San Miguel de Salinas
sábado, 21 de diciembre de 2024
8:15
Abro la iglesia.
Oficio de lectura y laudes.
Me siento ante el sagrario.
Estoy preparando la homilía para la misa de once cuando llega Bernardo precedido de un intenso olor a tabaco. Quiere que le dé la comunión. Le digo que venga a Misa a las once. Se va repitiendo «a las once, a las once» y el intenso olor a tabaco lo persigue mientras sale de la iglesia.
Mensaje de Ana. Que ayer dejaron en su casa un paquete para mí. Mensaje a Ana. Que iré a buscarlo a las nueve y media.
9:30
Ana no ha leído todavía mi mensaje. Decido pasar más tarde por su casa
9:40
Termino de escribir el diario de ayer y trasteo un pco en las RR SS.
10:30
Vuelvo a la iglesia.
Mientras me revisto, entra Anne en la sacristía para coger su almohadón. Le pregunto que como está. Contesta riéndose: We are alive, Father, and happy. Praise the Lord.
Voy al confesonario y llega Bernardo como un espectro. Quiere que le dé la bendición. Se la doy. Besa mi mano. Beso la suya.
Tercia.
11:00
Misa.
Han venido doña Nati, Teresa, Gloria, Iván —el belga—, Anne y Joan. Bernardo se ha ido.
Anne y Joan no entienden ni patata de español. Iván el belga, así así. Da igual: hay que predicar porque estamos en una feria grande de Adviento. Además, acaba de entrar Carlota.
«El Adviento es memoria de lo que ha pasado y esperanza en lo que está por venir. Memoria del amor de Dios que se ha manifestado en Cristo y esperanza en el amor de Dios que se manifestará al final de los tiempos.
Entre la memoria y la esperanza vivimos este Adviento de hoy con una alegría que no depende de que las cosas nos salgan bien, de que estemos sanos o de que seamos perfectos. Quien ha conocido el amor de Dios sabe qué poco valen las cosas de esta vida y le basta ese saberse amado para estar alegre, es decir, para agradecer el amor con amor.
El Cantar de los Cantares nos muestra un amor que solamente busca la unión con el amado. Así es el amor de Dios y el de quien lo ha conocido.
La escena de la Anunciación nos muestra la alegría de la Virgen María —que corre para servir a su prima Isabel y para estar con ella— y la alegría de Isabel y del niño Juan que se llenan del Espíritu Santo al oír el saludo de la Virgen.
El pobre Zacarías sigue mudo porque no creyó cuando había que creer. Pero no está sordo ni ciego y aunque, no pueda cantar, tiene el consuelo de disfrutar durante tres meses con la alegre visitación de Nuestra Señora».
Estoy dando la comunión cuando aparece Bernardo como un espectro arrastrando los pies por el pasillo central y murmurando: «Llego a tiempo, llego a tiempo, llego a tiempo, llego a tiempo». Comulga, me toma del brazo sonriendo y dice: «He llegado a tiempo, ¿verdad?». Y yo: «Sí, justo a tiempo».
11:45
Vuelvo a la casa abadía y trasteo en WhatsApp. Hay que felicitar a Ignacio y a Arantxa.
Luego voy a recoger el paquete en casa de Ana. Son treinta y cinco pasteles de carne que manda MGC para la comida de Navidad con los sacerdotes. ¡Qué amable!
A Ana le han sacado dos muelas y tiene la cara bastante hinchada. ¡Pobre!
12:00
Ángelus.
Voy al banco. Ha llegado un recibo de Hidraqua —120 dólares— a la cuenta del cementerio. Temo que, otra vez, haya una fuga.
Se lo comunico a la administradora del cementerio.
Actualizo las cuentas parroquiales.
Me entrego al aseo de la casa abadía.
Escribo esto.
…
14:00
Voy a casa de doña Nati y encuentro allí a Eva, a Miguel, a Miguel Jr y a Pablo. Miguel Jr nos cuenta que le piratearon su cuenta de Fbk y me da la nueva: Mochilero en Ruta.
15:00
Nos despedimos.
Visita al Santísimo.
Me siento ante el sagrario.
15:40
En la casa abadía me siento cómodamente para leer y me quedo frito.
15:55
Misterios gozosos.
16:15
Me siento cómodamente para leer y me llama Tomás. Que ya ha cambiado la cerradura de la puerta del coro y que necesita que le abra la sacristía.
Mientras Tomás cambia la cerradura de la sacristía, preparo los libros para misa de víspera del IV Domingo de Adviento.
Tomás me informa de que la nueva cerradura que ha traído no vale para la puerta de la sacristía. Nos despedimos.
Recojo mi Mc en la casa abadía y vuelvo a la iglesia. Ya ha llegado Teresa.
17:30
Un penitente pide confesión en la sacristía. Muy bien.
Voy al confesonario.
Vísperas.
18:00
Misa de la víspera del cuarto domingo de Adviento.
18:40
Van llegando los de la Coral Alcores que van a dar un Concierto navideño en Adviento.
Voy al chino para comprar las tres pilas tipo «triple A» que hacen falta para encender los cuatro diodos* emisores de luz. *(Diodo: m. Electr. Válvula electrónica de dos electrodos que solo deja pasar la corriente en un sentido).
Converso con la amable china que me atiende en el chino. Parece muy interesada en saber si las velas que se encienden en la iglesia por Navidad tienen que ser rojas. Le explico que —según la más venerable tradición, anterior a Confucio— las velas del altar son siempre blancas. Que en nuestra iglesia de San Miguel y ante el sagrario, arde permanentemente una velita blanca metida en un vaso rojo. Entonces la amable china me pregunta qué cosa es el sagrario. Abro mucho los ojos (ningún chino puede ganarme en esto aunque mis ojos son más pequeños que los de una aguja) y le explico que el sagrario es el único sitio de San Miguel donde está Dios con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Por un momento me parece que los ojos de la china que atiende el chino se abren más que los míos, más que los de una vaca, más que los ojos del puente Danyang–Kunshan. Y aprovecho la ocasión para darle las gracias por esa planta que ella ha puesto ante el altar de santa Rita y para decirle que puede encender en la iglesia todas las velas que quiera, sin que importe el color o el tiempo litúrgico siempre y cuando no las ponga sobre el altar o delante del sagrario.
Como es china, no me regala las pilas. Me parece justo.
Como es amable y aprecia mi esfuerzo pedagógico me hace un descuento y, en vez de cobrarme dos euros, me cobra un euro y ochenta céntimos. Y yo, que no sé cómo agradecérselo, hago el propósito de dejar escrito aquí el óbolo de la china.
19:00
Voy a Más y Más.
19:30
De vuelta a la casa abadía me aplico, por fin, a la lectura.
Evangelio de San Lucas.
Bula Spes non confundit.
El Señor, de Guardini. `¡Feliz armonía de lecturas!
20:00
Voy a ver a doña Nati. Charlamos. Me regala una botella de Fidencio para la cena. Charlamos apasionadamente.
20:45
Vuelvo a la casa abadía y me preparo una cena no ligera y regada con Fidencio.
21:15
Vuelvo a la iglesia para rezar completas y para cerrarla.
21:35
Releo lo que escribí del día después del Ángelus y escribo esto.
Me ha encantado lo de la señora china. (Soy Aurora, su lectora fiel)
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