miércoles, 18 de diciembre de 2024

Diario. Miércoles, 18 de diciembre de 2024

 San Miguel de Salinas

miércoles, 18 de diciembre de 2024


7:00

Abro la iglesia y salgo para el hospital. 

7:20

Preparo el altar para la misa de la segunda feria mayor de Adviento. 

Oficio de lectura y laudes. 

8:00

Misa de la segunda feria mayor de Adviento. 

8:30

Recojo todo y preparo los libros para la misa del viernes. 

Me siento para mirar fijamente al sagrario. 

9:10

Subo por las escaleras a ver a Nieves. Aprovecho el paseo para leer a EGM. Nieves está de un humor excelente. La enfermera me devuelve la crismera que olvidé ayer. 

9:30

Vuelvo a San Miguel. Joan elogia mucho el belén naíf y barroco. 

10:00

Desayuno en el Collie e invito a Bernardo a un botellín de agua. 

Busco una partida de defunción de 1916. No aparece. El que la pidió va a venir a buscarla después de misa. Dejo el libro de defunciones abierto por el año 1916 con la nota que me dio el solicitante. 

10:30

Voy a revestirme. Llega Teresa. Le ruego que, después de misa, atienda al solicitante y le explique que la partida no aparece en la fecha que él dio. 

Voy al confesonario. Tercia. 

11:00

Segunda misa de la segunda feria mayor de Adviento. 

11:30

Salgo para Los Montesinos porque tengo cita a las doce en el BS. 

11:50

Me siento en el BS —enfrente de la mesa de la persona que me dio la cita—  y aprovecho para trastear en las RR SS. A las doce, la persona que me dio la cita está hablando por teléfono. Aprovecho para rezar el Ángelus. Luego me acerco a su mesa: «Buenos días. Tengo cita para las doce». Me invita a sentarme. Me siento. Resuelve todos mis problemas amable y eficazmente. Me pide que firme cuatro papeles con boli. Luego me pide que firme varios documentos digitales desde el móvil. Luego nos despedimos sacudiendo nuestras manos. 

12:30

Vuelvo a San Miguel. 

12:50

Doña Nati y Teresa han preparado el pesebre para el Niño Jesús debajo del Árbol de Navidad. Para cubrir el pesebre han desplegado una enorme tela roja que cae teatralmente sobre el suelo y las gradas del presbiterio. Luego han esparcido algo de heno por encima. Muy bien. 

Vuelvo a la casa abadía.

Lectura del evangelio de san Lucas. 

Lectura de la Bula Spes non confundit.

Abro el correo. Claudia me manda las penúltimas cuentas del año. Pongo en orden las cuentas del cementerio. 

Termino la lectura de Teresianum, de José Antonio Ramos.  

13:20

Comida en casa de doña Nati. Están también Samira, Raúl, su novia y Roberto. 

14:15

Nos despedimos. 

Visita al Santísimo. 

14:30

Leo los resúmenes de prensa que me llegan por correo. 

Misterios gloriosos. 

15:30

Borro unos mil correos y respondo a dos felicitaciones de Navidad. 

Leo las lecturas del último domingo de Adviento. 

Leo el comentario de Vanhoye. 

16:00

Oigo un comentario exegético en YouTube.

16:30

Rescato un pequeño altavoz, lo conecto para que se vaya cargando y veo en mi iPhone el programa diocesano De par en par. 

17:10

Guardo la ropa que tendí ayer. 

17:30

Voy a la iglesia y me siento ante el sagrario. Hace frío. 

18:05

Voy a la peluquería. 11 euros. 

18:30

Me entrego a la lectura de Caminando por valles oscuros. 

Vísperas. 

19:23

WhatsApp. 

19:30

Voy a la tienda de Isabel. 

19:45

Me preparo una cena ligera con las verduras y el champiñón que han sobrado de la comida y que Samira me ha preparado en una fiambrera. 

20:15

Lectura de Mil ojos esconde la noche 1. La ciudad sin luz

Que si me gusta o no me gusta.  

Irene Vallejo escribió El infinito en un junco y fue un éxito. Leí ese libro porque alguien me lo regaló. ¡Qué bien! ¡Todo tan lindo! ¡Todo tan correcto! 

Juan Manuel de Prada acaba de alumbrar La ciudad sin luz —una especie de Zipi— y, en medio de los dolores del parto, anuncia que el parto no habrá terminado hasta que vea la luz Cárcel de tinieblas —una especie de Zape. 

En el untuoso libro de Vallejo no hay personajes sino lenguas de gato y golosinas. En el acre de Prada —un libro, de veras, español— hay personas. Y el autor las va escupiendo por su pluma. Las va esculpiendo con palabras que al lector —criado a los pechos de Walt Disney— pueden parecerle muy inconvenientes y escandalizarlo como al niño que se tapa los oídos cuando oye «caca, culo, pedo, pis».

5 comentarios:

  1. Pues me estoy enganchando a este diario, padre. Me gusta cómo cuenta una vida sencilla pero llena de sentido. No deje de hacerlo, creo que a Dios debe gustarle también. :)

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  2. Gracias, amable y anónimo lector. (J.V.)

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  3. ¡Qué va, don Javier! El niño cuando oye "caca, pedo, culo, pis" no se escandaliza ni se tapa los oídos...¡se muere de risa!

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  4. Supongo, doña Mercedes, que depende del niño. Mis padres me contaron que, siendo yo un niño, me llevaron al Museo Del Prado con mis hermanos y que, ante el cuadro de las Tres Gracias, exclamé escandalizado: «¡Están en pelotas!». Muchos años más tarde un buen amigo me contó que navegaba con su familia cerca de cierta playa española de nudistas y que su hijo Ignacio reaccionó del mismo modo. Todo eso me hace pensar que hay fariseos que hemos nacido así. ¡Gracias por su agudo comentario! ¿Querrá usted rezar por mí? Dios se lo pague.

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    Respuestas
    1. ¡Ah, pero es que es distinto ver que oír! Claro que se escandaliza cuando ve, pero le da la risa cuando lo oye. No se por qué, pero pasa. Mi marido, cuando era pequeño no tenía más que decirle a su hermano (más pequeño) ¡culo! y el otro se partía de la risa. Claro que, como usted dice, también eso dependerá del niño.
      Cuente con mi oración, por supuesto. Que tenga una Navidad muy feliz.

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Es usted muy amable. No lo olvide.