miércoles, 13 de diciembre de 2023

Diario. Miércoles, 13 de diciembre de 2023

 miércoles, 13 de diciembre de 2023

4:00

Me despierto. Me levanto.

Oficio de lectura.

Me acuesto. Me duermo.

(…)

9:00

Como había anunciado, me siento en el confesonario de Torremendo. El archidiácono lo ha sacado del rincón donde suele estar y lo ha puesto en la entrada. Muy bien. 

9:30

Yoli me invita a un café y a una arepa. 

Compro un protector de estómago y vuelvo al confesonario. Anuncié que estaría hasta las 13:00. 

Dan las diez y no ha venido nadie. 

Dan las once, han venido dos penitentes. Muy bien. 

Dan las doce y no ha venido nadie más. Ángelus.

Hay que afrontar la última hora. Y, en la última hora, otro penitente. ¡muy bien!

13.00

Me despido del archidiácono. He quedado a las 13:30 con varios sacerdotes para una reunión de oración, estudio y comida en La Campaneta. 

13:30

Empieza, con la oración, nuestra reunión sacerdotal de oracuón, estudio y comida. 

16.30

Acaba, con el café, nuestra reunión sacerdotal de oración, estudio y comida. Cada mochuelo vuelve a su olivo. 

17:00

Llego a San Miguel. Teresa me dice que hay un ser humano que me está esperando porque lo han echado de casa y necesita hablar conmigo. Me pregunta que si puede hacerlo pasar y le contesto que de ninguna manera. Falta media hora para la misa y en media hora no puedo solucionar el problema de alguien a quien han echado de casa. Me revisto y voy al confesonario. De paso veo al ser humano que ha sido expulsado de su casa. Parece inofensivo. 

17:30

Misa de santa Lucía. Pensaba llamar a Lucía después de misa para felicitarla pero temo que no podrá ser. Ofrezco la misa por ella, por su amable esposo y por sus hijos, especialmente por Javier, mi ahijado. 

18.00

Digo «podéis ir en paz» y Teresa, que ya está en la puerta, sale pitando con Vicente porque ha muerto la hermana de Vicente. 

Entra Rita en la sacristía. Trae las campanitas y la colecta. Agradezco el detalle. 

Me siento en el presbiterio para dar gracias y para pedir una gracia: luz para saber qué puedo hacer a las 18:05 con un tipo a quien han echado de casa. 

Recojo todo, apago las luces y me dirijo a la puerta. Detrás de mí sale el ser humano que ha sido expulsado de su casa. Por el modo en que me habla comprendo que no solamente es inofensivo sino que no es español y que es muy amable: «¿Será que la señora le ha hablado de mí?», pregunta. Sé que se refiere a Teresa pero me hago el gallego: «¿Qué señora?». Acaba de comenzar una conversación que va a durar más de dos horas. 

Se llama Sergio, es chileno, tiene setenta y pico de años, un acento cantarín y dulce y esa mirada honda de quien ha vivido demasiado como para andarse con tonterías de vanidad o de orgullo. Para ganar tiempo lo invito a acompañarme a Más y Más. 

Mientras hacemos la compra me entero de más cosas. Su hija lo ha echado de casa a eso de las 15:00. Sin comer. 

Volvemos a la casa abadía. Llamo a Arón, de Muebles Tere: que si puede traer un canapé y un colchón. Que sí, que mañana. Que no, que lo necesito esta noche. Que siempre ando pidiendo milagros. Que para Dios nada es imposible. 

18:38

Llega Arón con el canapé, el colchón, el cubrecolchón y la almohada. Lo pone todo en los salones parroquiales. Ha hecho el milagro en diez minutos. Un milagro que, además, ha sido una ganga: 150 eurillos. No sé cómo agradecérselo. Lo pago, claro. Le doy las gracias, claro. Nos estrechamos las manos. Me da la impresión de que él se va muy satisfecho de haber hecho un milagro así, como si nada. 

Preparo una cena ligera para Sergio. Mientras él cena, charlamos. Cena y charla como un señor. Reza como un evangélico porque, aunque fue bautizado en la Iglesia Católica, aprendió a orar con los evangélicos. Me intereso por su vida y él se interesa por la mía. 

Terminada la cena le llevo sábanas y mantas. Miemtras hace la cama recojo la cena. 

Nos despedimos. Hace poco más de dos horas que empezamos a hablar. Somos amigos. 

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