sábado, 29 de junio de 2024

Diario. Sábado, 29 de junio de 2024

 San Miguel de Salinas

sábado, 29 de junio de 2024


7:30

Oficio de lectura y laudes.

Meditación con la segunda lectura del oficio.

8:20

Me  pongo mi bata de faena y dejo el Ra aspirando la alfombra de mi dormitorio. 

Hay que sacar de los armarios la ropa de invierno y meterla en una maleta. Hay que limpiar los armarios. Hay que  meter en otra maleta las mantas. La caja del edredón que guardé ayer está muy dañada tendré que comprar una bolsa o algo así. 

Hay que poner una lavadora.

Hay que quitar el polvo y fregar toda la casa pero, antes de fregar, hay hay que retirar la alfombra del cuarto de estar, las sillas, los ventiladores y  los demás cachivaches.

10:15

Tengo que asearme antes de misa. Estoy en ello cuando empieza el volteo de campanas. 

Salgo para la iglesia. He olvidado el teléfono en casa. Vuelvo a la casa abadía. ¿Dónde está el teléfono? Padrenuestro a san Antonio. Aparece el teléfono y salgo otra vez para la iglesia. 

Saludo a Teresa y me doy cuenta de que me he dejado las gafas en la casa abadía pero ya no hay tiempo para volver a buscarlas.

11:00

Misa de la solemnidad de San Pedro y san Pablo. 

12:00

Ángelus.

Tercia. 

Cojo mi coche y salgo para Mercadona. 

13:06

Vuelvo de Mercadona. 

Tengo que pedir hora para hacerme unos análisis. Ya está: el viernes 5 de julio a las 8:00. 

Lectura de los Sermones parroquiales de Newman. 

Lectura del Evangelio de San Mateo, 

Cierro las ventanas de la casa abadía y voy a casa de doña Nati. 

13:55

Doña Nati me recuerda que esta tarde tiene maratón de  parchís en la Casa de la Cultura. Diez tableros, cuarenta jugadores. Empieza a las cuatro y acaba a medianoche. 

Después del café, nos despedimos. 

14:50

Visita al Santísimo. 

14:00

Noticias en Antena 3.

14:30

Misterios gozosos co BXV.

Tiendo la ropa.

15:15

Leo el comentario de Vanhoye a las lecturas del domingo. 

Busco en mi ordenador la carpeta PREDICACIÓN. La abro. Busco el documneto TOB (Tiempo Ordinario B). Lo abro. No hay homilía para el domingo XIII del tiempo ordinario. Me invento una que me sale muy larga: 1123 palabras. No creo que pueda predicarla en ocho minutos. O sí, quién sabe. 

16:30

Meditación con los dos  milagros de Jesús: la curación de la hemorroísa y la resurrección de la hija de Jairo. A la primera la busca Jesús con su mirada entre  la multitud. Se ve que quiere encontarse con nosotros así, cara a cara. Luego encuentra la casa de Jairo alborotada y —como primera medida— pone orden haciendo callar a todos con un grito —«¿A qué vienen esos lloros y ese alboroto? Está dormida!»— para, a continuación, expulsar a todos de la casa. Primero los hace callar con la misma voz potente con la que hizo callar al viento. Luego los echa con  la misma energía con la que expulsó a los mercaderes del templo. No quiere espectáculo y tumulto sino estar  a solas con tres de sus discípulos y con los padres de una niña dormida. Y por ahí sigue mi oración dela tarde. 

17:10

Vísperas. 

17:30

Me aplico a la lectura del Código de Derecho Canónico. 

18:00

Me aplico a la lectura de La humana cosa. 

18:30

Recojo la ropa que tendí, la doblo y la guardo. 

19:10

Diecinueve mensajes de WhatsApp.

Veinte correos. Los borro casi todos. Leo un resumen de prensa y algunos artículos de Aceprensa. 

19:30

Voy a la iglesia y saludo a Teresa. Luego voy al confesonario.

20:00

Misa.

Al terminar salgo a la puerta y saludo a la congregación.

Teresa me dice que doña Nati le ha dicho que ya está en casa y que puedo ir para seguir con Orgullo y prejuicio. Me extraña por lo del maratón de parchís que no acababa hasta las doce. 

    Un ser humano pide confesión. Muy bien. 

21:00

Cierro la iglesia, vuelvo a la casa abadía, me cambio de camisa y llamo a Teresa porque me dio un dinero esta mañana y no apunté de que era: que eran diez euros de donativo y diez euros de una intención de misa. 

Actualizo las cuentas parroquiales. 

Recojo todo y voy a casa de doña Nati con La humana cosa. 

Doña Nati suele ver la tele y la vida por el rabillo del ojo, como distraídamente, mientras hace sus labores de frivolité y mil cosas más. ¿Distraídamente? Eso puede pensar el distraído. Quienes la conocen saben que ella ve por el rabillo del ojo más de lo que vemos la mayoría de los seres humanos, incluidos los distraídos filósofos. Los que juegan al parchís contra ella y —generalmente— pierden, saben que no se le escapa una oportunidad de hacer un puente o de comerse las fichas de sus adversarios sin mostrar alegría o pena. Su casa está llena de trofeos, ganados en buena lid como quien no quiere  la cosa, y de gente que la adora con esa adoración de los occidentales que no se postran fácilmente ante nadie —por poderoso que sea— pero que reconocen a Dios allí donde descubren autoridad. In auctore, autoritas: al final la autoridad es de quien hace las cosas, no de quien habla de las cosas.

Hemos terminado de ver Orgullo y prejuicio, película manierista donde las haya en la que cada escena es un cuadro. Se me ha quedado la imagen de las Benett observándonos con sorna tras un ventanal de vidrios soplados.

Luego he abierto La humana cosa y he recitado para doña Nati, observándola por el rabillo del ojo, el poema titulado NO SABEMOS. Doña Nati ha dejado su labor  de frivolité para escuchar el poema de Jaime García-Máiquez mientras, en la tele,  pasaban los títulos de crédito y sonaba el tema principal —al piano— de la peli:


No sabemos ni el día ni la hora.

Y cuando lo sepamos será tarde. 


No lo sabemos, y en el fondo último

ni falta que nos hace. 


Nada sabemos de la vida fácil,

ni del difícil arte,


ni del amor, no del dolor… De todo

nada sabemos nadie. 


Pero a veces resulta 

que de pronto aprendemos lo importante.


Lo sentimos, lo vemos, lo leemos

en mínimos mensajes:


en mitad del camino

encima de una encina canta un ave,


entre las líneas de un poemario oscuro, 

un verso deslumbrante,


o una simple muchacha 

esa Elizabeth Benett de la peli

que derrite el asfalto de las calles. 


Constantemente la belleza intrépida 

nos pasa por delante


y nos muestra el paraíso

una décima parte de un instante. 

Cuando esto ocurre comprendemos todas 

las cosas como nadie. 


Y doña Nati sonreía con la boca y, sobre todo, con los ojos —desde el centro hasta el rabillo— como diciendo: «es verdad que no sabemos todo y que ni falta que nos hace si podemos contar que hemos visto esta peli y que hemos cantado este poema sonriendo».

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Es usted muy amable. No lo olvide.