santísimo. 

En la casa abadía consulto el WhatsApp. El archidiácono me pide el NIE de las parroquias de San Miguel y de Nuestra Señora de Monserrate y un documento que acredite que soy el párroco de la primera y el administrador parroquial de la segunda. Envío los NIE. 

Cuando me pongo a buscar mis nombramientos no sospecho que que me estoy metiendo en una aventura apasionante. Conforme voy abriendo carpetas van a pareciendo cosas que daba por perdidas, cosas que hay que tirar y cosas que hay que ordenar: todas con mucho polvo. Me aplico a ordenar y a desempolvar papeles. 

16:52

Mi nombramiento no ha aparecido, pero, sgún la báscula que me regaló MGC, la papelera en la que he ido poniendo los papeles viejos pesa ya seis kilos. 

Sé que hace cosa de dos o tres años, pedí al obispado una copia de mis nombramientos para alguna gestión. Busco en mi correo electrónico por si estuviesen aún allí. ¿Los hallo allí? Allí los hallo con no poco contento. Y se  los mando aal archidiácono. 

17:20

Ahora habría que desempolvar la estantería del archivo  y volver a colocar —ordenados— los papeles que no han ido a la papelera. Pero me conozco bien y sé que, si me dejo llevar por el entusiasmo del demiurgo, puedo olvidar lo más importante. 

Meto en una bolsa los 6 kilos de papeles viejos, los llevo al contenedor y, liberado de mi carga, voy a la iglesia para pasear por los altares laterales rezando los misterios gloriosos. Estoy en ello cuando entran en la iglesia cuatro seres humanos: tres son adultos —dos varones y una mujer— y el cuarto es un niño. Al verme, los tres varones —no sé si porque me han visto o porque esa es su costumbre al entrar en una iglesia— se descubren la cabeza. Me acuerdo de la defensa del protocolo que ha hecho hoy Tomás. Nos saludamos. Yo sigo con el rosario y ellos pasean por la iglesia, rezan ante la imagen del Cristo Yacente y encienden una velita. 

Terminado el rosario siento un gran deseo de volver al despacho para entregarme a la misión de poner orden en el caos convencido íntimamente de que para eso, y no para otra cosa, he venido al mundo. Pero me conozco y, sabiendo que mi entusiasmo ordenador me hace olvidar a veces lo importante, decido quedarme en la iglesia para hacer la oración de la tarde mirando fijamente al sagrario. 

No bien me he sentado cuando mi mirada se dirige hacia el lugar del presbiterio donde los cofrades pusieron la imagen de la Virgen del Carmen. La imagen ya no está allí sino a la entrada de la iglesia, sobre el paso que se usó para sacarla en procesión. Pero allí, en el presbiterio, siguen la columna que sirvió de pedestal, la maqueta de un gran velero, el estandarte de la cofradía, un ancla, un flotador, una caja de madera llena de conchas y de caracolas de mar, otras conchas y caracolas dispersas y dos arbolitos artificiales de color azul celeste. Me conozco y sé que cualquier esfuerzo que haga por mirar fijamente al sagrario con esa acumulación de objetos fantásticos solicitando mi atención, será inútil. Me levanto y lo llevo todo a la sacristía. Luego me vuelvo a sentar y, estando ya mi casa sosegada, me entrego a la oración. Estoy en  ello cuando entra una familia que se me antoja ucraniana. Yo sigo a lo mío. Estoy en ello cuando entra un forastero, se arrodilla a mi lado y se queda allí un buen rato sin decir nada. Luego se levanta, me hace una inclinación de cabeza, me dedica una sonrisa y se va. 

18:40

Vuelvo a la casa abadía y me zampo un vaso de leche y una galleta. 

Luego me entrego con renovado entusiasmo a quitar el polvo del archivo y a volver a colcar los papeles que se han salvado del escrutinio:

1. La colección —casi completa, diecinueve carpetas— de los informes de restauración de los libros parroquiales que hizo mi hermana María. Si consiguiera completarla me gustaría encuadernarla. Tomo nota. 

2. El convenio que se firmó con el Ayuntamiento cuando llegué, en septiembre de 2011, un año antes de que comenzaran las obras de restauración de la iglesia. 

3. El proyecto de renovación de la instalación eléctrica que se hizo en 2017 y el certificado de conformidad expedido por la inspección de la Generalidad Valenciana. Son documentos de interés porque incluyen los planos de la iglesia con todos los detalles técnicos de la instalación. 

4. Las carpetas con las facturas y cuentas parroquiales aprobadas en los últimos cinco años. 

5. Una carpeta con documentos personales que antes estaban dispersos. 

19:03

Contemplo con satisfacción la estantería del archivo notablemente aligerada, ordenada y desempolvada. Miro el reloj y corro a asearme y a cambiarme de camisa para ir a Los Montesinos. Pero, antes, contesto a un amable comentarista de X que, al parecer, se toma el trabajo de leer mi diario. 

19:19

Llevo a la sacristía el alba del hospital y las túnicas de lo monaguillos que ya están lavadas y secas. Salgo para  Los Montesinos. Olvido en la casa abadía mis gafas y mi teléfono. 

19:30

Saludo a Mari Fina y  le pido su teléfono para mandar un mensaje al arcipreste: que no se preocupe, que estoy en su parroquia. Preparo los libros con la misa por las vocaciones sacerdotales. Llega Luis —que me va a yudar a misa— y nos saludamos. Acto seguido, con el permiso presunto del arcipreste ausente, me siento en el confesonario y me uno al rosario que ha empezado a dirigir Mari Fina mientras me abanico enérgicamente con el abanico —modelo Lola Flores— del arcipreste. 

20:00

Tercera misa. 

20:35

Me despido de Luis y de Mari Fina y vuelvo a San Miguel. 

En San Miguel abro de par en par las puertas de la iglesia para que entre el fresco de la tarde. 

En la casa abadía recupero mi teléfono y mis gafas y echo un vistazo al WhatsApp. Veintiocho mensajes. Rosario: que ya han llegado a la Torre P&P e Ignacio. Contesto: que iré mañana. Consulto mi agenda: mañana tengo cita con el reumatólogo a las 13:30. Muy bien. 

21:00

Vísperas. 

Oigo el monólogo de Alsina: «Plan Begoña para regenerar a los demás». Muy bueno. 

21:36

Me preparo una cena ligera. 

21:54

Voy a la iglesia. Completas. 

Apago las luces y cierro la iglesia.  

2 comentarios:

Es usted muy amable. No lo olvide.