San MIguel de Salinas
lunes, 2 de diciembre de 2024
SADUCEOS Y FARISEOS EN ADVIENTO
En uso de su libertad, los saduceos, que durante todo el año omiten las memorias de los santos si no son obligatorias, cuando tienen que hacer una memoria obligatoria en Adviento —como la de san Francisco Javier— eligen el prefacio de Adviento.
Nosotros, los fariseos de toda la vida, hacemos también en Adviento las memorias de los santos —incluso las que no son obligatorias— y usamos el prefacio de la memoria, no el de Adviento.
AMANECER
La temperatura en San MIguel, a las seis de la mañana, es de 12º C. La calidad del aire, desde Sevilla hasta San MIguel, es desfavorable.
La casa abadía está tibia.
EN EL HOSPITAL
Entro por urgencias porque tengo que pedir la llave de la sacristía en el mostrador de allí. Después, como de costumbre, preparo el altar para la misa y rezo el oficio de lectura y las laudes.
Un penitente pide confesión antes de la misa. Muy bien.
A las ocho, misa de la feria de Adviento.
Después de recogerlo todo y de preparar los libros para la misa del miércoles —memoria libre de san Juan Damasceno con prefacio de pastores— me siento ante el sagrario para hacer un rato de oración.
A las nueve y diez doy por terminada mi oración y aprovecho el rito de salida del hospital —pasando por la azotea— para leer un artículo estupendo en el que don EGM comenta el Congreso chestertoniano de Madrid y el Congreso sanchista de Sevilla.
OTRA VEZ EN SAN MIGUEL
El sábado, tras una de esas breves pero violentas tempestades de sacristía, Joan se perdió entre las brumas y no ha vuelto. Teresa está preparando el altar para la misa y yo voy al confesonario. Un penitente pide confesión. Muy bien.
A las 11:00 comienza la segunda misa.
Después, hasta la hora del Ángelus, me dedico a poner orden el sacristía, en el rincón de san MIguel y en la iglesia.
EL FINAL DE LA MAÑANA
Hay que rezar el Ángelus y entregarse a la rutina del final de la mañana que, los lunes, empieza yendo al banco para ingresar las colectas del fin de semana y para transferir al obispado las colectas que se hicieron para Caritas de Valencia.
El primer contratiempo del día surge cuando llego al banco y compruebo que no llevo el teléfono conmigo. No puedo hacer las transferencias porque el número de cuenta del obispado está anotado ahí. No importa. Saludo a Gema y al cajero y hago los ingresos.
El segundo contratiempo surge cuando vuelvo al despacho y compruebo que mi teléfono tampoco está allí. Registro la casa abadía y nada.
No importa. Anoto todo en las cuentas parroquiales. Hay que rezar sexta, añadir un Padrenuestro a san Antonio y poner una lavadora.
Luego hay que volver a la iglesia y registrar la sacristía en busca del teléfono. Alguien ha metido una carta por debajo de la puerta. Está escrita a mano con primorosa caligrafía. Es de un jubilado de Rojales que está haciendo su genealogía y necesita cuatro partidas. Muy bien. El teléfono no aparece. Hay que mirar en toda la iglesia. Lo encuentro a las 13:18 sobre el órgano donde lo dejé cuando estaba recogiendo la alargadera de Armin. Me felicito.
Hay que volver al banco para hacer las transferencias desde el cajero automático y luego hacer cola ante el cajero humano para que quiten la comisión de la transferencias. El cajero humano teclea en su ordenador y me dice que ya no me cobrarán esas comisiones. Me felicito.
Hay que volver al despacho para anotarlo todo.
Me llama Armin: que está en la puerta de la iglesia. Bajo para devolverle su alargadera. Cuando nos despedimos doy por terminada la mañana y voy a comer a casa de doña Nati.
SOBRESALTO
Estoy tomando el café con doña Nati cuando decido echarle un vistazo al WhatsApp. Acaba de llegarme un mensaje de Salva: «Doy por supuesto que ya no vienes». Y entonces recuerdo —¡Dios mío!— que hoy, después de misa, tenía que haber ido al seminario de Orihuela para el retiro de Adviento con el obispo y que, luego había quedado a comer con Salva. ¡Pobre Salva!
LA TARDE CON LUZ
Para evitar más sobresaltos, consulto mi agenda. Esta tarde no me espera nadie. Mando un mensaje de voz a Arquilatría y voy a hacer la visita al Santísimo.
Me siento en la casa abadía para escribir todo lo que va escrito y, acto seguido, saco la ropa de la lavadora y la tiendo. Ya puestos, sigo con la limpieza de la casa abadía.
Aún hay luz cuando voy a la iglesia para sentarme ante el sagrario.
Aún hay luz cuando voy al archivo para dedicarme a la paciente búsqueda de las partidas que me han pedido esta mañana.
TARDE SIN LUZ
Ha anochecido cuando salgo del archivo y vuelvo al despacho para escribir una triste carta: «Estimado Sr T: Lamento comunicarle que la búsqueda de las partidas (…) no ha dado resultado». Mando la carta a Teresa rogándole que la imprima y la envíe.
Salgo para Torremendo —¡qué emoción!— desafiando las tinieblas y rezando los misterios gozosos con BXVI. Allí me encuentro con el archidiácono, charlamos, me devuelve unas llaves que no sirven para nada y cojo una botella de vino de misa para San MIguel. De vuelta a San MIguel lleno el depósito del coche: 70 —setenta— dólares.
DIARIO 2024
He terminado de leer los diarios de Enero de 2024. Sesenta y nueve paginas.
El día 24 seguía tomando pastillas de no toser y, como yo, andaban el archidiácono, Yoli, Joan, Laura y medio coro. Yo, además, me había quedado sordo. Para mi consuelo, ese día me llegaron dos ejemplares de La casa de los santos, de Carlos Pujol, primorosamente editados por doña Ana Rodríguez de Agüero. Uno de los ejemplares se lo regalé a Teresa que lo agradeció no poco. El otro me iba a acompañar durante todo el año para el ciclo de los santos como las homilías de Vanhoye para el ciclo B.
El día 25 anoté:
«Paco está cada vez más encorvado y más ausente. Ya no participa en las conversaciones. Es como si viviera en otro mundo. Ve cosas que los demás no podemos ver y dice cosas que los demás no podemos entender.
Solamente podemos llegar a él con la música —ponemos un aria de Verdi y empieza a dirigir la orquesta— o con las poesías que aprendió en su infancia.
Doña Nati, claro, no se aparta de él ni un momento. Por eso emociona más que, de pronto, Paco la mire y le diga: «Madre, acércate más a mí». Y que ella se le arrime diciendo con muchísimo cariño: «Marido, aquí estoy».
Luego me fui de retiro a La Torre. Los diarios del retiro no los publiqué porque estaba de retiro. Hice bien.
NOCHE
No parece de noche porque el paseo está iluminadísimo. Pero son las 20:15 cuando llego a casa y de sol no hay ni rastro en el cielo ni en la tierra. O sea, que es de noche.
Debería prepararme una cena ligera pero no tengo hambre y me pongo a escribir esto.
Don Javier soy M.Carmen madre de Pupe muchísimas felicidades le deseo q pase un día estupendo hoy está muy encomendado besos
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