domingo, 16 de junio de 2024

Diario. Domingo, 16 de junio de 2024

 San Miguel de Salinas

domingo, 16 de junio de 2024


Hoy he celebrado a las diez en Torremendo y a las doce y media en San Miguel. 

Después de la misa de doce y nedia he ido con doña Nati a comer a casa de Heidy y Armin. Habían invitado también a Bea. El próximo domingo vuelven a Suiza hasta septiembre. Han comprado diez botellas de vino para el alguito que serviremos en La Torre el viernes, después del concierto. Son muy generosos. 

Y tienen —los dos— muy buen humor, aunque muy distinto. 

El buen humor de Armin es el buen humor de un suizo  gordo que se ríe de sí  mismo y que disfruta haciéndose notar. Es el buen humor del hombre extravertido que, si va a comer a un restaurante, acaba, invariablemente, entablando amistad con los camareros y paseando por el comedor para charlar con todos los clientes como si fuera el dueño del local. Se ríe como un hobbit y, cuando habla en español, exhibe —sin temor al ridículo— todos los refranes, dichos y lugares comunes que usamos por aquí. 

Heidy, en cambio, es más bien tímida pero sabe explotar su timidez exagerando la vergüenza que le producen las excentricidades de su marido. Como es muy lista y domina la gramática española, no pierde ocasión para corregir a Armin cuando usa mal un tiempo verbal o cuando, directamente, habla en itañol. Entonces Armin levanta los ojos hacia el cielo como quien pide paciencia para soportar a una esposa suiza y perfeccionista. 

A eso de las diez  y media, después de ver otro capítulo de The Crown con doña Nati, he ido a la iglesia para rezar completas. En la puerta me he detenido para observar un fenómeno nuevo: una salamandra trepaba por la fachada de la iglesia. Era la primera vez, en los casi trece años que llevo aquí, que veía una salamandra en el Paseo. Después de rezar, de apagar las luces y de cerrar la iglesia, he ido a ver si la salmandra seguía por allí. Me ha costado encontrarla pero allí estaba, mimetizada con la pintura gris del portal. Cuando me he acercado a ella, primero se ha hecho la muerta y, luego, al comprender que la había descubierto, ha echado a correr y se ha  metido en la iglesia por una ranura del portalón

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