jueves, 19 de diciembre de 2024

Diario. Jueves, 19 de diciembre de 2024.

 San Miguel de Salinas

jueves, 19 de diciembre de 2024


7:20

Abro la iglesia y enciendo las luces. ¿A qué huele? 

El plástico de la lamparita del sagrario se está quemando. Huele a demonios. 

Hay que apagar la vela y tirarla, lavar el vaso o fanal rojo, poner una vela nueva, encenderla meterla en el vaso o fanal rojo y ponerlo todo, de vuelta, ante el sagrario. 

Luego hay que encender un carboncillo, ponerlo en el incensario, añadir incienso y dar un par de vueltas por la iglesia con el incensario humeante para que, de los demonios, no quede ni el olor. 

7:35

Oficio de lectura y laudes. 

Me siento ante el sagrario para meditar con las lecturas de hoy. Y allí me encuentro a Zacarías atareado, como yo, con el incienso. 

8:40

Primeros wasaps del día para tratar de organizar el día.

En la iglesia la temperatura es de 15º C, en la calle el termómetro marca 18º. Abro de par en par las puertas de la iglesia y voy a la casa abadía. 

Me empleo en la limpieza de la casa abadía. 

9:40

Me aseo un poco y escribo esto. 



10:00

Vuelvo a la iglesia. 

Preparo un sobre con el estipendio para el organista. 

Preparo los libros para la misa de la tercera feria mayor de Adviento. 

Corro a la farmacia para comprar Almax. La farmacéutica me regala un calendario para la nevera y un gel de ducha a basa de coco. Luego me cuenta que pasará la Navidad en Móstoles. Nos deseamos unas felices Navidades y nos despedimos. Vuelo a la iglesia. 

10:32

Empieza con dos minutos de retraso la exposición del Santísimo. 

11:00

Misa de la tercera feria mayor de Adviento. Cuando estoy proclamando el Evangelio, a Bernardo le da un ataque de tos. Termina la proclamación del Evangelio pero no cesa la tos de Bernardo. Decido no predicar a pesar de que había anunciado que haría una breve homilía en cada feria mayor de Adviento. 

11:28

Voy al garaje y mando un wasap a don Vicente para decirle que salgo de San Miguel y que llegaré a su casa en cuarenta y un minutos, si Dios quiere. 

Ya en la autopista recibo un wasap de don Vicente: que no vaya a buscarlo porque él irá a Alicante por sus medios. 

Me detengo en el área de servicio de Elche para tomar un café. 

12:47

Llego a La Lloseta con dos minutos de retraso. 

14:05

Salgo para Torrellano. 

15:00

Termino de comer y salgo para La Torre. 

15:30

Misterios luminosos paseando por el palmeral. 

El próximo jueves tendremos reunión aquí. Hago una lista de las cosas que tengo que preparar: 1. La custodia que me dio don Antonio hay que llevarla a la ermita. 2. Hay que buscar el radiador de la ermita y llevarlo a la ermita. 3. Hay que revisar los manteles de las mesas y las estufas de la almazara. 4. Hay que pedirle a Rosarito que encienda la calefacción el miércoles por la noche. 

El radiador de la ermita no aparece por ningún sitio pero en cambio —y por fortuna— de repente aparece Rosarito que ha venido con un sabio reparador para reparar el calentador que calienta el agua de toda La Torre. Ella es la única que sabe dónde están todas las cosas. Me acompaña a la ermita y me muestra el radiador que está oculto tras la sede y me dice que encenderá la calefacción el miércoles por la noche. En la almazara hay cuatro estufas. Falta una. ¿Sabe Rosarito dónde está la estufa que falta? Sí, lo sabe y me lo dice: está en la despensa de mi casa. Dios la bendiga. Recuerdo entonces que han desaparecido de mi casa unas tijeras de podar. Me conduce hasta el garaje y allí están mis tijeras de podar. Entonces informo a Rosarito de que hay dos lámparas que no funcionan y de que no es problema de las bombillas porque las he cambiado y nada: una es la de la bodega y otra la de mi dormitorio. A continuación, un ruego. ¿Podrá encargarse de llamar al electricista? Toma nota. Dios la bendiga. 

Muy contento, voy al huerto con mis tijeras para recoger unas naranjas y tengo allí otro encuentro afortunado. Diego está reparando una cisterna del aseo del palmeral. Charlamos un poco. Luego recolecto en una bolsa cincuenta y cinco naranjas y llevo la bolsa a mi coche que está aparcado en Lo Safareig. 

17:00

Saco una silla a Lo Safareig y me siento cabe el algarrobo porque mi casa está helada y el ambiente de lo Safareig es ideal para rezar un poco. Me pongo a divagar un poco con la homilía que no pude predicar esta mañana. Estaba, toda ella, copiada de la comparación que hizo Ratzinger entre la anunciación del nacimiento de Juan Bautista a Zacarías y la Anunciación del nacimiento de Cristo a Santa María. La primera tuvo lugar en el templo, un lugar muy solemne, entre nubes de incienso, como nos gusta a los sacerdotes de toda la vida. La segunda tuvo lugar en Nazaret, sin incienso ni nada. Decía Ratzinger que la  humildad es el sello de la Nueva Alianza. Y yo, cabe un algarrobo, voy aprendiendo y admirándome ante Nuestra Señora, ante los ángeles, ante los sacerdotes venerables y mudos como Zacarías, ante santa Isabel —prodigio de sensatez y de poesía— ante Ratzinger y ante Dios. 

17:40

Recojo todo y escribo esto.


18:15

Salgo para San Miguel. 

19:00

Llego a San Miguel.

Vísperas. 

19:34

Llego a la casa abadía. Aún hay cosas que hacer y mañana, a las siete y veinte, tengo que estar en el hospital. Puedo ponerme a hacer todo lo que hay que hacer y dejar el diario para el final del día, cuando todo esté hecho. Prefiero —y puedo hacerlo— escribir esto y dar por terminado mi diario de hoy para dedicarme luego a lo que queda por hacer que siempre es más de lo que se puede anotar en el diario de un cura giróvago y divagador. 


Post data:

Justo cuando voy a publicar este diario de hoy suena el teléfono. Es Ana Isabel. Me recuerda —lo había olvidado— que hoy habíamos quedado en su casa para cenar con el arcipreste y para cantar con él las novenas al nacimiento del Niño. Tengo que estar allí a las nueve y media. Son las ocho. Me sobra tiempo para hacer todo lo que queda por hacer.

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