viernes, 9 de febrero de 2024

Diario. Viernes, 9 de febrero de 2024

 viernes, 9 de febrero de 2024

Un acontencimiento extraordinario: hoy ha llovido en San Miguel de Salinas. Si no me equivoco es la primera vez que llueve en los cuarenta días que llevamos de año. 

¿Lo más imporante de hoy? Sin duda, la misa de once en San Miguel de Salinas y la misa de 18:30 en Los Montesinos. Después de la misa de Los Montesinos he estado hablando con Pilar —hermana de Aroa— del acto de reparación al Inmaculado Corazón de María que va a tener lugar los primeros sábados de cada mes en La Marquesa. Y Fina me ha dicho, con su sonrisa burlona, que no cree quehayan caídoni cinco litros por metro cuadrado. Detodas formas, he vuelto a San Miguel muy contento de ver los charquitos que se han formado en el campo. 

Lo de la lluvia en San Miguel, es algo extraordinario. Lo de la misa es cotidiano y maravilloso. Hoy, además, he visto la entrevista de Tucker Carlson a Vladimir Putin y un video que me ha mandado Analisa con panorámicas del parque de San Martín en Mendoza, Argentina, que es su tierra. 

Me he felicitado cuando  me han hecho un descuento de cinco euros —5— en la compra de Más y Más que ascendía a dieciséis. Si se suman a los 25 que me descontaron la última vez que puse gasoil en Reepsol, dan 30 euros de ahorros. La multa que pagué antier fue de 45 euros. 

Una buena noticia: la capilla del hospital ya está lista para reabrirse. Solamente falta que el obispo celebre la misa de bendición. 

Una dificultad: organizar esa misa. Esta manñana, a las 7:16 he preguntado al doctor S que si el hospital había propuesto alguna fecha para la misa. Me ha contestado a las 7:56 que yo debería hablar con P, la secretaria de dirección. He visto su mensaje a las 9:11. Las primeras tres llamadas que he hecho al hospital han acabado todas con el mensaje «El número al que llama está ocupado. Inténtelo más tarde. Después de misa de once he vuelto a intentarlo con otro número: «Si desea ser atendido en castellano pulse 1, en valenciano 2… Si desea.. 1, 2, 3, 4». Había que dar al 4. Ha funcionado. La operadora ha tratado de pasarme con P, pero su número no contestaba. A las 13:00 he conseguido hablar —después del consabido «si desea» y depulsar 1 y 4, con P y me ha sugerido que sería mejor que el obispo propusiera las fechas para que la dirección del hospital pudiera organizarse. A las 14:00 ya tenía las fechas del obispado y he conseguido hablar de nuevo con P que, como es natural, estaba comiendo y que, muy amablemente, me ha sugerido que volviese a llamar media hora más tarde. Yo estaba en ese momento en La Posada, esperando al arcipreste con quien había quedado para comer. El arcipreste no ha tardado en llegar. Cuando he vuelto a llamar al hospital eran las 15.30. Me han informado de que P ya se había ido a casita y de que no volvería hasta el lunes. Bueno, pues esta ha sido la dificultad del día. 

¿Algo especialmente placentero que haya acontecido en este día de invierno que no parece invierno? Sí. Precisamente la comida en La Posada de Los Montesinos con el arcipreste. Aquí es costumbre hacer migas cuando llueve.  Don Paco ha pedido un plato de migas para compartir. Muy ricas, la verdad. Entre las muchas cosas buenas que tiene don Paco hay dos remarcables. Primera: sabe hablar. Suele ir al grano y está informado de lo que pasa en la diócesis cosa que a mí, que nunca me entero de nada, me enriquece mucho. Segunda: sabe escuchar. Escucharme a mí como él lo hace tiene mérito. 

¿Alguna alegría de hoy? Ya he hablado de las dos misas y de la conversación con Pilar y con Fina y de la comida con el archipreste. Han sido momentos muy alegres. Pero no he hablado de la sábana que me ha regalado Teresa. Resulta que, desde que cambié los colchones de la casa abadía, todas las sábanas bajeras quedaban pequeñas. Hacer la cama tratando de ajustar las esquinas elásticas al colcochón era una tortura y, cada mañana, al despertarme, comprobaba que se habían desenganchado y que era necesario volver a engancharlas con no poco gasto de energía y de tiempo. Pues bien, se lo comenté a Teresa y —¡zas!— me regaló una sábana que encaja y no se desencaja. Puede parecer un motivo muy tonto de alegría pero esta mañana, cuando he cambiado las sábanas he bendecido a Dios y a Teresa —instrumento de Su Providencia— y me he felicitado. 

¿Alguna tristeza de hoy? Esa pena que uno siente cada día cuando hace examen de conciencia y se ve tan miserable, dura muy poco. En seguida, con el acto de contrición, viene la alegría. Y esas penas que nos afligen cuando nos sentimos incomprendidos «nadie me quiere, todos me odian, me voy al jardín a comer gusanos», cada vez me duran menos y me hacen reír más. Así que no. Hoy, ninguna tristeza. Omnia in bonum. 

Ahora voy a ver a dN&P. 

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