San MIguel de Salinas
martes, 3 de diciembre de 2024
SI ME FALTAS TÚ (I)
10:25
Hay que dar el primer toque de misa. Acto seguido hay que ponerle al sagrario el velo blanco porque celebramos la memoria obligatoria de san Francisco Javier. Hay que encender una vela a cada lado del sagrario, quitar el cubremantel y llevar al altar el misal, el cáliz, un copón con formas para la comunión, las vinajeras, y el lavabo y cambiar el escenario de luces de la iglesia del modo «visita» al modo «reunión». Y no hay que olvidar poner junto al sagrario la cajita con la llave.
Todo esto hay que hacerlo despacito, cuidadosamente e inclinando la cabeza cada vez que uno pasa ante el sagrario llevando cosas en las manos o haciendo una genuflexión cuando uno pasa si nada en las manos.
Luego hay que poner las campanillas y el cestillo para la colecta en el banco donde se sienta Joan.
No hay que olvidar nada.
10:35
Hay que preparar en la mesa de la sacristía los ornamentos blancos porque celebramos la memoria obligatoria de san Francisco Javier. No hay que olvidar poner, sobre el alba y debajo de la casulla, el micro inalámbrico.
10:45
Hay que dar el segundo toque de campanas y aprovechar el viaje para encender la megafonía. Esto de la megafonía no hay que olvidarlo.
Hay que ir al altar de la Inmaculada para encender la quinta vela porque estamos en el quinto día de la novena a la Inmaculada. Y hay que aprovechar el viaje para encender la primera vela de la corona de Adviento porque estamos en la primera semana de Adviento.
10:55
Hay que apagar las velas que se encendieron a los lados del sagrario y encender las velas del altar. Luego hay que dar el último toque de misa y aprovechar el viaje para cambiar el escenario de luces del modo «reunión» al modo «misa solemne».
Todo esto lo hace, a diario, Joan. Pero Joan no ha venido hoy. Se perdió entre las brumas tras una breve pero violenta tormenta de sacristía y no ha vuelto. Cuando no viene Joan, todo esto lo hace Teresa. Pero Teresa hoy no ha venido. Anda, la pobre, recuperándose de la rotura de su brazo. Ellas nunca olvidan nada. Hoy me ha tocado hacerlo a mí. Andaba pensando en ellas y he olvidado tres cosas.
LA MISA DE HOY. CUARTO OLVIDO
10:57
Me revisto con los ornamentos blancos.
11:00
Dan las once. Recuerdo que se me ha olvidado sacar el cestillo de la colecta. No importa. Recuerdo que se me ha olvidado sacar la llave del sagrario. Eso sí que importa porque se me ha olvidado preparar el copón con las formas para la comunión.
Cojo la cajita con la llave del sagrario y salgo puntualmente al presbiterio aunque —¡ay!— llevando en mis manos la cajita de la llave del sagrario. Durante la procesión de entrada y mientras hago la genuflexión ante el sagrario, la cajita va disimulada entre mis manos juntas. Pero, a continuación, tengo que poner las manos sobre el altar como abrazándolo antes de besarlo y ya no hay quien disimule que hoy no han venido ni Joan ni Teresa y que el cura ha olvidado sacar a tiempo la llave del sagrario.
La misa sigue como de costumbre hasta el momento de la comunión. Comulgo bajo las dos especies, como siempre, y, como siempre, me recojo un poco para dar gracias. Acto seguido purifico la patena y el cáliz. Estoy cubriendo el cáliz con el velo blanco cuando reconozco, detrás de mí, la voz de doña Nati: «Don Javier, ¿nos vas a dar comunión?».
Me vuelvo y veo a la congregación arracimada ante el comulgatorio, sonriente y paciente, como una nidada de polluelos que se siente olvidada por su madre. Y tengo que reconocer que los había olvidado.
SI ME FALTAS TÚ (II)
11:30
Hay que recogerlo todo.
Suele hacerlo Joan. Si ella falta lo hace Teresa. Nunca olvidan nada.
No han venido. Lo hago yo.
Estoy en ello cuando llega Bernardo: «Padre, no se vaya nunca de aquí, usted es el mejor del mundo. Dios existe. Noto un frescor el las rodillas y digo «¿Qué es esto, Señor?», y es su sangre. Dios existe. ¿Tienes un euro para mí?».
Creo que los detractores de la Teología de Dostoyevsky no suelen venir a la iglesia de San MIguel. No es que pierdan mucho por no venir aquí, ¡pobres!
Encuentro cuatro euros en el cestillo de la colecta porque doña Nati, a pesar de mi olvido, lo ha sacado. Le doy un euro a Bernardo y él toma mis dos manos entre las suyas y me da dos besos diciendo: «Dios existe, Dios existe».
Nos despedimos y me arrodillo ante el sagrario un poco confundido pero muy contento por el día.
Echo de menos a Joan y a Teresa.
UN CHISTE VIEJO
Antier me contaron un chiste viejo. Dizque querríamos todos tener el trabajo de un cura, el sueldo de un notario y las vacaciones de un maestro.
Yo, la verdad, por no perder mi trabajo, regalaría mi sueldo a un notario y mis vacaciones a un maestro.
SAN FRANCISCO JAVIER
Muchos me felicitan porque es mi santo. Son muy buenos pero trato de recordarles que hoy hay que dar vítores a San Francisco Javier. Naturalmente, agradezco las felicitaciones y paso los vítores a mi santo patrono.
ÚLTIMA LLAMADA
Ando escribiendo todo esto cuando me llama Salva. Sé que no va a reprocharme nada por haber olvidado nuestra cita de ayer en Orihuela.
No me reprocha nada. Me habla de un amigo que está ingresado en el hospital y me pide, por favor, que vaya a visitarlo.
Y me despido de este día glorioso pidiendo disculpas a Salva y a mis amigos por mis despistes y a Dios por mis pecados.