miércoles, 4 de diciembre de 2024

Diario. Miércoles, 4 de diciembre de 2024

 San MIguel de Salinas

miércoles, 4 de diciembre de 2024


EL HOSPITAL


7:15

Abro la iglesia y salgo para el hospital. Una vez allí, preparo el altar para la misa de san Juan Damasceno que tiene su colecta. Lo demás del común de doctores. Prefacio de los Santos Pastores. 

8:00

MIsa de san Juan Damasceno. 

8:30

Recojo todo y preparo los libros para la misa del lunes. 

Oficio de lectura y laudes. 

9:00

Me dispongo a visitar a Manolo, el amigo de Salva, pero leo un mensaje de Salva: falleció anoche. Subo a su habitación por si encuentro a Marisún: no está. 

Vuelvo a la capilla y me siento ante el sagrario. 

9:45

Salgo para San MIguel. 

SEGUNDA MISA DE SAN JUAN DAMASCENO


11:00

Lo ha preparado todo Teresa. Muy bien. 


LECTURAS


Hoy he leído la catequesis de BXVI sobre san Juan Damasceno y he terminado la lectura de Seréis como dioses, de Thibon. 

La proto agonista —Amanda— ha nacido inmortal gracias a los avances de ciencia que ha conseguido no solo abolir la muerte sino instaurar el paraíso en la tierra. Pero Amanda se hace preguntas. ¿Hay Dios? Porque si hay Dios, vivir para siempre en ese paraíso artificial es condenarse a no encontrarlo jamás. Por otra parte: ¿Dónde están los muertos? ¿Dónde están Jesús y Dante y todos aquellos que vivieron antes de que la ciencia pudiera redimirlos de la muerte? 

El discurso oficial dice que los muertos están muertos y que no hay Dios. Pero Amanda intuye que ese discurso oficial no hace más que cortar cualquier camino al corazón que tiene deseos infinitos y no se conforma con la inmortalidad porque aspira a la eternidad. Esa aspiración la va llevando, paso a paso, a rebelarse contra la idea de que estamos hechos para el bienestar que nos puede proporcionar el Estado Científico del Bienestar a cambio de nuestra libertad. Así, acaba cometiendo el gran pecado de apostasía que consiste en preferir morir para encontrarse con la nada o con Dios antes que vivir para siempre en la cárcel dorada que le regala la ciencia y que a ella se le antoja un infierno. 

Gustave Thibon lo cuenta mejor, claro. Y el libro, creo, se publicó en 1959, un año antes de que yo viniera al mundo. Por entonces ningún político se habría atrevido a burlarse de la gente prometiendo «no tendréis nada y seréis felices». Hoy se atreven a eso y a más. 


TERCERA MISA DE SAN JUAN DAMASCENO


18.30

Los Montesinos. 

Mari Fina está de viaje. Entre los fieles reunidos veo a Mari Luz a quien —junto con su marido— acabo de pescar para el Consejo de Pastoral. 

DIARIOS 2024


Empiezo a leer los diarios de febrero. Es bueno repasar el año en diciembre.

Terminado mi retiro, reanudé la publicación el día 6 de febrero. Justo ese día murió Pepe, el marido de Gloria, y le dio un infarto a Sergio, el maestro relojero chileno. 

Ya había llegado a San Miguel la madre de Ana Isabel. 

El día 8 cayó la primera lluvia del año: cinco litros por metro cuadrado. Yo, además de tosiendo y sordo, estaba afónico. 

El día 11 la capilla del hospital estaba lista para ser reabierta después de la profanación. Solamente faltaba organizar la misa con el obispo. 


EL ÚLTIMO ENCUENTRO


21:00

Ya he cenado y me muero de sueño. Llega Wilder para cambiarle una rueda a la estufa de butano. La cambia y le muestro una humedad enorme en la pared del pasillo. Luego bajamos a los locales y le muestro una humedad enorme en el techo, justo debajo de la ducha. Hace un diagnóstico: hay que sellar las juntas de los baldosines. Luego tiene una idea brillante: llamar al seguro. Acabo de pagar seiscientos euros por los seguros de la iglesia, de los locales y de la casa abadía. Sería lindo que el seguro se encargara de la reparación. Ya veremos. 

Charlamos largamente. Está contento porque, ahora que le han dado la residencia, sus jefes le han firmado el contrato de trabajo por cuarenta horas semanales. Las horas extra se pagan aparte. Ya puede sacarse el permiso español de conducir. Es muy bueno. 

Paseamos hasta la iglesia. La temperatura en la calle es de 12º C. Saludamos al Santísimo, apagamos las luces y cerramos la iglesia. Luego nos despedimos sacudiendo nuestras manos. Cuando llego a la  puerta de la casa abadía me vuelvo para mirar hacia El Paseo pero Wilder ya se ha perdido en la noche. 

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