viernes, 6 de diciembre de 2024

 San Miguel de Salinas

jueves, 5 de diciembre de 2024


EXPOSICIÓN Y BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO


10:00

Como no ha venido Joan, me pongo a prepararlo todo para la exposición y para la misa. 

Hay que ponerle al sagrario el velo morado y cambiar la lamparilla que se ha consumido. Luego hay que sacar los candeleros de tres brazos y colocarlos a los lados del sagrario. Acto seguido hay que sacar el expositor —en los catálogos de las tiendas de objetos litúrgicos lo llaman «Tabor»— y colocarlo sobre el sagrario. Es muy importante no olvidar poner junto al sagrario, la caja con la llave. 

Al pie de las gradas del sagrario hay que poner un reclinatorio. Cabe el reclinatorio, un taburete. Sobre el taburete, el paño de hombros y la cartela. 

Ya está todo preparado para la bendición. Toca preparar el altar para la misa. 

Lo primero, retirar el cubremantel del altar. Luego colocar sobre el altar el misal, el cáliz con su velo morado, las vinajeras…

En ese momento llega en mi auxilio Teresa. Ella se ocupa de llevar el lavabo a la pequeña credencia que hay cabe el altar y y voy al altar de la Inmaculada para encender la séptima vela porque estamos en el séptimo día de la novena. 

Cuando vuelvo a la sacristía, Teresa ya ha preparado los ornamentos para la misa. ¿Los morados? No. Ha preparado los blancos. No importa. 

Un penitente pide confesión. Muy bien. 

10:30

Empieza, puntualmente, la exposición con Andrés al órgano. 

10:50

Como no está Joan, Teresa toca las campanillas indicándome que es el momento de recitar las alabanzas de desagravio. La recitación dura un minuto. 

10:51

Tantum ergo…

Panem de coelo praestitisti…

Oremus: Deus qui…

Bendición 

10:56

Reserva. 

Ahora tengo que revestirme para la misa. 


MISA DE FERIA


No me pongo los ornamentos blancos que ha preparado Teresa sobre la mesa de la sacristía, sino los morados que saco del armario. 

Entre tanto, Teresa está tratando de hacer que Anne Pourdonne desista de intentar hacer entrar en vereda a Bernando quien no cesa de agitarse y de gritar: «¡Padre! ¡Padre!». Pero, como Anne Pourdone no entiende ni patata de español, Teresa suplica mi mediación. 

Transcribo el diálogo con Anne Proudome como lo recuerdo:

—Dear Anne, Bernardo is not.. (no encuentro la palabra adecuada y dudo).

—Christian?

—No, no, dear Anne. What I mean is that he is a saint.

—I know. My sister was a bit eccentric too. We are all like them in this crazy Parish. I love you, Father. 

Esto último lo dice entre carcajadas escocesas. Teresa se queda muy consolada. Bernardo me saluda desde su banco: «¡Padre, no se vaya nunca!». Y yo salgo al presbiterio recordando a la hermana de Anne Pourdone que se confesaba semanalmente cuando venía a España con el mismo acento escocés de Anne. Murió el año pasado. A menos que uno piense que confesarse semanalmente es una extravagancia, la hermana de Anne no presentaba —a mi juicio— signos de excentricidad. De hecho, era una persona extraordinariamente discreta. Quizá eso sí sea una extravagancia en los tiempos que corren. 

11:00

La misa empieza puntualmente y Andrés empieza a cantar una versión española del Rorate. 


AMABLE RUTINA DE LOS JUEVES


Como es jueves, después de misa hay que ir a la Lloseta, comer en Torrellano, ir a La Torre y pasar allí la tarde mirando al cielo entre las palmeras. 

Luego, ya de noche, hay que volver a San Miguel. 


LECTURAS


En La Torre he releído un capítulo de El trabajo intelectual, de Jean Guitton. Aconseja allí escribir diarios para poder recordar. Luego, por esa feliz concordancia de lecturas de la que suele hablar doña Ana Rodríguez Agüero, he leído —¡gracias, Arquilatría!—un artículo en el que Javier Gomá se despide de El Cultural con un brindis deseando que lo efímero de nuestras vidas quede escrito como recuerdo para mañana. 

Más felices concordancias de lecturas. Releo los primeros capítulos de El Silmarilion. Allí se habla de los elfos —inmortales— y de los hombres destinados a la muerte y, por eso mismo, más capaces que los elfos de disfrutar con una cerveza y con un buen brindis. 


EL ÚLTIMO ENCUENTRO


23:00

Voy a la iglesia para rezar completas. En la puerta de la iglesia me encuentro con Delia —directora del coro— y con Tomás, el guitarrista. Charlamos largamente. Primero hablamos de los aguinaldos venezolanos que han estado ensayando con la ayuda de Clara. Luego Tomás me felicita por mi santo —que fue antier— y le digo que me felicite por mi cumpleaños que es mañana. Luego hablamos de los años que pasan y llegamos a la conclusión de que es una maravilla ir haciéndose viejo aunque a uno empiecen a dolerle muchas cosas porque lo que se pierde en salud del cuerpo se gana en experiencia de la vida y en alegría y en esperanza. Y entonces Tomás nos cuenta que tenía seis años cuando —en el mismo sitio donde estamos hablando— se rompió un brazo. Se lo entablilló su madre y, cinco días después lo llevaron al médico. El médico observó que el hueso no estaba bien encajado y se lo rompió otra vez —sin anestesia— para colocarlo en su sitio científicamente. Delia y yo, a punto de desmayarnos, retomamos el tema: qué bueno y qué milagro es ir envejeciendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Es usted muy amable. No lo olvide.