Diario. Domingo, 2 de junio de 2024

 San Miguel de Salinas

domingo, 2 de junio de 2024

Corpus. Dichoso aquel a quien se le conceda venerar este misterio de tal modo que alcance a experimentar en sí mismo el fruto de la redención. 

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Ayer me llegó Barrio, de Juan Aguayo. Juan es amigo de Rafa y, por medio de él, me hizo llegar hace un par de años  el borrador de la novela que publica ahora. 

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Por la tarde, misa, muy solemne, del Corpus. 

En el coro, el coro. Muy bien. 

Los niños vestidos de primera comunión. Muy bien.  

Las autoridades. Muy bien. 

En el altar, asistiendo al sacerdote, el archidiácono. Muy bien. 

Luego la procesión por las calles engalanadas con colgaduras, alfombras de sal y altares (cinco). 

Cuando íbamos a salir, Teresa me ha dicho que no había suficientes hombres para llevar el palio. Hemos salido sin palio. Ha habido unos momentos de confusión cuando los niños han iniciado la marcha delante del Santísimo. ¿Dónde está el palio? No hay palio. ¿Dónde está la banda de música? 

En ese momento ha empezado a sonar la Marcha Real y nos hemos detenido. 

Otro momento de confusión. ¿Dónde está el palio? No hay palio. Llegábamos al primer altar y algunas señoras piadosas comentaban: «El cura ha perdido la cabeza. ¡Sinvergüenza! ¡Míralo! ¡Qué cara! ¡Habráse visto! ¡Sin palio ni nada!». 

Los niños arrojaban pétalos delante del altar. Hemos hecho la primera estación y entonces —¡zas!— ha aparecido el palio. Cierto que, en vez de ocho hombres, lo llevaban seis. Los dos primeros iban, los pobres, con dos varales cada uno. 

Luego la procesión ha seguido como de costumbre. Muy bien. 

En el último altar, el de doña Nati, hemos cantado el Tantum ergo. 

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Hoy he terminado la lectura de Ejecutoria. Anoto, como resumen de todos los privilegios caballerescos, el deseo de José Jiménez Lozano: que se pudiera escribir con verdad que hemos preservado de la muerte y la ruina una brizna de belleza siquiera.