sábado, 14 de diciembre de 2024

Diario. Viernes, 13 de diciembre de 2024.

San Miguel de Salinas

viernes, 13 de diciembre de 2024


7:00

Abro la iglesia y salgo para el hospital. 

7:20

Preparo el altar para la primera misa de santa Lucía. 

Felicito a Lucía con un wasap. 

Oficio de lectura y laudes. 

8:00

Primera misa de santa Lucía. 

8:30

Recojo todo y preparo los libros para la misa del lunes, feria de la tercera semana de Adviento. 

Me siento ante el sagrario. 

9:15

Salgo del hospital pasando por la azotea y vuelvo a San Miguel. 

9:45

Escribo al arcipreste porque, según mi agenda, hoy va a celebrar en san Miguel y yo tengo que ir a su parroquia por la tarde. El arcipreste me contesta que, de eso, nada. Muy, bien, cada mochuelo en su olivo. 

Reviso el correo para ver si los de la administración del cementerio me han mandado lo que les pedí. No lo han mandado. 

Reviso mi agenda para mañana y vuelvo a comprobar, con pena, que he quedado con personas distintas, a la misma hora, en distintos sitios. No importa. 

Lectura del evangelio de san Marcos. 

Lectura de Teresianum. 

Visito a Lucía en La casa de los santos. 

10:45

Voy a la iglesia. Wasap a Ana para que felicite a la pequeña Lucía. 

11:00

Segunda misa de santa Lucía. 

12:00

Rezo el ángelus con Joan y nos despedimos. 

12:10

Tengo que preparar una charla para el sábado por la mañana y la homilía del sábado por la tarde.

Sigo leyendo los diarios de febrero. 

Leo un capítulo de Mil ojos esconde la noche

14:00

Como en casa de doña Nati. 

14:45

Visita al Santísimo. 

Aprovecho para ordenar los bancos de la iglesia.

Ordenados los bancos, se nota mucho que el comulgatorio está descentrado. 

Centrado el comulgatorio, se nota que está descentrada la alfombra del altar. 

15:15

Me siento en la casa abadía para trastear en X.

Llamo a Tomás. Que ya viene. 

En efecto, viene. Va a cambiar dos cerraduras. Mientras él cambia las cerraduras yo me dedico a poner orden en los armarios de la casa abadía. 

Cuando él termina, yo sigo. Y pongo el lavaplatos. 

16:40

Voy a casa de doña Nati para darle copia de las llaves nuevas. Aprovecho para sacar la basura. Doña Nati no está. Me encuentro con Analía que va con Antonio C. Me dice que van a ver la pista de patinaje. Me uno a ellos. Caminamos despacito, al paso de Antonio, y vamos charlando. 

En la plaza hay muy buen ambiente. Saludo a Inmaculada, saludo a Encarna… Algunos niños que están patinando me animan a unirme a ellos. Les hablo de mi artritis y me miran con compasión. 

Voy a la iglesia con el libro que me regaló Arquilatría —La bendición de la Navidad— y me siento ante el sagrario. Leo: «Tal vez deberíamos hacer alguna vez el experimento de comprender los distintos sucesos que se producen durante el día como señas que nos hace Dios. Tal vez podríamos registrar alguna vez no solo lo enojoso y desagradable sino esforzarnos por descubrir cuán a menudo me hace sentir Dios algo de su amor. Sería una tarea hermosa y terapéutica llevar, por decirlo así, un diario interior de las cosas buenas». Cierro el libro y me pongo a mirar fijamente al sagrario. 

18.30

De vuelta a la casa abadía, abro el buzón del correo que está repleto. 

Toca abrir sobres que traen cartelería fina, sobres que traen cuentas del banco, sobres que… ¡Mira! Me llegan las cuentas parroquiales del año pasado con el visto bueno del ecónomo que, a las de san Miguel, les ha añadido tres observaciones. 

Leo con cariño las observaciones del ecónomo. Repaso las cuentas del año pasado y es como releer los diarios porque una anotación aquí me trae a la memoria a una señora que vino a la parroquia pidiendo ayuda; otra anotación allá me trae a la memoria a una señora que mandó a la parroquia un donativo justo en el momento en el un caballero exigía —con toda justicia— el pago de una deuda; otra anotación acullá me trae a la memoria que, en medio de nuestra pobreza, nos dimos el gustazo de celebrar los trescientos años de la parroquia con un concierto de Navidad y que, a pesar de nuestra pobreza, pudimos pagar a a orquesta Virtuós Mediterrani que vino a San Miguel para traernos esta maravilla de Corelli.

19:30

Escribo y envío al ecónomo un correo que empieza asÍ: «Querido Félix». 

El correo acaba así: «Te deseo una feliz Navidad». 

20:00

Vísperas. 

Voy a la gasolinera para poner diez euros de gasoil y comprar una barra de pan. 

20:35

Vuelvo a la casa abadía y recibo una llamada que me obliga a hacer otra llamada y a esperar otra llamada mientras me preparo una cena ligera. 

21:30

Me pongo a escribir esto. Estoy escribiendo esto cuando recibo la llamada que esperaba y que anuncia nuevas llamadas. 

22:00

Tengo mucho sueño. Todavía no he cerrado la iglesia y aún tengo que escribir todo esto. Me pongo a escribir todo esto. De vez en vez interrumpo la escritura para atender a las llamadas anunciadas.

22:30

Interrumpo la escritura para ir a cerrar la iglesia. En la puerta de la iglesia tengo un encuentro que me alegra. 

Completas. 

Cierro la iglesia.

22:50

Vuelvo a escribir. Tengo sueño. Sé que si no consigno aquí ese encuentro que he tenido en la puerta de la iglesia, dejaré escapar para siempre el recuerdo de una de esas cosas que tienen que recordarse en «un diario interior de las cosas buenas». 

Me puede el sueño. Anoto: «Mari Luz me saluda por detrás de un seto. Asomamos nuestras cabezas y nos encontramos en la puerta de la iglesia y en la noche. Tímidamente hablamos. Ella me habla de sus achaques y yo, para que no se sienta sola, le hablo de los míos exagerándolos un poco. No sé qué pensará Mari Luz de mí pero juraría que nos quedamos, ella y yo, muy contentos cuando nos despedimos. 

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