sábado, 15 de junio de 2024

Diario. Sábado, 15 de junio de 2024

 San Miguel de Salinas

sábado, 15 de junio de 2024


A las nueve, como estaba previsto, desayuno en cierto bar de Madrid con don JCR y con Ana Z. ¿Desayuno de trabajo? Sí, de mucho trabajo. Luego los tres  vamos a casa de AV y de JZ que me alojaron hospitalariamente anoche— y, mientras don JCR les presenta sus respetos, hago mi maleta. 

Don JCR me lleva a Chamartín con tiempo de sobra para tomar el tren de vuelta a Alicante. Antes de despedirnos le agradezco ese utilísimo servicio. 

Aprovecho las tres horas del viaje para concentrarme en la lectura de Más allá del planeta silencioso, de Lewis. 

En Alicante tomo un taxi hasta el barrio de San Gabriel, donde dejé mi coche. De allí salgo para San Miguel parando en el área de servicio de Elche para comer algo. ¿Qué? Un gazpacho y un bocata de lomo. 

Ya en San Miguel deshago mi maleta y vuelvo a la dichosa rutina.



19:30

Oigo las campanas. Primer toque. Colijo que Teresa ha llegado a la iglesia. Voy allí e invito a Teresa a sentarse conmigo —cada uno en su sillón— en el rinconcito que antes llamábamos «de San Miguel» y que ahora he bautizado como «de la Virgen de Magarit». ¿Quién habla más? Yo. 

20:00

Misa del domingo XI del tiempo ordinario. Creo que alguien —sospecho del archidiácono que esta mañana ha venido para bautizar a un niño— ha tocado el amplificador porque el micrófono del ambón está a todo volumen y tengo que ponerme a tres metros de él para no aturdir a la amable congregación con mi encendida predicación. 


«Nuestro Señor Jesucristo trae el Reino de Dios a este mundo y —para que ningún otro crea que puede hacer lo mismo— advierte que su Reino no es de este mundo. Nos enseña a pedir al Padre “venga a nosotros tu reino” que es como decir “Ven Señor Jesús”. 

Pedir que venga el Reino de Dios es ya reconocer que el Reino de Dios ha llegado y que no lo hemos traído nosotros —ni Putin ni la OTAN— con nuestras reuniones. 

Solamente hay una reunión que trae el Reino infaliblemente a la tierra: la de los dos tres que, en su Nombre, celebran la Eucaristía. 

El Reino de Dios se propaga por la predicación que el mismo Jesús compara con la siembra a voleo, no con el cultivo científico de plantas de invernadero. Hay que predicar a tiempo y a destiempo. 

¡Padres, maestros, curas de pueblo! ¡A tiempo y destiempo!

“Es que la misa es aburrida”. Muy bien, no te  preocupes, la semilla tarda en crecer y en ti no ha dado fruto todavía. Cuando dé fruto en ti, saldrás de cada misa sonriendo como un bobo y, si alguien te pregunta que a qué se debe tu bobalicona sonrisa, dirás que es un misterio, que se revela misteriosamente a los que se arriesgan a escuchar a Dios aunque entren en la iglesia distraídamente —como solemos entrar tú y yo— y salgan de la iglesia —como solemos hacer— criticando o alabando al cura, o a Putin o a la OTAN. 

Cuando la semilla dé fruto en ti, saldrás de misa alabando a Dios y será la señal de que su Reino está en ti». 



Doña Nati entra en la sacristía después de la misa. Me informa: ha llegado a su casa un paquete de Amazon para mí y puedo pasar por allí para recogerlo y para ver otro capítulo de The Crown. Le digo que tomo nota y que iré. 

Después de doña Nati, entra en la sacristía María Victoria que padece mucho por causa del tiempo que anduvo enredada en la amabilísima secta de  la New Age. Nos sentamos —cada uno en sillón— en el rincón de la Virgen de Magarit. Ella habla mucho más  que yo. A las 9:30 me pide la bendición. Le doy la bendición y le presto una reliquia del padre Pío para que pueda hacer una novena en su casa. El contrarto de préstamo incluye una cláusula: pasados los nueve días tiene que devolverme la reliquia. 

Voy a casa de doña Nati para —según lo acordado— recoger el paquete de  Amazon y ver un capítulo de The Crown. 

Como ya son las 9:45, lo primero que hago es pedirle a doña Nati que me disculpe por el retraso. Ella sonríe. es su  modo de decir que me comprende. Me apetece darle un par de besos pero me contengo.


10:45

Me despido de doña Nati. La veo tan contenta que dejo que me dé un par de besos y pienso: «¡Qué buena amiga!».  Y recuerdo que ese era uno de los mejores piropos que Paco —su esposo— solía dedicarle. 

No hay que dejarse besar a la ligera. Sobre todo si el beso lo dan Judas o su amable esposa y uno es otro Cristo a pesar de sus pecados. Sobre todo si uno es otro Cristo a pesar de sus pecados. Un beso no se puede tomar a la ligera. Dos besos, menos. 


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