lunes, 19 de febrero de 2024

Diario. Lunes, 19 de febrero de 2024

 San  Miguel de Salinas

lunes, 19 de febrero de 2024


Confesonario.


En plan gesto profético, he trasladado el despacho al confesonario y he puesto ante él un gran candelero, que me regaló MGC, con un gran cirio: que se note que es Cuaresma por la luz de la capilla de las confesiones. 

A las 9:40 —al volver del banco donde me ha atendido un nuevo cajero— ya estaba allí haciendo cuentas, revisando el correo y los mensajitos de WhatsApp, saludando a Bernardo, actualizando el libro de misas y atendiendo a Joan que no encontraba el vino de misa. He salido a las 10:55  para la misa de 11:00. 

A las 12:00, vuelta al confesonario. Ayer quedé con Jeanette para acompañarla hoy al banco al salir de misa, pero me ha puesto un mensaje disculpándose porque tiene un upset tummy y no puede venir. Así que confesonario y manual de teologóa dogmática. Después de felicitar a FFL por su cumpleaños, me he puesto a estudiar un caso de moral que me envió don JH y que trataremos el miércoles. A las 13:30 he dado por terminada la sesión. 

Vuelta al confesonario a las 16:30. He aprovechado la quietud del confesonario, convertido en despacho, para escribir y enviar el acta de la reunión de ayer. Espontáneamente se ha organizado una nueva reunón del consejo vía WhatsApp. Interesante. 

A las 18:30 he hecho una salida para tomarme, en la casa abadía, un té con limón. 

De 19:00 a 20:00, última sentada en el confesonario.


Visitas.


Después de misa, Teresa ha entrado en la sacristía, muy contenta, con un grupo de jóvenes. Señalando a uno de ellos me ha preguntado que si lo reconocía. No lo reconocía. Asistió aquí a la catequesis de comunión y confirmación. Durante un tiempo siguió viniendo a misa e, incluso, a rezar el rosario. Un buen día desapareció. Ahora ha crecido mucho y se ha dejado barba. Está en la universidad y ha venido a enseñar a sus amigos la iglesia de su pueblo. Muy bien. 

Al salir de la casa abadía he encontrado una nota en la puerta. «Don Javier, tan amable, llámame (un número de teléfono). Gracias». De camino hacia casa de doña Nati, he llamado. Alguien ha contestado: «¡Date la vuelta! ¡Detrás de ti!». Me he dado lavuelta. Desde un banco me hacía señas un ser humano de unos cuarenta años, pelo corto, blanco y rizado, con una pierna escayolada». Me he acercado para saludarlo.  «¿No te acuerdas de mí?». No me acordaba de él. «Durante la pandemia estuve viviendo en la casa parroquial de Torremendo con Wilder». Yo recordaba que, durante la pandemia, un ser humano marroquí se alojó allí, pero, la verdad, no lo recordaba así. Yo: «¿Te has teñido el pelo?». Y él: «No, me hecho más viejo». Le he preguntado por su pierna y su por su vida. Me ha informado de todo y me ha dicho que necesitaba comer algo. El único bar cercano, abierto y sin escaleras era el Borrascas. Hemos ido allí y allí lo he dejado mientras yo iba a comer a casade doña Nati. Cuando he vuelto se había ido. Yo, a la doña del local: «¿Ya se ha ido Mohamed?». Y ella, dirigiéndose a mí: «Mojamé o secamé». Y dirigiéndose a una empleada: «Cóbrale a este hombre la comida del Mojamé». Han sido siete euros. Una ganga.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Es usted muy amable. No lo olvide.